Es difícil que alguien le diga “no” a Rosemary Siggins. Pero no es que sea una mujer consentida, al contrario. Su testarudez viene desde que era muy niña y tuvo que aprender que para hacer valer su opinión y sentirse libre, tenía que luchar. Así lo hizo, por ejemplo, tanto para aprender a caminar con sus brazos, para no usar silla de ruedas y para tener hijos biológicos.
Rose, como le dicen de cariño, nació hace 39 años con agenesia sacra, una enfermedad congénita que le hizo tener sus piernas con grandes deformaciones. Sus pies apuntaban hacia el lado contrario y ni siquiera tenía sensibilidad del tronco para abajo. Por miedo a que sin darse cuenta se hiciera daño, su mamá decidió amputarle las piernas cuando apenas tenía dos años. A los tres, ya caminaba con sus manos.
Al entrar al colegio, y pensando que sería más normal frente a sus compañeros, los doctores le pusieron prótesis, pero el dolor que sentía al usarlas era insoportable. Además, para ella, lo normal era ser como en realidad era: una niña, sin piernas, que caminaba con sus brazos. No tardó mucho en botar sus piernas ortopédicas y partir a clases en skate, un medio de transporte liviano que le permitía controlar su andar con los brazos.
De usar silla de ruedas, ni hablar. “Al crecer, mi mamá me decía que la gente que usa sillas de ruedas es porque las necesitan. Son personas que no pueden caminar ni usar sus piernas. Pero en mi caso, me explicó que Dios me había dado unos brazos fuertes, en vez de piernas. Y debía usarlos”, explicó la mujer a Tendencias & Mujer.
Por su condición, Rose formó un carácter seguro. Pero fue inevitable que en la adolescencia surgieran dudas sobre su futuro. ¿Se enamoraría algún día? ¿Sería correspondida? ¿Tendría una familia? Las respuestas que encontraba no parecían alentadoras.
Haciéndose a la idea de que probablemente estaría sola, siguió su vida buscando ser feliz, y estudió para convertirse en mecánico, dado su fanatismo por los autos. Pero fue precisamente en este rubro que conoció al amor de su vida en 1997: Dave Siggins, un hombre que trabajaba en una tienda de repuestos al que Rose frecuentaba.
Según señaló a la revista Closer con anterioridad, fue una atracción inmediata de parte de los dos. “Me trataba como a cualquier otra mujer. Me decía que era hermosa. Ocho meses más tarde, empezamos a salir”.
“Creo que cada persona tiene a alguien esperándola allá afuera. Si eres discapacitada, encontrarás a alguien especial que te amará y te aceptará como eres. Pero primero necesitas tú amarte y aceptarte, antes que otra persona lo haga”, reflexionó en un correo electrónico enviado desde su casa, en Pueblo, Colorado (EE.UU.).
La madre cool que anda en skate
Aunque Dave mida 1, 80 cm, ambos aseguran que su vida en pareja es normal. De hecho -aunque pensaba que no podría quedar embarazada por su enfermedad-, al año de pololeo, Rose quedó embarazada de Luke, hoy de 13 años.
“Cuando fui a mi especialista, me dijo que nadie con agenesia sacra ha llevado un embarazo a término y que la guagua podría aplastar mis órganos (...) Un doctor incluso aconsejó que abortara, pero me negué. Sabía que las probabilidades de traspasar mi condición eran casi nulas (...) Por suerte, fue un embarazo fácil y Luke nació saludable, por cesárea, en enero de 1999”. En junio de ese año, ella y Dave se casaron.
Lamentablemente, las cosas con Shelby, su hija de 6 años -llamada así en honor al auto favorito de Rose-, no fueron tan simples. Tuvo sangrados, problemas respiratorios y dolores abdominales. Sabía que de complicarse más, intentarían salvarla a ella y no a su guagua y eso la aterraba.
Para la cesárea, debieron extirparle la vesícula y el apéndice. Pero la felicidad valió la pena y hoy, es una flamante madre que lleva todos los días a sus hijos al colegio en un auto especialmente adaptado a ella. Además, se preocupa de conversar con los amigos de Luke y Shelby, e ir hasta sus colegios, para presentar su enfermedad, explicar en qué consiste, y así evitar en lo posible que sus niños sean molestados por sus compañeros.
De momento, está feliz de que éstos encuentren divertido que ella se movilice en skate. Y es este transporte el que se ha transformado en indispensable en su vida. “Es la diferencia entre sentirme atrapada y libre. No podría arreglármelas sin él”, ha comentado.
Por esto, ha comenzado una
campaña para recaudar US$ 5.000 y poder diseñar su “
Freedom Board”, una tabla que se acomode a sus necesidades; que sea liviana, pero que se agarre bien a las superficies, para poder desplazarse en cualquier terreno. Además, quiere que el soporte que ésta tenga sea más ancho, ya que a diferencia de la mayoría de las personas, ella necesita apoyar su tronco con seguridad.
Actualmente está entregada a este proyecto, luchando contra el tiempo. Hoy sus brazos están exhaustos por la exigencia que les ha hecho durante toda su vida. Ya está comenzando a sentir los malestares de la artritis y teme en el futuro tener que entregarse a una silla de ruedas.
Sin embargo, no se queja: “Soy muy feliz. Tengo un marido maravilloso y unos hijos hermosos que amo más que a nada en el mundo. Mi esposo y mis niños me aceptan tal cual soy. Mi vida no podría ser más feliz”.