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Pamela Prett: “El grado de discapacidad de una persona va en relación al entorno que lo rodea”

Al frente de Ciudad Accesible lucha por eliminar los obstáculos que impiden el desplazamiento libre y sin ayuda de las personas con discapacidad. Cree que se ha avanzado, pero dice que aún nos falta cambiar la mirada que tenemos frente al tema.

23 de Junio de 2011 | 08:42 | Por María José Errázuriz L.
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Cristián Soto, El Mercurio

Es un verdadero contrasentido. Muchas personas que viven en una situación de discapacidad y tienen que movilizarse en silla de ruedas llegan a lugares donde la rampa de acceso está precedida por una reja y un irónico cartel que dice “las llaves en la portería”.


Este y muchos otros ejemplos dan cuenta de las dificultades que tienen las personas con problemas para movilizarse en Chile, ya sea, ancianos o personas con alguna discapacidad. Ni hablar del acceso al Metro, de las pasarelas que cruzan grandes carreteras o de edificios corporativos que lucen orgullosos una tremenda escala de gran diseño arquitectónico.


Pamela Prett, presidenta de la Corporación Ciudad Accesible, sabe de qué se trata esto. Con dos hijos que se desplazan en silla de ruedas, para ella resultó natural asumir un rol activo en la lucha por hacer más amigable la ciudad para quienes tienen dificultades de desplazamiento.


Desde 1999 Ciudad Accesible ha sido un promotor intensivo en la toma de conciencia de estos problemas y debido al reconocimiento alcanzado, hoy es voz autorizada en la discusión de reformas legales que apunten a dar una solución a esta válida demanda.


“Uno se vincula al tema porque, finalmente, se da cuenta que el grado de discapacidad de una persona va en relación al entorno que lo rodea. La discapacidad no tiene que ver con ellos, sino con los impedimentos que encuentran. Y de hecho la ONU definió la discapacidad como algo que no está en la persona sino que en la dificultades que uno encuentra en el camino”, explica.


Ingenua ella, que ha debido lidiar con este tema por 28 años, considerando el paso de sus hijos por jardín infantil, colegios y universidades, recuerda que cuando en 1995 se dictaron las primeras normativas sobre accesibilidad en las ordenanzas arquitectónicas, creyó solucionado todos sus problemas. “Pero empezaron a pasar los años y nunca nadie se enteró. Entonces comencé a alegar, pero nadie escuchaba, de ahí que naciera Ciudad Accesible que al comienzo era una página web de denuncia”, narra.


Hoy, se han concentrado también en la divulgación de las normas y la elaboración de manuales sobre accesibilidad, material básico e indispensable que todo arquitecto debiera consultar antes de siquiera tirar la primera línea sobre un plano.

-El manifiesto de ustedes es eliminar las barreras arquitectónicas. ¿Antes no deberían eliminarse las barreras mentales y culturales?
“Las dos cosas van juntas. El lenguaje ha influido en el desarrollo del entorno, en el siglo pasado se hablaba del lisiado y minusválido, palabras a las que nos oponemos porque reflejan la realidad de esa época en donde no se daba ninguna facilidad a las personas con discapacidad. En ese tiempo las personas estaban confinadas a sus casas y ‘sufrían’ una discapacidad, pero hoy nadie está así, las personas, hoy, viven en una situación de discapacidad y hacen una vida normal, los jóvenes van a la universidad, van a fiestas, carretean, pero para ello necesitan un entorno que les facilite hacer las cosas”.

-¿Han habido avances?
“De a poco se está entendiendo, pero hay que hacer un cambio potente de lenguaje, de cómo se enfrentan las noticias o qué es lo que se muestra hacia afuera. Mira el caso de este niño que fue atropellado cuando iba a correr una maratón; algunos hablaron de que su vida había quedado truncada, lo que significa sepultarlo, mientras que la familia cree que él va a correr la maratón el próximo año, pero en otras condiciones”.

-¿La sociedad no quiere ver la discapacidad?
“De alguna manera persiste la idea de que la discapacidad tiene que ver con dolor y naturalmente el ser humano se aleja de esas cosas. Por eso hay que cambiar la visión; cada uno tiene que ver cuáles son sus responsabilidades y la de la sociedad debiera ser intentar alisarles el camino.
“Es una cuestión de capacidades; uno puede tener un cruce de calles y puede haber en una esquina una persona en silla de rueda y otra no; dependerá del diseño de ese cruce la posibilidad de que ambas se encuentren en un 100% de su capacidad para cruzarlo y no tengan diferencia”.

-Las normas se dictaron el 95, ¿cuántos hemos avanzado?
“Se ha avanzado y el tema hoy es la calidad de la solución. Es indiscutible que es más fácil desplazarse hoy por la ciudad que hace 20 años, pero no podemos quedar pegados en ‘soluciones para’ porque son malas soluciones y con ellas no se avanza. Los arquitectos debieran tener como obligación diseñar para todas las personas, esto es, para un anciano, un padre con coche de guagua o una persona en silla de ruedas.
“Hasta ahora el planteamiento es ‘no se olvide de hacer una rampa para discapacitados’ como si se tratara de una cosa anexa, que va al lado y que no tiene mayor importancia. El tema hoy es generar entornos que puedan ser usados por todas las personas y se debe apostar a diseños universales.
“Con esto, no debiera quedar ningún espacio, excepto el estacionamiento para personas con discapacidad, que sea considerado especial. No debieran existir espacios ‘para tal tipo de personas’. No debieran existir baños para personas con discapacidad, sino que baños familiares.”


Pamela Prett hace un alto aquí para reseñar qué pasa con aquellos espacios que han sido diseñados para personas con discapacidad. Si bien existen, por ejemplo, baños especiales, generalmente, se encuentran cerrados con llave y nadie la tiene o están ocupados como bodega. “Así todo lo exclusivo y especial no funciona, tiene ser apta para todos”, dice.

-¿Qué rol ha jugado en todo esto la Teletón?
“La Teletón hizo visible esta realidad, pero sólo 48 horas y como si se tratara de un pago de conciencia....”

-O sea, se da plata para la Teletón, pero se usa el estacionamiento reservado.
“Exacto. Además, el mensaje subliminal que deja la Teletón de por medio es que si la persona recibe rehabilitación, luego se levanta y eso no es así. No todos se levantan, todos siguen haciendo su vida, pero en otras condiciones y ahí viene la cuota de responsabilidad personal. Si soy arquitecto tengo como responsabilidad hacer espacios accesibles; si tengo un local de servicio, mi responsabilidad es bajar el mesón de atención, si soy un banco mi responsabilidad es tener cajeros automáticos para todas las personas.
“Esto tiene sentido, en España generaron un nicho al turismo accesible, con buena hotelería y circuitos y hoy tienen millones de turistas con condiciones de discapacidad que los visitan. En esto hay mercados, mercados inmobiliarios y otros”.

-Uno puede entender que el ciudadano no vea la discapacidad, ¿es explicable que no la vea la autoridad, muchos edificios públicos no cumplen con la norma?
“Es que no existe fiscalización. El año pasado se dictó una segunda ley que contiene nuevos conceptos y que obliga, entre otros, adecuar nuevamente la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción. Esta ley dio origen al Servicio Nacional de la Discapacidad, Senadis, y en él un departamento de arquitectos que trabaja con todos los ministerios en la coordinación y aplicación de la norma”.

-La mirada en todo esto es de una persona con discapacidad que va con otra que la ayuda, no una persona autónoma.
“Todas las normas nuevas hablan de autonomía e independencia. Todos suponen que a las personas en sillas de ruedas las van arrastrando, pero eso ha cambiado.
“Las personas con discapacidad han avanzado una enormidad y quien se quedó atrás es la sociedad que no ha cambiado su mirada sobre ellos. Las personas con discapacidad son más resilientes, ellos tienen siempre más dificultades y por eso, tienen mayores capacidades”.


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