Su historia se hizo publica hace dos años, pero todavía se emociona cuando se le pide relatar cómo fue que su hija Valentina llegó a sus brazos. Un poco entre risas, asegura que hasta su marido pensó que estaba loca cuando un día del año 2006 se despertó y comunicó que ‘iba a buscar a su hija a Haití’.
Hoy Valentina tiene 4 años y medio, y ningún rasgo, excepto su color de piel y su pelo afro, la distingue de otros niños chilenos. El haber llegado a Chile a los 24 días de nacida, hace que el español sea su lengua materna y que todos sus hábitos y costumbres la remitan a raíces en este país.
Rosemary Donoso, la madre, se siente orgullosa de ella. Con tres hijos varones biológicos, nada aventuraba que Valentina llegaría a sus vidas si no hubiese sido por esa idea fija que se le metió en la cabeza.
Los trámites para conseguir la adopción, que se encuentra en su etapa final, fueron infinitos y la unió a otros padres que emprendieron el camino de traer niños haitianos a Chile, mucho antes del catastrófico terremoto de enero de 2010.
La experiencia adquirida los hizo formar la Fundación Familias Multicolor, donde prestan asesoría y apoyo a quienes desean hacer lo mismo, pero también mantienen ‘la creche’ u hogar de niños en Puerto Príncipe, donde cuidan a pequeños en condiciones de ser adoptados entre los 0 meses y tres años bajo los estándares de calidad chilenos, que en Haití son evidentemente un lujo.
Rosemary es directora de la Fundación y viaja cada dos meses a la isla cargando kilos de ropa, pañales, leche y remedios para el hogar. Lo hace convencida de que con eso retribuye en algo al país que le dio una hija.
-¿Cómo ha sido este proceso para la Valentina?
“Ella es el concho de la familia, entonces es bien guagualona, pero tiene todo súper claro. Ella me dice que es cafecita y que yo soy ‘branca’ y le encanta mi pelo. No hay un ser más parecido a mí que ella. Se para igual, habla igual, los gestos son los mismos.
“La veo parada en el jardín con una fuerza, como si estuviéramos todos nosotros detrás, con una seguridad.
“Todavía no entiende que es adoptada; hoy no es tema para ella ser diferente, quizás más adelante me lo reproche, pero hoy lo único que quiere es acompañarme a ver a las guaguas de Haití”.
Rosemary se ve tranquila, no teme a los desafíos del futuro y por eso asegura que todo este tiempo ha sido maravilloso. “Estoy feliz. De hecho no me cuestionaría dos veces volver a adoptar a otro niño”, dice.
-Todo lo vivido te llevó a crear con dos amigas la Fundación Familias Multicolor, ¿qué las impulsó?
“Ya llevamos cuatro años con nuestras hijas acá y sentíamos que estábamos un poco cercados por el Sename que no ha querido abrir la puerta a la adopción de niños en Haití, pese a que nosotros cumplimos con todos los trámites que exigen.
“Viendo todo lo vivido, nos dimos cuenta que otras familias necesitaban apoyo. Y más cuando después del terremoto los niños en condiciones de ser adoptados se multiplicaron. Sentimos que no podíamos quedarnos con nuestra felicidad en la casa mientras los niños se mueren en las calles de Haití”.
-¿Cuál es el objetivo?
“Nosotros ya lo cumplimos, incluso mucho antes de que saliera nuestra personalidad jurídica, que nos costó un montón. En octubre del año pasado logramos abrir nuestra casa, la creche en Puerto Príncipe, para acoger niños que son cedidos por sus padres o son huérfanos para que sean adoptados por familias chilenas.
“Nosotros no validamos papás, nosotros no somos un ente acreditado por el Sename para tramitar adopciones y no pensamos serlo, para eso trabajamos con Fundación Mi Casa que son los que evalúan la idoneidad de la familia. Una vez realizados todos esos trámites en Chile, nosotros ayudamos en lo que se refiere a encontrar un niño en Haití”.
-Las diferencias raciales que se presentarán en algún momento de la vida de los niños, ¿hace más exigible subir los estándares sobre los posibles padres adoptivos?
“Es verdad que no es lo mismo adoptar un niño blanco que uno de color, pero Fundación Mi Casa hace una evaluación más exigente respecto del tema de la incondicionalidad. O sea se es padre más allá de si se trata de un niño blanco, amarillo o morado, más cuando ese niño necesite apoyo. Estamos hablando de amor sin color”.
-En Chile se aprecia que el proceso está trabado porque el Sename se sujeta a los criterios de la Unicef que no recomienda estas adopciones.
“Nosotros esperamos reunirnos con el representante actual del Sename para explicarle cómo fue que nuestras familias lograron la adopción siguiendo todas las exigencias y trámites que ellos imponen.
“La postura de Unicef tiene que ver con las adopciones irregulares que se detectaron, pero no puede ser que el Sename tenga una visión negativa a la adopción de niños de color. Para algunos funcionarios no hay historias felices, no sabemos si existe un prejuicio racial, pero no se puede vulnerar el derecho de todo chileno a adoptar donde quiera”.
-¿Muchos se preguntan por qué no adoptar a un niño chileno?
“Es verdad, pero en Chile la cantidad de padres adoptivos aptos y acreditados es tres veces mayor que la cantidad de niños susceptibles de ser adoptados, incluyendo a los niños de mayor edad. Hay un problema en la ley chilena y ese es un error que se debe corregir.
“En Chile hay niños, pero las mujeres solteras o parejas que llevan años conviviendo no tienen ninguna posibilidad; las prioridades son para parejas extra infértiles. Además, la ley siempre trata de filiar al niño con su familia sanguínea, razón por la cual los pequeños permanecen eternamente en los hogares y crecen sin la posibilidad de que se les dé una mejor oportunidad, en una situación de abandono.
“Por eso está la posibilidad de adoptar en Haití”.
-Con sus historias y la Fundación, ¿pretenden ayudar a cambiar la mirada sesgada que se tiene hacia las adopciones interraciales?
“Creo que hemos logrado algo, que haya algunos que se abran a la posibilidad de ser padres de un niño de color, que para muchos ya no sea tema, ya es un avance.
“Nosotros, en las cientos de charlas que damos, planteamos abiertamente que esto no es una moda, no somos Angelina Jolie buscando una familia rara. No, lo que pretendemos es ser padres y tener un hijo que crezca en una familia normal”.
La Fundación Familias Multicolor apoya en la actualidad a 50 familias que están en proceso de ser acreditadas como padres adoptivos. Además, presta ayuda a otras 50 parejas argentinas que se han acercado a ellos para poder tramitar en Haití, a través de ‘la creche’, las adopciones. Esto porque, la Fundación da seguridad y avala las adopciones regulares en ese país caribeño, donde la informalidad campea.
“Nosotros partimos ayudando a orfanatos de allá, llevándoles los estanques de agua, armando los sistemas de cañería, pero cuando regresamos el estanque ya no estaba y así. Por eso nos decidimos a formar nuestra propia creche. Es tal la precariedad que hay en ese país, que todo parece ser un bolsillo de payaso que no se traduce en un bienestar para los niños”, cuenta.
-¿Por qué Haití?
“La inspiración son nuestras hijas, somos familias totalmente distintas desde que ellas llegaron, pero también es cosa de ver lo que ocurre en Haití. Ver esa pobreza, esa falta de esperanza, remueve.
“Lo que nosotros hemos logrado no lo han conseguido ni siquiera otros países y eso nos hace estar orgullosos. Nuestros protocolos de adopción en Haití se hacen con abogados de los tribunales y no con papeles comprados en la cuneta”.
-¿Ha sido más titánica la pelea que han tenido que dar en Chile, o la labor que hacen en Haití?
“Las dos. Mantener a la distancia un hogar de niños es muy difícil, y luchar acá, además, contra los prejuicios, contra todo, hace que todo sea cuesta arriba. Nos han apoyado ciertas empresas como en la que yo trabajo, pero falta y tenemos que meternos la mano en el bolsillo para pagar los sueldos todos los meses.
“La Unicef dice que los niños tienen 10 derechos fundamentales, como educación, salud, casa, alimento, buen trato o amor, pero en Haití los niños no tienen ninguno y por eso, tenemos que estar”.