Los desafíos de las parejas actuales van mucho más allá de la falta de deseo. Hoy, en esta sociedad, donde la convivencia crece, las parejas se cuestionan qué es lo que las hace ser lo que son si ya formar una familia no es, en algunos casos, el sentido.
Renata Ortega, psicóloga, terapeuta sexual y de parejas tiene claro que el cambio de los roles también ha influenciado la relación entre hombre y mujer y asegura que en la actualidad “el amor no basta” para permanecer unidos.
-¿Qué cambios han experimentado las parejas en el último tiempo?
“Voy a partir de un dato más bien sociológico: los cientistas sociales dicen que la pareja está más cimentada en la conformación de una relación temporal que tiene proyecciones, que lo que antiguamente se veía que era la conformación de una familia y la posibilidad de tener una intimidad sexual. Es decir, hoy no la necesitamos para tener sexo y eso de una u otra forma influye en lo que las parejas son hoy día.
“Las personas conforman parejas estables cuando se van a convivir o se casan, o viven en departamentos continuos, pero muchas veces no saben por qué son pareja, como que los motivos fundamentales que en algún momento sostuvieron una relación de pareja hoy no sirven para explicarla. Una de las preguntas que hago en una terapia sexual es ¿para qué son pareja? Para nuestros padres ser pareja tenía que ver con formar familia, crear un patrimonio común; y resulta que hoy tenemos independencia económica, no todas las parejas quieren tener hijos, y los que quieren lo retrasan y no necesariamente quieren vivir juntos.
“Si me preguntas cuáles son los cambios más importantes, hoy las parejas no saben muy bien cuáles son los motivos que los tienen juntos y parece ser que se conforma pareja más bien para no estar en soledad. La diferencia más importante es la individualidad con la que las parejas conviven.”
-¿La fragilidad de las relaciones es algo que se ha asumido? ¿Hoy no se casan pensando en vivir juntos para toda la vida?
“Tengo la impresión que las generaciones jóvenes no se casan, precisamente porque prefieren mantener una relación donde se sepa que puede tener un fin. El matrimonio, para los jóvenes, tiene sentido en la medida que se conforma familia, pero si no lo van a hacer, no se casan”.
-¿Y los que se casan, tienen el pensamiento de que eso puede tener un fin?
“Hoy hay una idea de que esto no es eterno. Si me lo preguntas en términos terapéuticos me parece mucho más sano pensar que las relaciones pueden tener un fin, porque eso nos hace trabajar y cultivar la relación. O sea, no tenemos una relación asegurada porque nos casamos. Muchas parejas tienen dificultades porque piensan que por el hecho de haberse comprometido a estar en las buenas y malas eternamente, esto efectivamente va a ocurrir así por el amor. Hay un terapeuta norteamericano que dice que ‘el amor no basta para ser pareja’. Uno puede amarse mucho, pero si no se sabe ser una pareja no se tiene mucho futuro”.
-¿Y que basta para ser pareja?
“Hay algunas habilidades. Primero, hay que tener un grado de madurez emocional para ser pareja, es decir, para ceder un espacio de mi emocionalidad a un ámbito que va a ser colectivo. Esto quiere decir que yo no voy a poder satisfacer todas mis necesidades como si estuviese solo, porque se tiene un compromiso emocional con un alguien y con unos algunos en el caso de tener hijos. Todo esto implica ser capaces de saber tolerar la frustración, saber negociar o conciliar.
“Otra cosa tiene que ver con la confianza, es decir, las relaciones tienen que tener como piso fundamental la convicción de que el sujeto que tengo al frente no me va a hacer daño ni física ni emocionalmente. No es violencia, sino que se trata de tener la sensación de que te puedes mostrar vulnerable frente a tu pareja y eso no va a ser enrostrado en otro momento. Tú no esperas que tu pareja haga críticas destructivas hacia ti, ni que ande hablando de ti con otros.
“La lealtad también se presenta. En ella se juega mucho las conciliaciones que uno hace en el ámbito de parejas. Y se entiende como que no va a haber ni una persona que va a saber antes que mi pareja lo que me pasa. Es decir, mi marido no va a ser el último que se entere que no estoy feliz con él. En la lealtad está la posibilidad de superar los problemas”.
-¿Pero todo esto no es lo que conforma lo que se llama amor?
“Lo que pasa que el amor es indefinible, es muy subjetivo. Para algunos el rasgo de cuidado, de protección es amor, y puede ser que para otros tiene que ver con verbalizar el amor”.
-¿La falta de deseo sexual sigue siendo el problema principal de las parejas?
“Sí, creo que es un tema dominante, pero este último tiempo me han surgido dudas de si podemos hablar de falta de deseo como tal o si de lo que se tiene que hablar es de insatisfacción sexual. Parece que muchos no están satisfechos con su vida sexual y entonces la disposición al encuentro sexual es menor y lo evitan. Esto es distinto a la disfunción del deseo sexual como tal o de que el sexo ya no tiene la importancia que tuvo en algún momento. Hay parejas que tienen una dinámica de relacionamiento mucho menor en el tiempo y se satisfacen en base a otras dimensiones de la relación y eso los tiene satisfechos.
“Que una pareja no tenga actividad sexual no necesariamente habla de una disfunción del deseo”.
-¿Qué tan importante es para la pareja el tema sexual?
“Eso lo determina la pareja. Cada vez más se incorpora la subjetividad en el malestar. Hace 30 años atrás, si tenías relaciones sexuales cada 3 meses se te ponía la etiqueta de persona con una disfunción sexual. Hoy lo importante es que tú sientas el malestar.
“Antes se media el control eyaculatorio de un hombre por cuánto duraba y hoy lo importante es si el hombre y la mujer o la pareja acusa malestar y si la pareja logra sobrepasar el obstáculo. Entonces, puede haber un hombre que tenga problemas de control eyaculatorio, pero que tenga una vida sexual satisfactoria”.
Renata Ortega explica que cuando una pareja llega con un problema sexual, hay que determinar si es un problema sexual circunscrito que no toca otras dimensiones tratándose de una disfunción o si se trata de un problema sexual que es síntoma de una problemática mayor. Agrega que la satisfacción sexual no sólo tiene que ver con la inexistencia de un malestar, sino que con muchos otros aspectos de la relación íntima, con la vivencia sexual.
-¿La falta de deseo se está expresando hoy tanto en el hombre como en la mujer? No sólo a ellas les duele la cabeza.
“Sí, de alguna manera se han ido dejando de lado los estereotipos de hombre y mujer y eso abarca lo sexual. Hoy se sabe que ambos pueden ser más o menos emocionales en el encuentro sexual, que ambos se pueden vincular sexualmente sin necesariamente tener un vínculo amoroso, que las mujeres pueden demandar o iniciar una actividad sexual y que además, pueden haber hombres que tengan un comportamiento sexual más represivo. Resulta mucho más sano empezar a ver qué le pasa a cada cual independientemente si es hombre o mujer. No por ser hombre tengo que sabérmelas todas y estar siempre listo, y de hecho esto, en algunos, los doblega y conflictúa. Un hombre también puede decidir cuándo quiere tener actividad sexual, no ser tan instintivo y poner sobre la mesa su elección de con quién quiere tener sexo, cuándo, cómo”.
-Apuntas al cambio de los roles. ¿Este cambio esta afectando a la pareja?
“Cualquier patrón que sea rígido en el comportamiento humano va a enfermar. Esto va desde los rituales obsesivos hasta que ella siempre es la que saca la basura de la casa. En ese sentido, los roles, no sólo de géneros, si son muy fijos van a enfermar la pareja. Si soy yo siempre la que tengo que cuidar a los niños e ir al supermercado, si soy yo el único que tengo que proveer, son conductas que no hablan de una complementariedad de una pareja, que es capaz de enriquecerse con los talentos de la otra persona.
“Las personas individuales deben ir creciendo y aprendiendo para estar en pareja. La relación en pareja tiene que ser capaz de enriquecerse en sí misma. Para que una pareja tenga mejor pronóstico y cicle bien, las personas que la conforman deben ir adquiriendo nuevas habilidades”.
-¿El involucramiento del hombre en lo doméstico está siendo punto de conflicto?
“No creo que haya punto de conflicto en las actividades ligadas a los roles en lo más superficial. Creo que el conflicto se produce en ámbitos más íntimos y profundos como cuando la mujer gerentea todo el día y llega a gerentear a su marido; ahí se va a dar un problema.
“No es la ampliación del rol lo que constituye un problema, éste se suscita cuando las cosas se quedan fijas, las limitamos. Las mujeres necesitan de un hombre vulnerable, pero también protector y los hombres necesitan una mujer cariñosa, pero a la vez fuerte, arriesgada, compañera. Los hombres ya no quieren sólo a una mujer para que crié a los hijos, ni la mujer quiere sólo un proveedor”.
-¿Estamos viviendo una etapa en donde las parejas están más desafiadas?
“Uno es saber qué es lo que hacemos individualmente para convertirnos en sujetos capaces de satisfacer las necesidades de uno y de otro, que son mucho más amplias que en el pasado. Y la pareja en sí misma también lo está, porque esto implica mucho trabajo. Uno no es pareja para tener hijos, sino para conseguir satisfacción de las necesidades emocionales básicas, también para entretenerse, para crecer y desarrollarse, para ser compañeros, ser un equipo. Antes el equipo tenía muy claro quién era el defensa y quién el arquero, con la mujer en la casa y el marido afuera. Hoy se necesita un equipo polifuncional”.