El anciano Woody Grant (Bruce Dern) es terco y no escucha a su familia. Por esto, no hace caso cuando su esposa Kate (June Squibb) y sus hijos Ross (Bob Odenkirk) y David (Will Forte) le dicen que la carta que recibió informándole que había ganado un premio millonario es una farsa. Woody quiere creer que ganó un millón de dólares, y que para canjear el premio sólo debe ir a la oficina de la revista que le envió la misiva. Es por esto que decide emprender un viaje desde Montana a Nebraska con o sin ayuda de su familia. En auto o a pie. Sobrio o ebrio (porque esa es otra de sus características: le gusta la bebida en exceso, y desde muy joven).
Después de que la policía halla a Woody vagando por una carretera, su hijo menor, David, decide seguirle la corriente. Es así como inician un maratónico viaje con rumbo a Nebraska. El hijo tiene todo planeado: conducirán un par de días hasta esa ciudad, su padre se dará cuenta que todo era un fraude, y volverán a casa. Pero las circunstancias cambian cuando el anciano es hospitalizado a medio camino.
El problema de salud los obliga a tomarse un descanso en el pueblo natal de Woody, Hawthorne, donde se reúne con sus hermanos y antiguos amigos. La noticia del premio se extiende rápidamente por el lugar, y sus cercanos arremeten para sacar una parte de la fortuna que aún no tiene. Curiosamente, el anciano no tiene ambiciones con el dinero, y sólo quiere comprarse una camioneta nueva.
El director Alexander Payne se inserta en el corazón de una familia madura para hablar de los quiebres que suele provocar la senilidad. Sueños incumplidos, reproches y lealtades son expuestos por el director en esta radiografía, donde lo bueno y lo malo se entrelaza en una roadmovie que divide drama y humor a partes iguales.