En la mesa, en los baños, en la cama, mientras maneja, caminas… uf! Es una realidad, los teléfonos inteligentes invadieron la privacidad y la vida de las personas.
No hay momento en el día en que uno no lo mire. ¿Cuántas veces serán? O mejor dicho, ¿en qué instante uno se aparta completamente de él?
No en vano, YouTube está
poblándose de videos sobre las cosas que uno se pierde de tanto estar ciberconectados y cuestionando si es mejor registrar la vida en vez de vivirla. Parece que el péndulo se empieza a mover en sentido contrario.
“Es un desafío. Pero tenemos que tratar de hacerlo. Hay estudios que están demostrando los daños biológicos y psicológicos que causan su uso excesivo”, afirma, Adriana Palacios, psicóloga social de la Universidad del Desarrollo.
Agrega que su interferencia causa problemas en los espacios donde los vínculos afectivos son más importantes que el estar conectado, y más aún en lugares de estudio, salas de clases, trabajo y familia.
“Es que vivimos en una sociedad de la información que nos ha generado nuevos miedos, como el terror a estar desconectados y no manejar toda las noticias que circulan en las redes sociales o los chat con los amigos”, explica.
Y habla de noticias refiriéndose también a las novedades que comentan los amigos en las redes sociales, sobre todo cuando la mayoría de las personas ha reemplazado los encuentros interpersonales, cara a cara, por relaciones virtuales ligadas a los chat y las redes sociales.
“Este fenómeno se explica porque todos los seres humanos necesitamos estar comunicados y contar con redes sociales de apoyo para poder vivir en forma saludable, ya que éstas nos entregan apoyo, afecto, cuidado, cariño y respeto. Pero ahora estamos viviendo en la ilusión que las redes sociales digitales nos proveen ese soporte”, asegura la psicóloga social.
De todas maneras, llama a ser precavidos y tomar la decisión de no depender del teléfono ni nada virtual, porque todo indica que hacen daño, partiendo por el hecho que ningún cerebro puede procesar toda la información que recibimos.
“Es particularmente delicado en los niños, que desde el útero están recibiendo la radiación del teléfono de su madre. Por eso no hay que pasarles teléfonos ni menos que tengan uno antes de los 8 años”, alerta.
En ese sentido, la también docente universitaria Adriana Palacios menciona que la OMS está elaborando recomendaciones para que su uso sea restrictivo.
“Hay estudios que no son tan públicos pero que demuestran que desde el 2001, se han incrementados los cánceres a las glándulas cercanas a las mejillas, como la parótida y la salival, donde se piensa que hay una relación directa con el celular que se pone en ese lugar para hablar”. Además, menciona otras investigaciones que plantean la correlación del cáncer de la pelvis al uso de los celulares en la cadera.
Para quitarnos la manía o la “adicción” Adriana Palacios propone consensuar en la familia, con los amigos y los compañeros de trabajos algunas restricciones.
Por ejemplo, no usarlo en la hora de almuerzo, prohibirlo en la casa cuando se va al baño, evitar ponerlo debajo de la almohada cuando se usa como despertador….
Y darse el tiempo, para estar 100% presente en cada situación en que se comparte con los demás, pero también darse el espacio para escuchar música, leer, ver una película, la TV y enfocarse en vivir el presente sin la tensión permanente de revisar el celular.
Las 7 reglasPara ayudar en este tránsito hacia una vida saludable, existe una lista de 7 reglas pensadas en hacer un uso más inteligente y menos autodestructivo de esta tecnología.
1.- Converse ahora, mande mensajes después: Si estás compartiendo un momento agradable, estás conversando, o simplemente descansando, ponle un límite al impulso por querer trabajar o comunicarte con otros que están lejos. Aprovecha el momento y comunícate después.
2.- Día libre y sin teléfono: ¿Suena muy terrible? La idea es disfrutar como en antaño. Olvídate de las redes sociales y el whatsapp. Si no puedes, prueba primero con usarlo como si fuera un “stupid phone” y sólo habla.
3. Evita ser un “encuentra todo”: Adiós a los buscadores, mapas, aplicaciones y lo que se te ocurra que pueda servir el internet. Dale la bienvenida a lo inesperado y planifícate. Y deja la intensidad de querer saberlo todo al instante. Nada sucede si no manejas esa información. Ocupa ese tiempo para leer y aprender de otra manera.
4. Abajo los codos y los celulares de la mesa: No hay nada más patético que ver a una familia completa chateando por sus teléfonos mientras se comparte un almuerzo. Igual de mal se ven cuando los chicos y los amigos hacen lo mismo frente a una audiencia que está ahí para verte y saber de ti. Ni hablar en una primera cita. Tal vez esta descortesía debiera ser totalmente descartada. ¿Tal vez una ley que los prohíba?
5. Para de mirarlo: Suena absurdo, pero con tanta interacción que uno tiene con el aparato a través de las notificaciones los ojos se van solos para saber qué está pasando. Pero calma, modifica en los ajustes esos avisos. ¡Date un respiro!
6. Prueba qué pasa al dejar de ser tan activo: ¿Sabes cuánto de tu tiempo le dedicas a Instagram, Facebook o Twitter? ¿Qué pasaría si desapareces un rato? Tal vez te des cuenta que no te perdiste de nada y tu vida anda a otro ritmo. Sin tanto estrés.
7. Deja dormir al teléfono. Apágalo: Si tu duermes todas las noches, ¿acaso tu teléfono no necesita también descansar? “Las pantallas de los dispositivos electrónicos emiten luz azul, que su cerebro asocia con la luz del día. La exposición hace estragos con el reloj de su cuerpo, mientras que la estimulación –sólo un tuit, email o mensaje de texto que llega, hace lo mismo con su ya sobrecargada capacidad de atención”, revelaron en la BBC Mundo.