Angelo Merendino dice que apenas conoció a Jennifer, supo que “era la elegida”. Un mes después, nervioso, se le declaró, y seis meses más tarde, de rodillas, le pidió matrimonio en el restaurante italiano. Se terminaron casando en una ceremonia gringa de película de amor gringa, rodeados de sus familias y amigos en el Central Park. Tal vez por esto, por tantos detalles lindos de su historia como pareja, por llevar apenas cinco meses de casados, por tener toda la vida por delante, cueste tanto aceptar que una enfermedad terminara con la relación.
“Nunca olvidaré ese día, el 10 de febrero de 2008, cuando Jen me llamó y me dijo que los médicos creían que ella tenía cáncer de mama (…) Caminé hasta mi jefe y le dije: ‘Jen tiene cáncer, me tengo que ir’. Fue surrealista. Llegué a la casa y la abracé. Nos habíamos prometido para siempre, el uno al otro, y ahora, cinco meses después, esa promesa era puesta a prueba. Me acuerdo de habernos mirado a los ojos, diciéndonos que nos teníamos el uno al otro, así que saldríamos de esto”, recordó Angelo en una
entrevista, hace unos días, pasado poco más de un año de que su esposa falleciera.
Jennifer pasó a ser parte del cerca de un millón de mujeres que son diagnosticadas al año con esta enfermedad y que se ven obligadas a comenzar un tratamiento duro de quimioterapia, radiación y mastectomía, que en su caso, fue doble. Pero el dolor ahí no acaba; después de ser dada de alta, el cáncer volvió a su cuerpo, esta vez como metástasis, arrastrándola nuevamente al desgastante proceso. Murió el 22 de diciembre de 2011, dejando a un hombre viudo, a un montón de amigos y familiares con la pena de su partida, y una serie de imágenes que fotografió Angelo, que la muestran en los momentos más crudos de su calvario.
“A lo largo de nuestra batalla tuvimos la fortuna de contar con un fuerte grupo de apoyo, sin embargo, luchábamos porque las personas entendieran nuestro día a día y las dificultades que enfrentábamos”, comenta Angelo en su sitio web,
“My Wife’s Fight With Breast Cancer”.
Allí, este fotógrafo profesional cuenta la historia de su pérdida, y enseña las fotos que con Jennifer decidieron registrar, en un intento de humanizar un mal, más allá de las cifras.
“Jen sintió dolores crónicos por los efectos secundarios de su tratamiento y los medicamentos, por casi 4 años. A sus 39 años, ella comenzó a usar un andador, y estaba cansada de estar constantemente preocupada de los golpes y los moretones. No eran poco comunes las estadías en el hospital por más de diez días. Y (junto con las) frecuentes visitas de los doctores, nos llevaron a batallar con las compañías de seguros. El miedo, la ansiedad y las preocupaciones eran constantes”, recuerda Angelo, quien el mes pasado presentó una exposición de las fotografías de Jen en Washington.
Con esto, intenta continuar el propósito que tuvo junto a su esposa, que en un momento se sintieron superados por las frases de su entorno, que creía que por solo someterse a un tratamiento “todo va a estar bien”, “todo volverá a la normalidad”.
“No hay normalidad en el mundo del cáncer (…) Mis fotografías intentan mostrar este estilo de vida. Humanizan la cara del cáncer en el rostro de mi esposa. Muestran el desafío, la dificultad, el miedo, la tristeza y soledad que enfrentamos, que Jennifer enfrentó (ella comenzó un
blog), mientras batallaba contra esta enfermedad. Lo más importante de todo, muestran nuestro amor”, escribió Angelo.
Por estos días, este fotógrafo estadounidense está realizando los trámites para crear una organización sin fines de lucro, “The Love You Share”, que pretende entregar apoyo a las mujeres que pasan por los tratamientos del cáncer de mama, con la idea de que ellas no sientan la soledad y desconcierto que provoca la relación con la enfermedad.
“Mi esperanza (…) es que la gente entienda la importancia de estar ahí con alguien que está peleando con el cáncer. No tienes por qué saber qué decirle a alguien con cáncer, solo tienes que estar a su lado”, explicó.