“A mí nadie puede decirme que soy o no soy católica", alegaba en 2008 Aisha Taylor, para entonces, directora ejecutiva de la Conferencia por la Ordenación de Mujeres (Women’s Ordination Conference), un grupo que desde los años 70’ lucha para que el sacerdocio no esté reservado a los hombres en la Iglesia.
El motivo de su crítica, en ese año, se debió a las amonestaciones que recibieron dos mujeres “obispo” (Dana Reynolds e Ida Raming), que habían desafiado al Vaticano, ordenando a tres sacerdotisas en una iglesia protestante de Boston.
"Los católicos que pretenden conferir una orden sagrada a una mujer, y las mujeres que intentan recibir una orden sagrada, por sus propias acciones se separan de la Iglesia", declaró la archidiócesis de esa ciudad, ante tal hecho que automáticamente les confirió el estado de “excomulgadas” a las participantes de la ceremonia.
De este modo se repetía la historia de siete mujeres que recibieron la ordenación sacerdotal en 2002, que el propio Benedicto XVI (para ese tiempo, cardenal Joseph Ratzinger) excomulgó. "No han manifestado ningún signo de arrepentimiento o cambio de actitud por el gravísimo delito cometido", dijo el Papa emérito, una vez que las mujeres habían incluso, oficiado matrimonios y bautizos según la tradición católica.
Ha sido una lucha no menor, pero que aún se mantiene con cerca de 100 mujeres, entre diáconos, sacerdotes y obispos femeninos, alrededor del mundo. De hecho, las propias siete excomulgadas por Ratzinger fundaron el movimiento Women Catholic Womenpriests, que niega ser un cisma y que cada día gana más adeptos que buscan la inclusión, sin por eso desapegarse de sus costumbres católicas.
Sus misas las celebran en espacios de iglesias protestantes y varias de sus sacerdotes han hecho avanzados estudios de teología y ciencias de la religión.
"Lo que más me impresionó fue su inclusión enérgica, no solo con las mujeres, sino que con todas las personas que la Iglesia está haciendo lo posible por expulsar, como a los jóvenes divorciados, gay y lesbianas”, aseguró al The Huffington Post Mike Crowley, miembro de una comunidad de EE.UU. que acoge la iniciativa femenina en la jerarquía religiosa.
No es un grupo menor. Si bien están lejos de ser una mayoría, solo en ese país, un 59% de católicos aseguró en 2010 estar a favor de la ordenación de mujeres, según una encuesta hecha por The New York Times y la CBS. Sin embargo, las conversaciones entre este movimiento y la Iglesia, no parecen ir avanzando.
Junto con felicitar y dar la bienvenida con oraciones al nuevo Papa Francisco, el movimiento emitió un comunicado en el que declaró: “Estamos ansiosas por ver el nacimiento de una nueva era que promueva la inclusión de las voces de las mujeres, los pobres y todos aquellos marginados por la sociedad”.
Pastoras, pero ni tantas obispas, y mucho menos gay: el caso anglicano
A veinte años de que se permitiera nombrar mujeres sacerdotes en la Iglesia Anglicana, su jerarquía se negó a la existencia de obispos femeninos, luego de no alcanzar la mayoría de apoyo necesario en una histórica votación celebrada el año pasado en Londres.
Este evento no solo llamó la atención por el controvertido tema que se discutía, en términos religiosos, sino también porque era la máxima jerarquía anglicana la que sí estaba a favor de las “obispas” y los laicos quienes no desearon ver al género femenino en una orden más alta que la de pastor.
Pese a que ya en 1990, en Massachusetts, Barbara Harris se había transformado en la primera obispo (mujer y de raza negra) de la historia anglicana, el tema de las mujeres en altos cargos de la iglesia se transformó en polémica y división, sobre todo en 2009.
Ese año se anunció que la reverenda Mary Glasspool -declarada públicamente lesbiana- sería ordenada también obispo. Sin embargo, en su caso, el que tuviera una relación pública desde 1988 con una mujer llamada Becki Sander, pareció encrespar más los ánimos de los altos mandos religiosos de Londres, ya que se recordaba cómo había afectado a los más conservadores de la iglesia, el nombramiento de obispo de Gene Robinson en 2003, un pastor homosexual.
En medio de la clara división que provocó el nombramiento de Glasspool y de otra mujer, Diane Jardine Bruce, como obispas, el entonces Papa Benedicto XVI publicó la constitución apostólica Anglicanorum coetibus, invitando a los anglicanos que quisieran a unirse a la Iglesia Católica.
No solo eso. Para el 2011 –un año antes de la votación en Londres- creó el Ordinariato Personal de Nuestra Señora de Walsingham para Inglaterra y Gales, para facilitar el ingreso de ex anglicanos a la “plena comunión” con la Iglesia Católica.
“Dios creó al hombre y a la mujer iguales, pero distintos”, aseguraban las anglicanas conservadoras que el año pasado se opusieron a ver pastoras nombradas obispas en Inglaterra.
Desde el otro flanco, el que apoyaba el cambio de las reglas, mujeres como la reverenda Faith Claringbull recordaban que las mujeres “no somos un problema, sino un regalo”.
¿Por qué deberían existir sacerdotes mujeres católicas?
La Conferencia de la Ordenación de Mujeres, que lleva cerca de 40 años abriendo el diálogo para ver mujeres como sacerdotes en la Iglesia Católica, expone en su sitio web algunas razones que, creen, son dignas de evaluar de por qué sí deben existir sacerdotisas católicas. Algunas son:
-“Por el bautismo en Cristo, distinciones entre mujeres y hombres desaparecen, entonces mujeres deben también poder responder a la vocación y llamada de Dios al sacerdocio. ‘No hay judío, ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús’. Gálatas 3:28”.
- “Mujeres eran líderes prominentes en el ministerio de Jesús. En cada uno de los cuatro Evangelios, María Magdalena era la primera testigo al evento más importante en todo el cristianismo- la Resurrección de Jesús Cristo”.
-“El trabajo de un/a sacerdote es servir a la gente de Dios- no tiene nada que ver con género (lo que es más, ni tampoco tiene que ver con el estado civil ni la orientación sexual".