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Manuela Tomei: “Las mujeres son consideradas como trabajadoras secundarias”

Personera de la OIT asegura que la desvalorización del trabajo femenino hace que sus condiciones sean más vulnerables y desprotegidas. Advierte que la falta de políticas de conciliación obliga a las mujeres a aceptar trabajos informales y precarios.

03 de Noviembre de 2011 | 08:35 | Por María José Errázuriz L.
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Tuvo una intensa agenda de 24 horas en Chile, oportunidad en la que se reunió con la Ministra del Trabajo y otras autoridades para ver la posibilidad de que nuestro país ratifique el nuevo convenio de la OIT que establece los derechos para las trabajadoras de casa particular.


Manuela Tomei, socióloga italiana y directora del Departamento de Protección Laboral de la OIT, habla perfecto español porque pasó su infancia en Perú y desde hace más de 20 años trabaja en ese organismo internacional. Al frente de esta repartición debe estar atenta a temas como condiciones de trabajo, seguridad laboral, protección de los trabajadores migrantes y la lucha contra la discriminación de los trabajadores con VIH.


Cree que Latinoamérica y Chile han registrado avances, en los últimos años, respecto a una mayor incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo, pero advierte que siguen siendo mercados laborales bastante segmentados donde ellas se ven reducidas a trabajar en determinados sectores como servicios. Asimismo, cree que estas ocupaciones se caracterizan por tener una mayor precariedad laboral y niveles de ingreso inferiores al promedio.


Rescata los avances de nuestra legislación sobre derechos de las trabajadoras de casa particular como fuero maternal, feriados y salario mínimo, pero considera que se debe avanzar en otras áreas como jornada de trabajo y horas extraordinarias.


“En Chile, la trabajadora doméstica tiene una jornada de 72 horas semanales, mientras que los demás trabajadores sólo una de 45 horas. Es decir, hay una brecha importante que debe ser abordada por la sociedad”, afirma.

-¿Cuáles son los factores que hacen que las mujeres estén menos protegidas que los hombres en las fuentes de trabajo?
“El trabajo doméstico es bastante sintomático y por eso, vuelvo a él; este trabajo no es considerado trabajo, sino una ayuda a las familias. El tema ahí es que muchas de las ocupaciones que se dan a las mujeres son consideradas como un trabajo subsidiario, auxiliar, que no tiene igual dignidad que otros”.

-¿Están más desvalorizados en todo sentido?
“Eso tiene que ver con los sectores; en el caso de los servicios, ahí hay una gran concentración de mujeres y ellas siguen siendo consideradas como trabajadoras secundarias y por lo mismo, se cree que ellas están más dispuestas a aceptar condiciones, remuneraciones, por debajo del resto. Se parte del supuesto que la mujer tiene al marido, al papá, o al hermano que la mantiene y que su aporte es una simple ayuda a la familia.
“Otro problema se relaciona con el hecho de que por la desigual división del trabajo en el hogar, entre hombres y mujeres, tiende a tener mayores restricciones en cuanto a su disponibilidad para insertarse en un trabajo remunerado. La falta de guardería u horarios de trabajo menos flexibles impiden que las mujeres puedan aceptar un cierto tipo de ocupación”.

Manuela Tomei es clara: “la ausencia de políticas de conciliación trabajo-familia llevan a que las mujeres opten por ocupaciones que son informales o más precarias porque ellas son las que le permiten cierta adaptabilidad con sus responsabilidades familiares”.

-Todo esto pasa por los Estados, ¿estos fallan más en la dictación de normativas o en la fiscalización?
“Hay de todo, depende del nivel de desarrollo socioeconómico; de la situación del mercado del trabajo y el rol que tiene la mujer en la sociedad. Hay Estados donde la legislación vigente va en el sentido de reconocer una mayor igualdad por lo menos en términos de derechos y el problema puede ser de fiscalización. En otros es a la inversa”.

-¿Y en qué pie está Chile en cuanto a protección de las mujeres?
“Se ha legislado la prolongación de la licencia postnatal que ha reconocido la licencia por paternidad. Esto es un avance y en muchos países el permiso parental compartido forma parte de una estrategia de una distribución más equitativa de las tareas de la familia, que ayuda a que las mujeres no sean percibidas como más caras por el empleador. Se lucha contra el estereotipo que señala que los hijos son menester de las mujeres”.

-La maternidad sigue siendo uno de los factores que afectan la empleabilidad de las mujeres. ¿Cómo se revierte?
“Definitivamente sí lo es. (Se revierte) haciendo menos cara su contratación y en ese sentido permitir que tanto hombres como mujeres se queden en casa cuidando al bebé va en la línea correcta; pero esto debe ser obligatorio, estableciendo que si el hombre no hace uso de la licencia pierde los beneficios. Muchos países han tomado estas medidas con miras a incentivar a que los padres asuman como propias las responsabilidades de educación de los niños.
“En la medida que las responsabilidades familiares sean compartidas en forma tan inequitativa, el empleador va a seguir considerando a la mujer –ajeno a su desempeño- como un trabajador que podría fallarle en algún momento y de ahí, que sus ambiciones profesionales estarían limitadas. El empleador nunca tiene esa percepción de los hombres y al contrario, a los hombres que tienen hijos se les considera mucho más responsables porque ellos tienen que mantener a su familia y van a tratar de dar lo máximo por su sueldo”.

-Latinoamérica tiene sociedades machistas, ¿esto es difícil de revertir siguiendo el camino de la buena voluntad del empleador?
“Sí, por eso creo que se necesita un mix de medidas. Por un lado la ley puede cumplir un rol fundamental al sentar las pautas y dar señales políticas fuertes; es apuntar a cierta dirección porque se desea determinadas transformaciones en la sociedad. Al mismo tiempo, cuando lo que está en juego son mentalidades tan fuertemente arraigadas y que son el resultado de siglos de ver las cosas de determinada manera, es importante tener incentivos adecuados para los diferentes involucrados. También hay que tener modelos que puedan promover estos cambios y asegurarse que tanto las organizaciones de trabajadores como de empleadores participen de este proceso de transformación. “Hay que promover que las mujeres alcancen mayor presencia cuantitativa en todas las organizaciones de manera que logren romper con el techo de cristal que se establecen en todas ellas”.

-¿Hay que trabajar por una mayor sindicalización? Chile tiene tasas bastante bajas.
“Este no es un problema restringido sólo a Chile, y tiene que ver con el hecho de que los trabajadores sindicalizados están insertos en empleos formales. Hay todo un desafío, no sólo para Chile, en orden a avanzar hacia esos trabajadores que tienen relaciones de empleo más precarias, y hacerlo implica abrirse más a la mujer, porque muchas están en áreas como de servicios, que tienen baja sindicalización”.

-La informalidad del trabajo femenino es un tema, ¿cómo encauzarlas hacia la formalidad?
“La informalidad no es sólo elevada en la mujer; es una característica de muchos de los mercados de la región. Y antes de empezar a pensar cómo reducir la informalidad de la mujer hay que plantearse el tema con mayor amplitud y eso tiene que ver con cómo asegurar que el crecimiento económico se traduce en la creación de más empleos formales.
“Además, hay que legislar y tomar medidas destinadas a botar barreras que impiden la inserción de la mujer como son las restricciones que existen para compaginar trabajo y familia. Y no se trata sólo de políticas relacionadas con el mercado laboral, sino que otras como de infraestructura y transporte que disminuyan, por ejemplo, los tiempos de traslados”.


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