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Jessica Anderson: La mejor surfista chilena que aprendió por obligación

La líder del circuito nacional dice ser precavida y por ello, no ha tenido ningún accidente grave, aunque ya perdió dos dientes. Asegura que los hombres tienen más condiciones, y que el mar chileno complota para que sean más mujeres las que se suban a las olas.

18 de Julio de 2013 | 08:16 | Por María José Errázuriz L.
Un traje de agua le dura 6 meses; sí, porque la goma y otros materiales que la protegen del frío se desgastan con la sal y el sol y pierde sus propiedades.

Es que Jessica Anderson (23), la líder del circuito chileno del surf femenino, pasa horas y horas al día en el agua. Tanto, que a Santiago viene cada dos o tres meses, a hacer trámites o a reemplazar el traje de agua. Y en eso la pillamos.

Con una tez morena por el sol, Jessica no recuerda nada de sus escasos meses que vivió en Fremont, un pueblo al interior de San Francisco, California, donde nació. Sus padres, surfistas de toda la vida, pero también misioneros evangélicos, decidieron viajar a Chile para instalar una iglesia.

Como ambos eran salvavidas, aguantaron cinco años en Santiago y se arrancaron a Pichilemu con sus cinco hijos, a donde todos los días los impulsaron a meterse al agua con una tabla. Y a ella, incluso la obligaron por un buen tiempo.

“Esto es de familia; de chicos nos llevaban a la playa y se turnaban para surfear y cuidarnos. Tengo un hermano que aprendió casi con pañales, en cambio, yo era más miedosa. Me subí a la tabla a los 10 años, obligada. No fue elección propia poder hacerlo o no”.

De nacionalidad chilena porque se siente tal, pero también porque quería competir representándonos, dice ser feliz corriendo olas.

-¿Por qué te subiste a una tabla tan mayor?
“Porque le tenía miedo al mar y recién a los 10 empecé a meterme con un poco más de confianza”.

-¿No le tomaste bronca al surf por hacerlo obligada?
(Se ríe) “Sí, por ejemplo, tengo un hermano que le tomó tanta bronca que en cuanto pudo dejó de hacerlo completamente y eso que tenía un muy buen futuro. Yo lo tomé distinto, o sea, me encantó que me hayan empujado porque así he logrado muchas cosas y me gusta. Hay gente que no le gusta que la obliguen a hacer nada, pero yo necesito alguien que me esté mandoneando para poder mejorar”.

Hoy todos sus hermanos surfean, incluso el que lo había abandonado, y la menor, que tiene sólo 14 años y además Síndrome de Down, lo hace sin problema. “Aprendió a nadar de guagua y es exquisita”, dice.

-Aunque no lo es, el surf ha sido un deporte principalmente masculino. ¿Lo ves así?
“Todavía encuentro que es de hombre. De hecho, cuando voy a practicar soy casi la única mujer; aunque ahora somos más, siempre son muchos, pero muchos más los hombres.
“Es masculino…”

-¿Por qué, se necesitan condiciones especiales que las mujeres tienen que desarrollar?
“Sí, de partida el frío complota contra la práctica de las mujeres, las aguas chilenas son demasiado heladas y además, el mar en sí es violento. Esto es lo primero que ven las mujeres y le toman mucho respeto y el avance es muy lento”.

-Ya, pero, ¿el surf es fuerza o es cabeza?
“No hay que tener cabeza. Los hombres, en general, se tiran; no piensan lo que están haciendo o lo que puede pasar. Son más atrevido y a las mujeres les falta eso; más garra porque el mar acá es súper fuerte y da miedo. Si una chica quiere aprender le es súper complicado. Yo tardé tres años en recién poder meterme al fondo donde las olas grandes”.

-¿El surfista tiene que tener una atracción fatal por el mar?
“Creo que sí. Hay gente que sólo quiere correr las olas, enfrentar esa energía que tiene el mar”.

-¿Y no hay que perderle el respeto, eso es clave para sobrevivir?
“Sí, yo todavía le tengo respeto. Hace poco tuvimos unas de las marejadas más grandes en muchos años y nos quedamos en la orilla, no nos metimos. Arrugamos porque uno tiene que saber que en algunas condiciones hay que respetar el mar”.

-Pero igual algunos lo hicieron. ¿Eso por qué, hay una adrenalina que te sobrepasa?
“Esto es miedo con adrenalina, bajar una ola grande te puede dar adrenalina para toda una semana; quedas lista. Es muy distinto a correr olas chicas”.

Jessica reconoce que el surf no es un hobby, sino su profesión. Tiene claro que sus padres la impulsaron a competir llevándola a diferentes campeonatos y como le fue bien, llegaron los auspiciadores.

-¿Por cuánto tiempo te ves arriba de una tabla?
“Para mí lo ideal es nunca dejarlo. Mi padre tiene más de 50 y siguen corriendo olas. No creo que llegue hasta esa edad en forma profesional, pero creo que podré hacerlo hasta los 30 años.
“El cuerpo de la mujer es distinto al del hombre; se requiere mucha fuerza y el hombre la tiene en forma natural y le sale más fácil. Yo tengo que entrenar el doble para poder mantenerme ahí con ellos, por eso las carreras de las mujeres son más cortas”.

Experta en diferentes playas –de hecho vivió unos años en Bahía Inglesa y la que más le gusta es Punta de Lobos- asegura que el mar chileno tiene muchas potencialidades a nivel mundial. Pero cree que sin apoyo gubernamental será muy difícil masificar este deporte.

En este momento trabaja duro para poder competir, el 2014, el circuito internacional WQS. “Quiero ver cómo me va en las grandes ligas, hacer el circuito de elite”, sueña.

-¿Alguna vez has tenido un accidente que te hiciera dudar de volverte a subir a una tabla?
“Tuve uno muy estúpido, me pegué contra una roca, me rompí la nariz y los dos dientes delanteros, pero no me dio miedo. Fue algo demasiado tonto, pero no fue corriendo la ola en sí. “He visto accidentes muy heavy de amigos…”

-¿Y eso tampoco te ha hecho dudar?
“Lo que pasa es que, en general, la gente se accidenta en las entradas y salidas. En Punta de Lobos he visto muchos accidentes porque la gente es muy impaciente por meterse al agua. En cambio, yo puedo esperar hasta una hora en la roca hasta que el mar esté plano y me permita tirarme. Los accidentes pasan porque en vez de esperar, se tiran y la ola los lanza contra las rocas. Soy más precavida y he tenido suerte”.
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