MADRID - No tenemos tiempo ni para comer. Invertimos tantas horas en el trabajo, en las obligaciones de la vida cotidiana o en la atención de los hijos que, a veces, renunciamos a algo básico: la hora de la comida. En muchos casos, este tiempo se reduce solo a diez minutos.
“Una barbaridad”, según afirma el doctor Antonio Villarino, presidente de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA).
El especialista explica así por qué las prisas son malas a la hora de tomar los alimentos.
1. En primer lugar, comer lleva su tiempo, hacerlo rápidamente es contraproducente. “La comida es un acto que requiere tiempo. El alimento tiene que masticarse bien para llevarlo triturado al interior del estómago. Cuando llega allí, las enzimas lo atacan, y si lo hacen deprisa y corriendo, no trabajan bien, están incómodas”, explica el experto.
2. La rapidez produce molestias gástricas - “El proceso de ingestión-digestión-absorción debe realizarse de forma pausada y ordenada. Si alteramos el ritmo de ingesta, tendremos problemas estomacales”, afirma.
3. Dejamos pasar mucho tiempo entre comida y comida - “Cuando por fin podemos comer, tenemos unos niveles glucémicos tan bajos y tanta hambre que nos comeríamos lo que fuese”, explica el especialista. Este, además, considera que los horarios laborales obligan, a veces, a retrasar la comida hasta después de la hora habitual.
Esto además produciría que a la hora de la hora nos provoquen alimentos más engordantes y con un mayor contenido calórico. Asimismo, el tomarse tiempo para comer nos ayudará a evitar el sobrepeso.
4. Alimentarnos no es un placer, es una obligación - "Si no cambiamos este concepto, no aprenderemos la importancia de ingerir con calma y disfrutar de las comidas”, menciona Villarino. Una dieta equilibrada y variada y tiempo suficiente para poder disfrutarla y asimilarla mejorará nuestra nutrición.