Sean Penn pálido, con los ojos delineados en negro, la boca pintada roja y una melena copiada de Robert Smith. La primera impresión al ver el afiche de Un lugar para quedarse (This must be the place) es que ésta es una comedia de parodia. Pero se trata, en realidad, de una película más bien triste, centrada en la historia de un ex rockero que viaja de Dublín a Nueva York para despedirse de su padre enfermo cuando ya es demasiado tarde. Su muerte decide al emo Sean Penn a buscar al ex jerarca nazi que lo encarceló hace décadas en Auschwitz, en una búsqueda de sí mismo. Por extraño que parezca, un filme con el título de una canción de Talking Heads no puede ir mal.

Dirigida por el italiano Paolo Sorrentino (Il Divo), el reparto incluye a la premiada Frances McDormand (Fargo), Harry Dean Stanton (Paris, Texas), Eve Hewson (la hija de Bono, de U2) y a David Byrne, famoso multiartista cuya música sostiene parte importante de la banda sonora del filme. La más extraña road-movie en años, Un lugar para quedarse funde búsqueda existencial, crítica histórica y cultura pop. Premio Ecuménico en Cannes 2011, por su «su calidad artística, su mensaje evangélico, su dimensión universal y su creatividad».