Crecimos juntas y la vida nos separó. No fue hasta este año que nos reencontramos y en donde me puse al tanto de sus cosas. Abuso, violencia y una lluvia de experiencias incontables de manos de quien prometió amarla para siempre. Nunca lo reportó, nunca lo denunció. Ya producida la separación, aparece el más sorprendente y paradojal testimonio: “perdí el amor de mis sueños”.
¿Puede amarse a quien te provoca dolor? ¿Existirá una delgada línea que difiera el amor del sufrimiento? ¿ Será una utopía esperar que jamás lloremos por el ser amado?
Por donde quiera que miremos, amor y dolor han sido mezclados en una misma danza. Ya desde la Edad Media el amor como argumento de expresión artística, ha sido una de las materias más importantes de todo tipo de manifestación, y desde el Romanticismo tomó cuerpo en la literatura, pintura, música y escultura. Casi de manera automática, surge el sufrimiento como elemento indisociable del amor, se transforma en un verdadero barómetro de la intensidad y la pasión, dándole acta de nacimiento a los amores insanos.
Miles de poemas desde Becker, Rimbaud, Huidobro o Neruda nos envuelven en oleadas de congoja por el amor no alcanzado. Cómo olvidar el dolor de Scarlett O´Hara quien tardíamente reconoce su amor por un ya renegado Rhett Butler en “Lo que el viento se llevó” y cómo no rememorar las toneladas de canciones sentimentales, boleros y tangos, que con cada nota nos traen de vuelta ese dolor punzante que nos hacen revivir la pena y el desconsuelo, la tristeza y la melancolía.
En fin, dolor y amor unidos de manera inexorable, que insinúa que la pasión, así como nos llena y reconforta, más de una vez puede otorgarnos angustia y pesadumbre, el precio que aparentemente asumimos por cada vez que nos rendimos al sentimiento y nos entregamos a una supuesta felicidad.
Más allá de las asociaciones poéticas, el dolor suele estar presente en las relaciones: en Chile según el Sernam durante el 2012, el 31,9%, es decir 1 de cada 3 mujeres, ha sufrido violencia por parte de su pareja y son pocas las que lo denuncian. Además, al parecer morir de amor tal como nos canta Miguel Bosé, es una probabilidad real. Según un estudio publicado por el Journal of Epidemiology and Community Health en Glasgow, Escocia, hecho a 58.000 viudos desde el ´91, se reveló que alrededor de un 40% de mujeres y un 26% de hombres fallecen antes de haber pasado tres años de la muerte de sus amados.
Pero el tema de fondo se refiere a poder diferir sobre la delgada línea entre el sentimiento romántico y aquel en donde ya es destructivo, el que mina nuestra identidad, destruye el amor propio y se pierde el sentido genuino del amor. Quizá para ello sea conveniente enfrentarse a los grandes mitos que de tan comunes, les asumimos como realidades, aquellos que damos por sentados. Escucha y recapacita cuál de ellos tú misma has sostenido: .
- Mito 1: Muchas veces se dan motivos superiores por las que se debe soportar una mala relación.
Realidad: el primer motivo para cualquier persona es la misma persona. Todo el resto: familia, proyectos, negocios, propiedades, etc, vienen sólo después. El colocarse detrás de cualquiera de ellos es sólo un acto de postergación. Un estudio de la Universidad de Huddersfield a 192 mujeres, mostró que quienes tenían una autoestima baja, dado que se percibían menos atractivas físicamente que sus compañeros, invertían más tiempo y esfuerzo en sus relaciones y por lo tanto se aferraban más a ellas.
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Mito 2: Sufrir por amor es mejor que estar sola.
Realidad: sufrir por amor implica un desgaste de energía que impide a las personas conectarse con la dicha y la armonía. Dependiendo de cada individuo, la soledad puede estar asociada al abandono y generar el apego ansioso, que dificulta el compromiso y relaciones desde la seguridad. Melody Beattie autora de “CoDependent No More” propone como medida terapéutica para vencer el miedo a la soledad, el partir teniendo un amorío con uno mismo.
- Mito 3: El amor profundo muchas veces duele.
Realidad: Un amor sano se sostiene en base a la correspondencia, cuidado y libertad. El desequilibrio de alguna de estas fuerzas traslada la relación a un espacio de afección, desorden y hasta trastorno, un conjunto de síntomas cuyo origen puede estar asociado al apego ansioso, la carencia afectiva y la mirada empobrecida de sí misma. Tal como nos lo revela la neurobiología, el enamoramiento es un proceso en que intervienen sustancias como la feniletilamina, de la familia de las anfetaminas, la que dispara una secreción de dopamina, norepinefrina y oxitocina, provocando en los enamorados, la ausencia de sueño y de cansancio en pos de la compañía mutua. En la ruptura, el retiro de estas sustancias genera los efectos de privación similares a los de la droga.
Si tú te has identificado con alguno o más de estos mandatos, ponga atención: tiene una tendencia a vivir el amor desde el sufrimiento y un severo riesgo a desarrollar una adicción al dolor. Las causas pueden ser múltiples, pero sus orígenes están asentados en su más tierna infancia. Dado ello, lo más importante es tomar consciencia, reconocer los síntomas y a partir de ahí, pedir ayuda. Mecanismos hay muchos. Jackie Schwartz en su libro “Liberemos el estrés” propone redactar cartas de amor destacando todos los atributos personales, cosas que realmente le agradan, consuelan y excitan. Una sencilla fórmula a través de la cual aprender lo que realmente se quiere y cómo valorarse.
Peter McWilliams en su libro "Vida 101-Amarse uno mismo es el comienzo de un romance de toda la vida” propone que uno no sólo no puede amar a otros sin quererse a uno mismo, sino que lo condiciona como el único camino para poder amar de verdad.
Es importante aceptar que las relaciones nunca están exentas de altibajos y que son sólo color rosa, pero en un vinculo sano deben primar las emociones positivas, las que nos expanden y hacen crecer, y lo más esencial, que una relación de pareja no debiera diferir del tipo de conexión que cualquier persona ya ha desarrollado consigo mismo, y que a partir de ello, lo proyecta en otro ser humano y lo expande hacia el mundo.
A mi amiga querida, de corazón, le deseo haya llegado el momento en su vida en que se atreva a desafiar el paradigma, de manera en que amor y sufrimiento ya no sean una ecuación inevitable, entrar al proceso que sea necesario que le permita toda la felicidad que se merece, y en una relación de amor, fundamentalmente la comprensión, contención y respeto.
Saludos, Cristina Vásconez,
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