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Tierras sin maridos, reinos de mujeres y otros reductos matriarcales en China

01 de Abril de 2011 | 16:24 | Antonio Broto, EFE
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Agencia

 PEKÍN.- En la China de la aceleración económica existen todavía grupos como los Mosuo, en los que hombres y mujeres nunca se casan ni viven juntos: reductos de sociedades matriarcales que han resistido el empuje masculino, explica a Efe el escritor español Pedro Ceinos, que estudia este fenómeno en su último libro.


Ceinos, que vive en el país asiático desde hace 17 años, se adentra con “El Matriarcado en China: Madres, Reinas, Diosas y Chamanes” en el papel del sexo femenino en esta civilización, así como en otras periféricas, las que ahora se conocen en el régimen comunista como “minorías nacionales” y donde se mantienen todavía curiosas costumbres sociales que dan preponderancia a la mujer.


La más famosa, comenta el escritor, son los mencionados Mosuo, que viven a orillas del lago Lugu, entre las provincias de Yunnan y Sichuan, una zona conocida como el “Reino de las Mujeres” o "la Tierra sin Padre ni Marido.”


Las mujeres Mosuo, cuenta Ceinos, nunca viven con un hombre: en sus habitaciones, conocidas como “cuartos de las flores,” reciben a los amantes que desean, por acuerdo previo de ambos, pero éstos se van a la mañana siguiente y así seguirá esta relación o cualquier otra, aunque ella tenga hijos.


 "El hombre nunca vive con la mujer, aunque la relación se prolongue durante años, ni tendrá ningún derecho sobre sus posibles descendientes, que vivirán en la casa de la madre,” cuenta Ceinos desde Kunming, capital de la provincia de Yunnan, donde reside.


Los hombres siempre viven con sus madres, a falta de padre "oficial,” y nunca existe un vínculo económico entre los amantes, "solamente afectivo.” Costumbres matriarcales similares existen entre otros pueblos que, como los Mosuo, viven en las tierras altas que separan a los chinos propiamente dichos -los Han- de los tibetanos del Himalaya: los Naxi, los Pumi, los Tu, los Yugu...


Sobrevivieron al avance del sistema patriarcal impuesto por los chinos -quienes según Ceinos, no obstante, pudieron tener también costumbres matriarcales en épocas primitivas-, no sólo en la época imperial sino también con la llegada del régimen comunista, que intentó erradicar algunas de estas prácticas “feudales” para el maoísmo.


"Tras el establecimiento de las reformas comunistas en el año 1956 (la mayoría de las minorías nacionales no vieron sus culturas modificadas hasta esa fecha), se intentaron imponer entre los Mosuo los matrimonios de estilo chino, forzando a casarse a las parejas,” relata el escritor.


También se apostaron guardias en las casas de las jóvenes de la etnia para impedir las visitas de sus amantes, una represión que se suavizó en los años 80, con el abandono del comunismo más ortodoxo, aunque ahora el matriarcado vuelve a correr peligro, esta vez por la manida “globalización,” con sus connotaciones económicas y sociales.


El libro de Ceinos, que esta semana se publica en España, intenta no obstante ir más allá del presente matriarcal de algunas minorías y examina el papel de la mujer en la milenaria civilización oriental, teorizando sobre que la mujer pudo tener mucho más poder social, político y religioso en la antigua China.


"La sociedad china más arcaica presenta numerosas pistas que apuntan a que podría haber sido matriarcal, comprobándose un descenso continuado en la posición de la mujer desde el establecimiento de las primeras dinastías, especialmente desde la dinastía Shang (siglos XVI-X AC),” concluye el autor.


Para él, el “cenit de la opresión” de la mujer en China se vivió durante la dinastía Qing, última del régimen imperial (1644-1911), aunque las primeras leyes que proclamaban la igualdad entre hombres y mujeres, en el régimen comunista nacido en 1949, “fueron aplicadas generalmente de manera restrictiva por hombres que detentaban el poder político.”


Aunque la situación de la mujer “ha experimentado desde entonces una mejoría constante,” la discriminación sigue existiendo en China, con casos trágicos como el frecuente abandono de niñas, derivado de la política del hijo único sumada a la práctica de que la esposa vaya a vivir a casa del marido.


Muchos padres de niñas en zonas rurales, por temor a quedar sin descendencia tras la futura boda de su hija, y por tanto sin alguien que les sustente cuando sean mayores, optan por ese abandono, un fuerte contraste con la China de los programas espaciales, los Juegos Olímpicos o las Expos Universales que pretende vender Pekín.


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