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La chilena que luchó hasta tener su propia mina de cobre

08 de Abril de 2011 | 13:13 | Por Paulina Abramovich, AFP
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AFP

TAMBILLOS. - Mientras rompe el cerro con su picota usa enormes zapatos de seguridad y pantalones que cambia a falda y tacones cuando cesa la faena: es Isabel Galleguillos, quien aprovechando el boom del cobre adquirió un pequeño terreno y se convirtió en la primera mujer en Chile en explotar su propio yacimiento.


En la cima del cerro, Isabel -de 50 años- trabaja codo a codo con su nuera Andrea Vega, de 26 años, y cinco hombres.


Con los hombres "no hay ninguna diferencia. Nosotras también agarramos el combo (martillo gigante), acarreamos la carretilla y cargamos las piedras al camión", explica.


Isabel luce dos trenzas en su largo pelo negro. Lleva tres anillos en sus dedos y largos aros cuelgan de sus orejas. Viste jeans y unos enormes zapatos de seguridad.


Pero en casa ella usa una coqueta minifalda y sandalias blancas con un imponente taco. "No me gusta que me vean con pantalones. Abajo de la mina siempre uso faldas", confiesa.


En las minas hay una creencia de que las mujeres traen mala suerte porque su fertilidad compite con la fertilidad de las vetas. Pero Isabel no lo cree y, además, dice que eso aplica en los socavones y no en los tajos a cielo abierto, como en el que ella trabaja.


Antes de ser dueña de su propio yacimiento, en el poblado de Tambillos -unos 450 km al norte de Santiago-, Isabel trabajó en agricultura, en un restaurante y administró un camping por sueldos miserables hasta que decidió buscar una veta de cobre en un cerro que se ve desde el patio de su casa.


Sabía que el precio del metal -del cual Chile es primer productor mundial- estaba generando ganancias récord a las grandes mineras del país y eso alimentaba las esperanzas de pequeños pirquineros como ella.


"Trabajé mucho tiempo ’apatroná’ y me sacaban el jugo (explotaban). Yo me dije: ’alguna vez tendré que empezar algo que es mío y ser mi propio jefe’", dice Isabel a la AFP en la cima del cerro donde está su mina.


Tras recorrer palmo a palmo el árido cerro, donde el sol pega fuerte todo el día y no hay más que tierra y piedras, Isabel dio con un lugar que pensó podría explotarse.


Se gastó más de tres años en trámites burocráticos, yendo y viniendo a dejar papeles, hasta que logró convertirse en dueña de su propia mina y con ello comenzar a doblarle la mano a su destino de mujer maltratada y madre soltera de cuatro hijos.


"Con harto empeño empezamos, de a poquito, sacando roca por roca", rememora Isabel.


En enero de 2010 logró sacar en un área de 140 m2 la primera camionada de material, unas 14 a 15 toneladas. Desde ese momento entrega una a dos camionadas por semana a la Empresa Nacional de Minería, que según la calidad del mineral le paga entre 125 y 160 dólares por tonelada.


Su nuera, madre soltera como ella, decidió acompañarla a la mina. "La hora se nos pasa rapidito. Si uno tiene un mal día, arriba se te quita", cuenta Andrea.


Aún necesita hacer más inversiones para cosechar ganancias. De momento, comparte lo que gana con sus trabajadores, a quienes premia con bonos y paga un sueldo diario que duplica el que ganarían en la agricultura.


A todos los trata de "mis niños" y reprende cariñosamente. "Yo no soy jefa ’negrera’. No soy como me trataron a mí. Soy mano abierta", dice.


Además de explotar el yacimiento, Isabel cuida de su hogar y de su pequeña hija Krishna, de nueve años, la menor de sus cuatro hijos.


Después de un poco más de un año como minera, aún no puede darse muchos lujos. Sigue viviendo en su misma modesta casa del polvoriento Tambillos y todavía no puede comprarse un auto. Pero cumplió el sueño de ver a su artista favorito: el baladista mexicano Marco Antonio Solís.


Habla de la veta como si fuera su propia hija y se divierte descubriendo colores y texturas en las rocas que emergen del árido cerro en diferentes tonalidades de amarillos, verdes, azules y calipsos, y también de rojo intenso, que son las de mejor ley o calidad.


"Es bonita la minería", dice mientras mira un par de piedras. "No es tan pesado, yo no hago ni fuerza para partir la roca".


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