El personaje retratado en esta pintura es el reverendo Robert Walker. Además de ser ministro de la Iglesia de Escocia y amigo personal de Raeburn, era miembro de la Sociedad de Patinaje de Edimburgo, el más antiguo club de este deporte en Gran Bretaña. Elegante y sobriamente vestido de negro, vemos a este clérigo patinando despreocupadamente y con gran estilo en el congelado lago de Duddingston. Su elegante figura, en contraste con las tonalidades grises del cielo y del lago, crea una acertada y atractiva sintonía cromática.
Los surcos trazados por el propio personaje (y probablemente también por otros patinadores) y registrados con gran maestría por el pincel de Raeburn, aportan natural veracidad a la grave y solitaria figura. Esta particularidad, junto con la de su pierna derecha casi teatralmente suspendida en el aire, son dos encantadores detalles que dan un toque de humor a una escena que podría parecer demasiado severa dada la oscuridad de la paleta utilizada. Una extraordinaria y memorable imagen de gran delicadeza, realizada con gran fuerza y espontaneidad, características muy poco usuales en la pintura inglesa de la época.