En la pintura "La lechera", Vermeer captura una típica escena doméstica. Una mujer en una habitación vertiendo un jarro de leche, una ventana a la izquierda por donde entra la luz, una mesa con objetos y alimentos, y el muro del fondo vacío, excepto por un par de canastos que sirven para almacenamiento y cuelgan de un rincón.
Un cuadro donde aparentemente no ocurre nada en especial. Pero es ahí donde radica su encanto; en la sencillez del tema y en el intimismo logrado. Resalta la sofisticación de la técnica usada por el artista para mostrar la calidad de la ropa, la cerámica, el vidrio de la ventana. Son los juegos sutiles de luces y sombras y la delicada pincelada que hacen de esta obra una auténtica maravilla.