El caso Karadima marcó un quiebre. Sus aristas remecieron y dejaron al descubierto el silencioso y doloroso camino que muchos niños y adolescentes abusados sexualmente recorren antes de hacer público el hecho, si es que lo hacen.
Considerado emblemático, la denuncia de cuatro profesionales contra un sacerdote octogenario y carismático, evidenció en toda su crueldad algunas de las características que se repiten en estos casos: el abusador es una persona del círculo de confianza que tiene ascendiente sobre las víctimas; el silencio puede extenderse por años, en este caso, más de 20 y las víctimas se consideran a sí mismas las responsables del hecho.
La psicóloga María Josefina Martínez, quien trata abusos sexuales en niños desde 1992, se ha visto tangencialmente tocada por el caso Karadima, porque a raíz de los hechos conocidos, la Iglesia Católica decidió crear un Consejo Nacional para la Prevención de Abusos contra Menores de Edad y Acompañamiento de las Víctimas y a ella la nominaron como una de sus miembros.
Especialista en el tema, asegura que los cambios evidenciados en los últimos años, donde los casos de abusos sexuales se conocen a través de los medios de comunicación, cabe la posibilidad de que estos disminuyan. Sin embargo, levanta una alerta al señalar que los adultos se equivocan si reducen el tema de la prevención sólo a una estrategia de autoprotección por parte de los niños.
-¿Qué ha pasado con el abuso sexual en las últimas décadas? ¿Son más frecuentes?
“Se hipotetiza que son más visibles; los abusos sexuales son un fenómeno tan antiguo como el hombre sólo que por muchos años estuvo muy callado e incluso, en algunas culturas, bien naturalizado. En Chile, en 1992, recién se estaba empezando a hablar del tema y hoy la sensación es que cada vez hay más abusos, pero creemos que el tema es que hoy se habla más, se denuncia más y por lo tanto, se hace más visible”.
-¿Qué efectos tiene que se haga más visible?
“Que se haga más visible es la única forma de empezar a detenerlo, de empezar a prevenir su ocurrencia. La dinámica del abuso se caracteriza por el ocultamiento, por estar amparado por el silencio que le impone el abusador a su víctima y la invisibilización del fenómeno es lo que permite que siga ocurriendo.
“Empezar a romper el silencio es la estrategia fundamental para prevenirlo; y el abuso sexual es un fenómeno gravísimo en términos emocionales y psicológicos. Tenemos que pensar que lo que hace el abusador -además de manipular la confianza que el niño ha depositado en él y de involucrarlo en conductas sexuales que resultan del todo inapropiadas para su edad,- es instalar un discurso culpabilizante, donde el abusador hace creer a su víctima que es ella la que tiene la culpa de lo que está ocurriendo. Así tenemos una víctima que crece sintiéndose culpable de hechos que son horrorosos, sancionados, juzgados, y además, pensando que es una persona mala, sucia y poco digna del respeto de otros. Por eso hay personas que jamás van a romper este silencio”.
-¿A estas alturas, existe todavía confusión sobre qué se entiende por abuso sexual?
“Uno de los mitos es que el abuso sexual es violación, que implica penetración y mucha gente probablemente sigue pensando eso. Pero el abuso sexual involucra un amplio espectro que puede considerar conductas con o sin contacto físico, como lo es el exhibicionismo de un adulto frente a un niño. Cuando se va ampliando la definición de abuso se van detectando más casos”.
-Algunos consideran que el abuso sexual salió del closet...
“Está saliendo desde hace algunos años; las noticias cada cierto tiempo nos ponen delante estos hechos, lo que ocurre es que cuando pasan los meses nos olvidamos. El abuso sexual viene apareciendo como tema, pero lo importante es que no nos olvidemos de él. Ese es un desafío como sociedad, los medios en eso cumplen un rol fundamental, que es mantener el tema en el tapete”.
-¿Para qué ha servido que estos salgan del closet?
“Para que las víctimas hablen, para que rompan el silencio, para que se liberen de ese yugo que es muy atormentante y también para que los terceros, todos nosotros, lo podamos pesquisar, ver las señales”.
-¿Esto ayuda en la reparación de las víctimas?
“Muchísimo, siempre y cuando estos hechos de abuso que salen a la luz sean creídos, sean escuchados. Si los temas se van a saber y no les vamos a creer, permaneciendo pasivos, la verdad es que lo único que vamos a conseguir es una revictimización, de volver a dañar. Cuando se saben los hechos y hay un reconocimiento público por parte de la sociedad de que los hechos son verídicos, lo que implica hacer justicia y se puede enmendar la dignidad de la persona dañada”.
María Josefina Martínez señala que la salida del closet también ha ayudado para que se produzca con más frecuencia la detección precoz del abuso, pero “es muy riesgoso afirmar que el período de silencio en todos los casos de abuso, se está acortando”.
-¿Todavía no se encuentra la fórmula infalible para poder prevenirlo?
“Desgraciadamente no la hay y no existe porque el abuso sexual es un fenómeno complejo dado por el hecho de que sus causas son múltiples. No podemos encontrar la causa que lo genera. La prevención se hace muy compleja y por eso, no sólo se trabaja en prevención, sino que en promoción de contextos relacionales más seguros para los niños que ayuden a que disminuyan su incidencia, o que los niños puedan divulgar más tempranamente o que los adultos podamos detectarlos más precozmente”.
-¿Aún así, cuáles son las medidas que son necesarias tomar?
“Una de ellas tiene que ver con estar conectados con los hijos, ésta es la estrategia preventiva básica. No sólo saber con quién andan, que son medidas de supervisión, sino que también estar implicado en lo que les ocurre.
“Desgraciadamente los programas de prevención están demasiado basados en entregarle a los niños estrategias de autoprotección; se suele sostener el slogan que niño informado es niño seguro y nos creemos el cuento de que si un niño sabe que nadie puede tocarlo, eso no le va a ocurrir. Se ha demostrado que cuando el abusador es de la confianza del niño, difícilmente el pequeño va a poder decir que no o arrancar.
“Descansar excesivamente en estos programas de autoprotección tiene el riesgo de generarnos una sensación de falsa seguridad; de dejar en manos de los niños, que son los más vulnerables, la prevención de un problema que es tremendamente complejo.
“No es que no hay que enseñarles a los niños que sus partes privadas nadie las puede tocar, pero esos programas corren el riesgo de poner sobre los niños un mandato que es imposible cumplir. Es muy difícil que un niño pueda detener un abusador”.
-¿Qué se puede hacer?
“Hay que trabajar con los adultos para que primero, reconozcamos que el abuso sexual es un problema que existe y que nos afecta a todos. De ahí estar preparados para mirar a los niños, estar conectados con ellos. Y además seguir maniobras preventivas más sutiles como revisar críticamente el tipo de relación que se establece con el niño, porque venimos de modelos bien autoritarios y hoy eso se ha debilitado, entonces el gran tema es cómo establecer relaciones de autoridad sana con ellos, donde se pueda cuestionar que los niños tienen que hacer todo lo que los adultos ordenan, o hacer todo lo que ellos dicen.
“La pregunta es cómo se hace para que los niños desarrollen un sentido crítico frente a los adultos, pero aún así, los padres podamos mantener la autoridad. Hay que tener cuidado, porque las relaciones excesivamente autoritarias muchas veces generan el clima propicio para que se den los abusos sexuales”.