Este cuadro fue pintado por el artista cuando tenía solo 23 años y retrata a la lavandera Carmen Gaudin, a quien conoció en un restaurante en 1885. Lautrec sentía una irresistible atracción por esta muchacha pelirroja de su misma edad, quien posaba para él de vez en cuando para ganar dinero extra. Se piensa que Carmen también ejercía la prostitución, un mundo que el pintor retrató con fidelísima ternura. En la obra, Lautrec parece capturar la verdadera esencia de su modelo. Enfocada desde abajo, la figura forma una pirámide firmemente anclada por su mano izquierda en la mesa.
Cansada luego de un arduo día de labores, su imponente cuerpo se relaja mientras ella se inclina con la mirada perdida pero desafiante hacia la luz de una ventana que da fe a la existencia de un brillante mundo exterior. La simpleza de la composición y el sobrio colorido en contraste con la implícita determinación y fuerte carácter de una mujer cuya mirada esconde pero su postura delata, muestra el equilibrio de emociones que Toulouse Lautrec es capaz de mostrarnos a través de su propia comprensión de la complejidad de la psicología humana.