El cuerpo solicita aquella infusión china con siglos de tradición: el té. Las hojas secas de color negro que llegaron a nuestras tierras en manos de los descubridores fueron tan populares que, con el pasar de los años, la variedad en el mercado creció hasta el punto que comprarlo muchas veces se torna un desafío. Por esto, aquí te mostramos las propiedades algunos tipos de té que puedes encontrar en Chile.
Té blanco: esta variedad se debe a que los huertos son sembrados a la sombra de las montañas, evitando la generación de clorofila.
Su principal virtud es que posee mayor cantidad de antioxidantes que cualquier otro té, por lo que combate el envejecimiento de la piel, además de aumentar la concentración y favorecer la eliminación de grasas. Por esto, durante siglos fue el té reservado al emperador y sus visitas.
Té azul: se trata del punto medio entre los tés verde y negro, ya que su sabor es parecido al verde, pero sin aquel pastoril dejo de hierba en el paladar, mientras que su similitud con la variedad negra radica en el color, aunque desprovisto de aquel sutil dulzor.
Este bebestible es bueno porque refuerza el sistema inmunológico, reduce lo niveles de colesterol y combate la hipertensión arterial, además de limpiar la piel.
Té amarillo: una vez recolectadas las hojas, estas son dejadas fermentar y por eso adquieren aquel color. Sin embargo, la degradación contribuye a que las hojas amarillas exhalen mayor cantidad de aroma cuando entran en contacto con el agua.
El aporte que el té amarillo realiza al cuerpo consiste en ácido fólico y las vitaminas B, B1, B2 y C, junto con retardar el envejecimiento celular y prevenir los problemas a la visión. No obstante, el té amarillo mancha los dientes por ello se recomienda lavarlos cada vez que se ingiere.
Té kukicha: las ramas del té verde permanecen tres años en la planta para dar origen al tipo kukicha, cuyas hojas y tallos son tostados al fuego para obtener una infusión suave con un ligero sabor a nuez.
Su virtud radica en que, al estar más tiempo en la planta, posee mayor cantidad de minerales, entre los que destaca el calcio. Además, tiene efectos revitalizantes y diuréticos, junto con servir para lavados oculares en caso de conjuntivitis.
Té pu-erh: hace siglos su consumo estaba limitado a la nobleza china porque para elaborarlo las hojas son guardadas entre dos a cincuenta años en vasijas de cobre, proceso que le otorga al pu-erh el color rojizo y un fuerte sabor que lleva a beberlo pausadamente, igual que un vino.
El consumo de té pu-erh favorece la digestión de alimentos ricos en grasa, baja el colesterol, equilibra el metabolismo hepático y fortalece el sistema inmunológico.
Té rooibos: lo sacan del arbusto al que debe su nombre, por lo que en realidad no es té ya que este último proviene de la camelia sinensis, pero se comercia como tal debido a su parecido con las hojas del té.
El rooibos es beneficioso para la salud porque -al poseer menos cafeína que sus similares -, contribuye a la relajación del sistema nervioso, además de aliviar los cólicos de niños pequeños.
Té chai: esta bebida nace de la disputa de chinos e ingleses por la soberanía del té. Cansados del conflicto, los británicos decidieron inaugurar plantaciones en la India colonial, lugar donde nació el té chai. Su diferencia con la infusión tradicional radica en que contiene jenjibre, canela, clavo de olor y ginseng, otorgándole un sabor dulce y refrescante a la vez.
Al té chai le son atribuidas virtudes anticancerígenas, la reducción de la flatulencia y la aminoración de los efectos del Mal de Alzhaimer.
Té Earl Grey: fue la variedad preferida del conde Grey, quien lo popularizó durante el siglo XIX gracias al regalo de un chino que, según cuenta la historia, su hijo fue rescatado de las aguas por los hombres del nombres del noble británico. De este modo Grey se tornó aficionado a la mezcla de té negro y aceite de bergamota.
El Earl Grey posee la amargura del té negro con tintes cítricos y un aroma intensificado gracias a las cáscaras de bergamota. Junto a ello, es popular gracias a sus efectos contra la ansiedad, depresión y el combate a los resfríos.
Té Lapsang Souchong: es un líquido más oscuro que el resto de los tés debido a que se trata de las hojas de té negro ahumadas, lo que también intensifica su aroma. La idea de secarlo al humo se debe su procedencia de montañas altísimas a donde los rayos del sol llegan de modo tenue.
El té Lansang Souchong se recomienda para acompañar quesos o comidas saladas, además de ser un buen diurético y ayudar a la reducción del colesterol.
Té negro: es el más famoso en Occidente y su nombre se debe a que cuando aún no vertida el agua hirviendo sobre las hojas, estas son de color negro. No obstante, los japoneses lo llaman rojo por su tonalidad una vez preparado.
Aparte de las diferencias de ángulos sobre la coloración de la bebida, el té negro se gradúa en tres categorías: Ceilán, Assam, y Darjeeling, siendo considerada esta última como la de mejor calidad por los ingleses. Finalmente, el té negro es diurético, antioxidante y estimulante, casi como una taza de café.
Té verde: su color se debe a que es recogido cuando aún contiene clorofila y luego es secado rápidamente. Además, se trata de la segunda variedad de té más popular en el mundo, cuya denominación en China depende de la región donde fue extraido, mientras que en Japón el grado alude a la forma en que fue recolectado.
El té verde es vaso dilatador, lo que aumenta el estado de alerta cuando la mente ya no quiere más guerra. También esta variedad de té posee propiedades diuréticas y una alta concentración de flúor, lo que ayuda a conservar la salud dental.
Té rojo: las hojas secas poseen tonos rojizos debido a que es secado en tiestos de cobre y su valor en el mercado depende de cuánto tiempo haya sido procesado, factor que fluctúa entre dos y cincuenta años.
La gran virtud del té rojo es su capacidad para aumentar el metabolismo, lo que apunta a perder peso rápidamente, junto con desintoxicar el cuerpo y levantar el ánimo. Sin embargo, no debe ser usado por embarazadas, niños y personas con tratamientos médicos prolongados debido a sus efectos sobre las reacciones químicas de las células.