Testimonios de nuestros lectores
Martes 2 de marzo de 2010
Un frío premonitorio
Por Rodrigo Wilson
Una serie de alertas antes del movimiento sísmico. Las mismas alertas se repitieron antes de la primera réplica.
Fuente: Carlos Padilla, El Mercurio.
El añoso Cementerio General de Santiago no se salvó del fuerte movimiento telúrico.
El añoso Cementerio General de Santiago no se salvó del fuerte movimiento telúrico.
Soñé que mis hijos morían y corría con ellos para buscar ayuda. Desperté angustiado, asustado y extrañamente con mucho frío. Abracé a mi hijo que esa noche se durmió con nosotros, me tapé bien, y como vi que mi señora se movía comencé a contarle la pesadilla, estando aún nervioso.
En ese preciso instante comenzó a temblar. Me levanté a mirar por la ventana mientras se movía el departamento, vi todo normal, pero de todas formas dije en voz alta "está quedando la cagá". Rápidamente abrí las puertas del dormitorio y pasillo para que no quedaran bloqueadas. Tomé a mi hijo Rodrigo (de 2 años y medio) y le dije a mi señora, Carmen, que agarrara a la Magdalena (de 7 meses) para evacuar porque calculé que podrían colapsar los bordes primero, como dormitorios, muros y terraza.
Y comenzó el terremoto. El movimiento no dejaba avanzar. Aún en el dormitorio miré para atrás para asegurarme que me seguía la Carmen y que estaba con la Magdalena en brazos. Rebotando en el muro me decía "busquemos los puntos vacíos". En ese momento todo se movía muy fuerte. A los sonidos de caída de adornos se sumó un crujido espeluznante. Estaba todo oscuro, pero veía perfectamente gracias a que la adrenalina abrió mis pupilas. Dije con voz temblorosa "Esta cuestión se está resquebrajando". Pensé que hasta ahí llegaban nuestras vidas y quería decir las últimas palabras (cuando chico pensaba que serían "viva Chile"). Le tomé la mano a la Carmen y los abracé a todos, diciendo "Te amo, los amo". Pero no podía quedarme a esperar sin hacer algo y dije "salgamos de aquí"• Tomé un lápiz con luz que me trajo mi mamá desde Berkeley, California, porque buscar los espacio vacíos en el desplome de un edificio o un ala del mismo, no sirve.
En la entrada del departamento había un adorno quebrado, pero no había peligro para avanzar. Dejé la puerta abierta con el pestillo pasado porque salí sin llaves. Y comenzamos a bajar las escaleras de seguridad pese a que la Carmen decía que leyó en un correo que era una zona insegura. Bajamos con tranquilidad para evitar una caída, es decir, evacuamos. Siempre pensé que Santiago estaba completamente derrumbado.
Al llegar abajo terminó el terremoto. Quiere decir que todo esto transcurrió en 2 minutos y medio, incluyendo el descenso desde el quinto piso. Fuimos los primeros en llegar a la recepción. Veinte segundos después llegó una mujer sin la uña del dedo gordo del pie, pidiendo que le iluminara los dedos; ella había arrancado en vez de evacuar. Un muchacho de 16 años se lanzó desde el tercer piso porque su puerta quedó trancada y sufre de claustrofobia; cayó bien.
Nos quedamos en el lobby porque al salir pueden caer cerámicas que hay en el techo de la entrada. Treinta segundos después le dije a la Carmen, con voz temblorosa por el frío y el susto, que debía volver al departamento. Tenía que buscar algo para abrigarnos, estábamos descalzos y con pijamas, agregué que se alejara del edificio en caso de volver a templar. Siempre pensé que el edificio caería. Debía ir pronto, ya que las réplicas no son inmediatas.
Comencé a subir con la mini linterna. Les veía la cara de susto a mis vecinos mientras bajaban y escuchaba mi propia respiración, todo en cámara lenta. Fue una imagen tipo documental del 11-S. Al llegar al departamento me calmé, cero cansancio. Me vestí y busqué ropa, saqué las llaves del auto y las de la casa que habían caído detrás del velador, tomé el celular y salí en tres minutos. Vi una llamada perdida de mi hermana mayor. Según la Carmen fue eterno y comenzó a gritar mi nombre desde la puerta de la escalera de seguridad.
Bajé. Luego salimos del edificio junto a todos los vecinos. El conserje pidió que alguien con linterna lo acompañara a ver la caldera. Lo pensé un par de segundos y fui voluntario, pero la Carmen no me dejó, claro, mi familia primero. Ella sugirió que nos fuéramos a la casa de mis papás, a cinco minutos en auto, en La Reina, dos pisos, nueve habitaciones, firme. Allí sólo cayeron adornos y muebles con platos de colección de la bisabuela; nada de estructura.
Llegamos allá a refugiarnos e intentar contactar a los familiares. Mi hermano menor me acompañó a volver a buscar algunas cosas como el “tete”, pañales, toallas húmedas y mamadera. En el edificio sólo quedaron 4 familias. Horas después pensé que quizás exageramos, en fin. Más tarde me contaría mi señora que cinco minutos antes del terremoto, mientras yo tenía la pesadilla, sintió un dolor similar a las contracciones de embarazada. Logramos dormirnos recién a las siete de la mañana. A las 7:30 AM, nuevamente me dio mucho frío. Se lo comenté a la Carmen. 7:38 AM, una réplica de 5,5 grados. Espero no volver a tener ese frío premonitorio.
En ese preciso instante comenzó a temblar. Me levanté a mirar por la ventana mientras se movía el departamento, vi todo normal, pero de todas formas dije en voz alta "está quedando la cagá". Rápidamente abrí las puertas del dormitorio y pasillo para que no quedaran bloqueadas. Tomé a mi hijo Rodrigo (de 2 años y medio) y le dije a mi señora, Carmen, que agarrara a la Magdalena (de 7 meses) para evacuar porque calculé que podrían colapsar los bordes primero, como dormitorios, muros y terraza.
Y comenzó el terremoto. El movimiento no dejaba avanzar. Aún en el dormitorio miré para atrás para asegurarme que me seguía la Carmen y que estaba con la Magdalena en brazos. Rebotando en el muro me decía "busquemos los puntos vacíos". En ese momento todo se movía muy fuerte. A los sonidos de caída de adornos se sumó un crujido espeluznante. Estaba todo oscuro, pero veía perfectamente gracias a que la adrenalina abrió mis pupilas. Dije con voz temblorosa "Esta cuestión se está resquebrajando". Pensé que hasta ahí llegaban nuestras vidas y quería decir las últimas palabras (cuando chico pensaba que serían "viva Chile"). Le tomé la mano a la Carmen y los abracé a todos, diciendo "Te amo, los amo". Pero no podía quedarme a esperar sin hacer algo y dije "salgamos de aquí"• Tomé un lápiz con luz que me trajo mi mamá desde Berkeley, California, porque buscar los espacio vacíos en el desplome de un edificio o un ala del mismo, no sirve.
En la entrada del departamento había un adorno quebrado, pero no había peligro para avanzar. Dejé la puerta abierta con el pestillo pasado porque salí sin llaves. Y comenzamos a bajar las escaleras de seguridad pese a que la Carmen decía que leyó en un correo que era una zona insegura. Bajamos con tranquilidad para evitar una caída, es decir, evacuamos. Siempre pensé que Santiago estaba completamente derrumbado.
Al llegar abajo terminó el terremoto. Quiere decir que todo esto transcurrió en 2 minutos y medio, incluyendo el descenso desde el quinto piso. Fuimos los primeros en llegar a la recepción. Veinte segundos después llegó una mujer sin la uña del dedo gordo del pie, pidiendo que le iluminara los dedos; ella había arrancado en vez de evacuar. Un muchacho de 16 años se lanzó desde el tercer piso porque su puerta quedó trancada y sufre de claustrofobia; cayó bien.
Nos quedamos en el lobby porque al salir pueden caer cerámicas que hay en el techo de la entrada. Treinta segundos después le dije a la Carmen, con voz temblorosa por el frío y el susto, que debía volver al departamento. Tenía que buscar algo para abrigarnos, estábamos descalzos y con pijamas, agregué que se alejara del edificio en caso de volver a templar. Siempre pensé que el edificio caería. Debía ir pronto, ya que las réplicas no son inmediatas.
Comencé a subir con la mini linterna. Les veía la cara de susto a mis vecinos mientras bajaban y escuchaba mi propia respiración, todo en cámara lenta. Fue una imagen tipo documental del 11-S. Al llegar al departamento me calmé, cero cansancio. Me vestí y busqué ropa, saqué las llaves del auto y las de la casa que habían caído detrás del velador, tomé el celular y salí en tres minutos. Vi una llamada perdida de mi hermana mayor. Según la Carmen fue eterno y comenzó a gritar mi nombre desde la puerta de la escalera de seguridad.
Bajé. Luego salimos del edificio junto a todos los vecinos. El conserje pidió que alguien con linterna lo acompañara a ver la caldera. Lo pensé un par de segundos y fui voluntario, pero la Carmen no me dejó, claro, mi familia primero. Ella sugirió que nos fuéramos a la casa de mis papás, a cinco minutos en auto, en La Reina, dos pisos, nueve habitaciones, firme. Allí sólo cayeron adornos y muebles con platos de colección de la bisabuela; nada de estructura.
Llegamos allá a refugiarnos e intentar contactar a los familiares. Mi hermano menor me acompañó a volver a buscar algunas cosas como el “tete”, pañales, toallas húmedas y mamadera. En el edificio sólo quedaron 4 familias. Horas después pensé que quizás exageramos, en fin. Más tarde me contaría mi señora que cinco minutos antes del terremoto, mientras yo tenía la pesadilla, sintió un dolor similar a las contracciones de embarazada. Logramos dormirnos recién a las siete de la mañana. A las 7:30 AM, nuevamente me dio mucho frío. Se lo comenté a la Carmen. 7:38 AM, una réplica de 5,5 grados. Espero no volver a tener ese frío premonitorio.