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"Quedé embarazada a los 33 años. El padre de mi hijo quería que abortara, pero yo no quise. Además, venía saliendo de otra relación de años, donde había intentado tener hijos durante un tiempo largo pero sin lograrlo. Entonces decidí tenerlo sola. Fue la mejor decisión, te llena de satisfacción", cuenta Violeta Gajardo, profesional de 43 años.
"Pero tienes que ser muy organizada, porque nadie te ayuda en la logística de las mañanas o las noches. Además, siento que también te cierras un poco, por ejemplo, a la vida social. No puedo ir al gimnasio ni al cine después del trabajo, menos a un happy hour o lo que sea, porque no tengo a una pareja en quien poder descansar o delegar y para hacerlo tengo que contratar con tiempo a una babysitter, porque tampoco se trata de abusar de quienes te apoyan en la familia. Creo que lo más complicado, en cierto sentido, es que solo yo soy la responsable de cuidar y educar a mi hijo, aunque a veces es un alivio también. Ese es el gran peso y no que te señalen con el dedo porque tienes un hijo sin casarte o sin pareja, creo que eso ya no ocurre y si pasa es cuando son madres adolescentes", agrega.
La historia de Violeta Gajardo se repite frecuentemente entre las mujeres que, ya adultas y con estudios profesionales o con trabajo estable, deciden enfrentar la maternidad en solitario. La mayoría en circunstancias donde sus relaciones de pareja están en un punto de quiebre o ya terminadas, y como a veces cuesta cortar, los reencuentros azarosos siempre traen sorpresas con pies y manos, cuando no se usan métodos anticonceptivos.
En esos casos, la problemática de ser madre soltera hoy y siempre estaría en que se cría y se mantiene en solitario por un lado y, por otro, en que se restringen las posibilidades de esparcimiento, ya que los hijos son de tiempo completo.
"Siento que ser madre soltera o sola en un país como Chile significa casi un apostolado, dadas las dificultades propias de una economía altamente capitalista neoliberal. Es un esfuerzo imposible de lograr sin morir o enloquecer en el intento", reflexiona Angélica Valero, doctora en Género y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (ange_vale@yahoo.es).
Es justamente ese equilibrio emocional y económico en el que viven las que las sitúan en desventaja frente a las familias biparentales. Porque ser madre y padre a la vez resulta más complejo en el día a día, que estar fijándose en lo que dice la gente. No hay tiempo ni energía.
Porque la maternidad en soledad lleva implícito el deseo, afirma Angélica Valero, de querer brindar a los hijos bienestar en todo sentido, desde el emocional hasta el material, pero esas ganas hacen que los hijos también vayan cargando con la culpabilidad, frustración o desesperación de las madres, cuando no logran cumplir con esos objetivos de confort. Entonces, para evitar esas vivencias negativas, la mujer trabaja y trabaja, y lo hace duramente para que nada le falte a su hijo o hija.
Por eso, resulta coherente la experiencia de Violeta Gajardo, quien cuenta que la reacción del entorno se relaciona con la pena o lástima que le expresan por estar sola criando a su hijo, más que estigmatizarla por lo que hizo o dejó de hacer.
"Depende del segmento social en que te muevas, pero creo que el prejuicio está en creer que existe, porque desde hace rato hay una apertura de mente sobre la composición de las familias en el país y las empresas lo han ido asumiendo, aunque todavía no existen las condiciones ideales", señala.
Padres ausentes
"¿Cómo es posible que haya hombres que no pesquen a sus hijos?", es la pregunta inquisitiva que Violeta Gajardo plantea a quienes prejuzgan.
Afirma que como mujer se asume la responsabilidad del acto, pero le llama la atención que a esos papás "no se les diga nada por abandonar a sus hijos y ser los responsables que éstos carguen emocionalmente con sentimientos de abandonos e inseguridades, porque sienten el rechazo y esa falta de amor que no les entrega quien le dio la vida, aunque suene cursi", afirma.
Es que el estado de gracia no le llega a todos por igual. Sea como sea, los hijos de madres en soledad y madres con pareja no tienen grandes diferencias.
"Depende de cada caso, pero los niños de ahora son muy resilientes y si los padres están juntos, pero hay un papá ausente porque trabaja mucho, también va a impactar a los hijos. Lo más recomendable es tengan una imagen paterna presente, ya sea en el padre biológico, en otro miembro de la familia o alguien que cumpla el rol energético del padre que es mostrarles el mundo y reconocer al hijo como un individuo único", asegura Paulina Rosales, terapeuta de familia.
Por lo tanto, ser madre soltera más que un estigma siempre será un logro. Un estado para enaltecer, admirar y colaborar, porque ser padre y madre a la vez no es nada fácil cuando se empieza a mirar los detalles que implica jugar ambos roles todos los días y a cada rato.