Un viejo concepto: el talento apura la autodestrucción pero, a a la vez, puede salvar el alma. El guitarrista holandés Jimmy Rosenberg —talento del jazz gitano, heredero fiel de Django Reinhardt, admirado por Stevie Wonder y James Brown— pasó de niño prodigio a estrella mundial, y de allí a hecatombe viviente. La historia de este hombre sin coraza, fácil de herir, les romperá el corazón.

Problemas mentales y de drogas, alentados por la adicción de sus hermanos y por el encarcelamiento de su padre (condenado a ocho años por asesinar a su yerno, que abusaba de su hija, nada menos), contribuyeron a despojar a Rosenberg de todo lo que amaba, incluyendo la pasión por la guitarra. Este documental se trata más de lazos familiares y talento innato que sobre música como tal. El padre, la madre, la ex mujer, el mánager y el propio guitarrista desgranan su accidentada vida en este impresionante registro, filmado con compasión pero sin escatimar en dureza. Heroína, guitarra, clínica psiquiátrica, racismo, incomprensión paterno-filial y, de fondo, el rasgueo veloz que alcanzó a curar algunas de sus heridas. Es cierto: éste no es un visionado fácil.