Parque nacional Volcán Isluga

Tocarle la puerta al diablo en el altiplano chileno

Hace menos de un año la Conaf inauguró un sendero para ascender el volcán Isluga y conocer de cerca su inmenso y activo cráter. Durante la travesía se pueden apreciar los centenarios poblados aimaras y los bofedales con más aves de Chile. Aquí, una crónica a cinco mil metros sobre el nivel del mar.

por José Pablo Harz - Fotos: Andrés Gómez Espinosa
MARTES 30 DE JUNIO DE 2015
Conoce el parque nacional Volcán Isluga

Después de tres horas de ascenso el olor a azufre te despierta. El cráter ni siquiera está a la vista, pero la inconfundible fetidez de este elemento químico que emana de las entrañas de los volcanes te regresa el alma al cuerpo. No es que el no metal posea propiedades mágicas, solo es una señal inconfundible de que (supuestamente) la meta está más cerca. Cuando se sobrepasa la barrera de los cinco mil metros sobre el nivel del mar, cada paso cuenta. El acto de inhalar y exhalar se hace con mucho más cuidado. Cada porción de oxígeno que entra limpio a los pulmones se disfruta. Entonces, el aroma a huevo podrido hace saltar los sentidos, las fuerzas vuelven automáticamente a las piernas y los pasos que antes costaban minutos en darse, ahora son cosa de segundos. Eso, hasta que la ilusión se congela y a lo lejos se ven dos fumarolas que salen de la mitad del volcán, como si un gigante hubiese clavado dos agujas para descomprimir la furia del Isluga. El objetivo sigue lejos, falta al menos una hora más de caminata y rápidamente lo que antes fue una motivación, se transforma en lo que realmente es: un olor que satura tu olfato y se mezcla con la falta de oxígeno para hacer los últimos pasos aún más difíciles..

En diciembre del año pasado, el Parque Nacional Volcán Isluga dio un paso importantísimo en una historia que está cerca de cumplir 50 años. Tres guardaparques de la Conaf realizaron el trabajo de delimitar un sendero definitivo para la ascensión a la montaña que le da el nombre al área silvestre protegida. Marcaron estacas con colores blancos y naranjos (para las épocas en que la nieve cubre gran parte del sector), pintaron rocas, instalaron monolitos para los perdidos, armaron un campamento base (un domo que aísla en parte las temperaturas bajo cero del lugar) para quienes no tengan el físico suficiente o simplemente quieran llegar hasta los 5.570 metros en más de una jornada puedan descansar. La principal motivación para hacer esta labor fue la de aumentar los 224 visitantes oficiales que el parque tuvo en 2014. Una cifra demasiado pequeña para un lugar que además de contar con una montaña perfecta para andinistas de nivel intermedio, cuenta, en sus 174.744 hectáreas, con aguas termales, bofedales con una cantidad distinta de aves que impresiona, lagunas altiplánicas y pueblos aimaras que poseen construcciones con casi 200 años de historia.

Datos del parque
  • Ubicacion: 232 kilómetros al norte de Iquique
    Superficie: 174.744  hectáreas
  • Cuando: Todo el año
  • Atracción: Campo geotérmico Puchuldiza
Actividades

Actualmente el más importante es Enquelga, donde la Conaf tiene sus oficinas y ofrece alojamiento a los visitantes por precios módicos. Ahí la población no supera los 150 habitantes, sin embargo ostenta entre sus servicios con una escuela pública, un centro de primeros auxilios, energía eléctrica en base a paneles solares y hace muy poco una antena de celulares conecta a este poblado con casas de adobe con el resto del mundo. A seis kilómetros de Enquelga se encuentra Isluga, que desde 1992 es considerado Monumento Nacional. Ahí, hace un tiempo que no vive nadie. Su cautivante iglesia es foto obligada para los turistas que ingresan al parque y en las fechas de festividades los habitantes originales regresan de las ciudades más cercanas para revivir antiguas costumbres.

Pero Enquelga e Isluga no son las únicas zonas habitables del parque. Luego de un par de horas de ascensión por arena y piedras que dificultan algo el paso (sin ser desagradables como, por ejemplo en el volcán Antuco Parque Nacional Laguna del Laja), la vista se abre y a lo lejos se aprecian pequeños poblados con las características construcciones blancas, que parecen pequeños lunares en un paisaje gigantesco donde domina la estepa y donde brillan -cuando el sol aparece- los cauces de ríos y lagunas que hacen posible la vida en el sector. Uno de estos caseríos es Arabilla, que más allá de las doce casas que lo conforman, le entrega el nombre a la laguna más importante del parque, tanto por la variedad de fauna (da la impresión que ningún pájaro es igual al otro), como por el sendero que en 2012 se inauguró y permite al visitante caminar por el borde de la laguna y capturar postales únicas en el país.

El ascenso continúa y el sentido del olfato ya está dormido. Las narices no responden ni al olor a azufre que cada vez es más fuerte. Izquierda, derecha, izquierda, derecha. Inhalar, exhalar, inhalar, exhalar. Detenerse para comerse un kiwi, que a pesar de no tener energías para sacarle la cáscara, te hace salivar como el mejor manjar. El objetivo está cerca, tus compañeros empiezan a llegar y los celos te hacen acelerar el paso en una recta que si se mide con regla no supera los 100 metros, pero que fácilmente te tomará media hora en completarla. Cuando el último paso es dado y solo hay ganas para derrumbarse y descansar un poco, aparece el cráter: un gigantesco hoyo con las paredes pintadas de un amarillo limón y un constante vapor que tiene instalado sobre él una nube que a esa altura ya amenaza. Asomarse con respeto, sacar fotos, grabar, una selfie también. La cabeza empieza a bombear y la lengua se resbala un poco. Luego de casi cinco horas es tiempo de volver, porque, tal como se cuenta en los relatos religiosos y en la antigua literatura, el azufre es terreno del diablo y, por ahora, basta con tocarle la puerta y arrancar.

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Caminar por Santiago. Recorrer la Alameda entera e inmiscuirse en cada una de las calles que la cruzan. Visitar a pie las comunas de Puente Alto, Colina y Peñaflor. Terminar y darse cuenta que completaste una travesía de 70 mil hectáreas que conforman la capital de Chile.

#Parques2015 es algo así, pero 128 veces más grande. Los edificios y el cemento cambiarán por más de 9 millones de hectáreas conformadas por alerces milenarios, lagunas vírgenes, áridos desiertos, glaciares en peligro, pumas e historias desconocidas hasta ahora.

Serán cinco meses de recorrido por los 36 Parques Nacionales del país. Un viaje que contempla 12 mil kilómetros de trayecto por tierra, además de otros ocho mil kilómetros por mar y cielo.

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