Ha visto pasar a miles, cientos de miles, de chilenos por las hermosas instalaciones del Centro Cultural Palacio La Moneda y con ello ha ido agudizando su ojo.
Definitivamente, Alejandra Serrano, asistente social, y directora de este espacio es una voz autorizada para tomarle el pulso a la cultura en Chile. Experiencia y trayectoria tiene de sobra; estuvo casi 13 años al frente de Balmaceda 1215, donde los talleres y cursos formaron a toda una generación y desde el 2007, a sólo un año de su inauguración, dirige este centro que se encuentra bajo una de las plazas cívicas más hermosas de Santiago.
Voz autorizada debe ser definitivamente, porque aunque sobrevino el cambio de gobierno con cambio de coalición de por medio, el ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke la ratificó en el cargo, una señal clara de su buen desempeño.
Su gestión ha llamado la atención. Sin quedarse en chicas, logró traer a Chile la increíble exposición mexicana sobre Frida Kahlo y Diego Rivera con más de 100 piezas y luego, la más visitada muestra en la historia de Chile, “La antigua China y el Ejército de Terracota”. Ahora, en noviembre, se acerca la muestra por el centenario de Roberto Matta.
-Con los años de expertisse, ¿en qué pie colocas la cultura en el Chile de hoy?
“He sido observadora de primera línea y he visto cómo de ser un tema muy secundario, poco prioritario, ha pasado a ser un puntal, un pilar de la estrategia de desarrollo del país. Creo que lo que ha pasado es que al país le ha ido bien, ha crecido, ha logrado superar las necesidades básicas de los chilenos más pobres y ha sido capaz de incorporar como política pública el tema de la cultura. Se han creado instrumentos y se le dio una institucionalidad lo que significa que se tomó en serio el tema, haciéndole parte de la gestión pública con envergadura, con un consejo nacional, con presupuesto, con un ministro. La cultura dejó de ser el pariente pobre, haciéndose lo que se podía desde la División de Cultura del Ministerio de Educación”.
-¿Crees que en esto fue fundamental los 20 años de democracia a cargo de un sector político que tenía la cultura dentro de sus banderas?
“Supongo que algo de eso es así, pero lo más fundamental es que al país le ha ido bien y ha rebalsado un poco a otro sector y se ha podido invertir, financiar de manera seria y sostenida una política en cultura”.
-¿Y dejó de ser bandera de un sector?
“No te sabría contestar. Creo que sigue sintiéndose que la cultura, que los creadores, están más hacia a la izquierda que la derecha, pero desde el momento en que la cultura se convierte en un tema que nos involucra a todos, en el cual todos los chilenos tienen opinión y expectativas más allá de su pensamiento político, la cosa trasciende. Si lo miras derecha-izquierda no logras comprender su complejidad, porque Chile ya no es así”.
-¿Qué área ha crecido más?
“Cuando yo llegué hace 17 años había mucha menos oferta cultural, mucho menos acceso, mucho menos demanda, la gente no tenía en su agenda personal, su rutina, una expectativa clara al consumo, a la búsqueda, a la petición. Hemos avanzado en lo formal, administrativo, pero también en lo concreto; hoy no sólo esperamos un evento, un carnaval, todos queremos cosas persistentes, de calidad, queremos infraestructura. Los que trabajamos en esto queremos que las políticas sean eficientes y eficaces.
“Hay una cosa que está instalada en el inconsciente colectivo y es que la cultura es parte de”.
-¿Eso explica que este centro cultural o el GAM tengan una demanda tan fuerte?
“A mí me satisface en lo personal que a este centro cultural venga tanta gente y mucha de ella no ha tenido prácticas de consumo de cultura, de ir a museo, a exposiciones. Se trata de gente que no ha entrado nunca a una galería de arte ni al Museo de Bellas Artes y todos los esfuerzos que hacemos se pagan con eso. Esto ha generado interés en el público, deseos de volver Mi hipótesis es que toda esa gente que hoy está dispuesta a venir para acá, también estará disponible para acceder a otras ofertas parecidas. Y esa es la gran contribución. Cuando la gente desarrolla experiencias de consumo que son satisfactorias, normalmente, va a avanzar hacia una mayor búsqueda de experiencias. Esto se convierte en una bola de nieve, que cada vez trae más gente”.
-Impacta lo que sucede con una Muñeca Gigante o unos guerreros de terracota. ¿Puede ser que la gente haya cambiado su percepción de que la cultura no es cara? ¿O sigue siendo cara, pero ya es accesible?
“Creo que algunas cosas tienen barreras financieras y significa que segmentos importantes de la población quedan fuera del consumo. Hay recitales que lo son, pero también hay muchas otras cosas que no se pagan o que son muy baratas; hay muchas cosas de fácil acceso y creo que eso hace que sectores importantes de la población que no consumían, sí lo estén haciendo hoy. Esto genera disposición a poner unos pesos más... los jóvenes son grandes consumidores de cultura.
“Es además absolutamente lógico que haya ofertas distintas donde algunos se sostienen en las entradas ya que no tienen aportes públicos y otros son parte de las políticas públicas que tienen como tarea fomentar el acceso”.
-¿Hay que acostumbrarse a que permanezcan ciertos nichos elitistas en la cultura, como la ópera?
“Cuando la ópera se presenta en la Plaza de Armas se llena, pero el tema es que montar ópera es una tarea muy cara, ardua. Hay cosas que son extraordinariamente caras aquí y en cualquier parte y para sustentarse tienen que recurrir a la recaudación. A lo que yo aspiraría es que en este país las óperas estuvieran más tiempo montadas para que más gente estuviera disponible a verlas. Pero aún así, cuando hay una ópera la gente puede optar a entradas, dos horas antes, con un 75% de rebaja, o sea, hay políticas internas para maximizar el acceso del público al menor precio”.
-Hablas del aumento de la oferta, ¿eso ha complotado contra la calidad?
“Creo que no. Todo lo que nosotros hacemos aquí es de excelencia, pero hay otras cosas afuera que quizás, a algunos puede parecerles que en términos de calidad no la tienen como es traer a ciertos músicos. Pienso, sinceramente, que todo cabe.
“Tengo alta tolerancia a que la gente disfrute lo que quiera, lo que sí es que hay personas como yo que tenemos como tarea fomentar que la gente tenga acceso a cosas de calidad y la calidad entendida en que hay un estándar con consenso de los expertos. Ahora, hay otras cosas que tienen otros estándar, otro público y creo que todo tiene que coexistir”.
-¿Pero no se ha traspasado un poco el límite, de ponerle cultura a cualquier cosa?
“Bueno, también de declarar artista a cualquiera... eso a mí no me duele. Si el que fuera todo certificado condicionara la innovación, el emprendimiento, prefiero que se corra el riesgo. Prefiero la diversidad, la energía, la creación, aunque haya cosas que no sean del estándar que uno quisiera. Si ajustarse a un estándar significa una oferta reducida para un público reducido prefiero lo otro”.
-Hablemos del público, hoy tenemos un público masivo, ¿tenemos un público instruido o ahí estamos al debe?
“Tenemos un público diverso. El público de Balmaceda era joven, inexperto, sin mucho acceso y eso no importaba nada si se lograba canalizar la energía creativa hacia un diálogo con los otros; eso era extraordinario y no he visto en mi vida algo mejor para formar audiencias que Balmaceda. Aquí, en el centro cultural hay público que ha visitado los grandes museos del mundo, muchos expertos como estudiantes y profesores de carreras artísticas, pero también familias de las zonas más retiradas de la capital que por primera vez entran a una exposición. Hay una enorme diversidad de público y nosotros nos hemos esforzado para que las exposiciones le hablen a todos ellos, que logren satisfacer el estándar más exigente así como conseguir que la complejidad pueda ser decodificada por el que no conoce nada”.
-¿El sistema educacional chileno sí está al debe en cuanto a formación cultural?
“Sí, creo que sin duda. Hay un tema de formación de audiencia que es prioritario que lo asuman los establecimientos educacionales. Y ojalá más que estudiar a los artistas tuviéramos la oportunidad de apreciarlos por lo notable que fueron. Tenemos como país mucho que ofrecer y tenemos una gran deuda en formar audiencia y posibilitar que los jóvenes tengan acceso a apreciar eso.
“También el sistema educativo tiene una gran deuda en la búsqueda, selección y desarrollo a los talentos. Quién mejor que la escuela podría detectar tempranamente talentos en la música, en las artes, en el drama. Es muy pobre la oferta que tiene el sistema en la enseñanza básica y media”.
-El Estado ha cumplido un rol fundamental en lo que ha pasado en Chile, ¿cómo sale evaluado en esto el sector privado?
“Creo que está aprendiendo. Nosotros tenemos un aporte público presupuestario que nos permite sustentar la operación y muy poco más y todo lo que hacemos en el centro son de gran presupuesto y entre mejor, más caro. Esos grandes presupuestos son sustentados casi completamente por el sector privado. Ahora este es un espacio que muestra resultado y con amplia cobertura por lo que sería mentiroso decir que las empresas no rentabilizan su imagen al presentarse con nosotros.
“Creo que lentamente, se empiezan a sumar empresas, pero falta muchísimo. Falta más comprensión por parte de los empresarios de que la cultura y el acceso a los bienes culturales de alguna manera contribuye a que la gente se sienta integrada, participe y eso profundiza la democracia, profundiza un clima de convivencia sano, enriquecedor, genera un ambiente propicio para el país y ellos debieran, como todos, resguardar el clima del país. A todos ellos les sirve mucho que tengamos dos Premios Nobel; es algo que contribuye a posicionarnos como identidad nacional afuera, a posicionar por lo tanto, nuestros productos fuera. Es bueno para el espíritu y es bueno para los negocios, para el negocio país. Tienen que sopesarlo como uno de los pilares en la estrategia desarrollo país”.