La
competencia de “Los Gobelinos”, representada en Miguel Arangua
y Luis Gersin, se deja influenciar rápidamente por la mano de
Christian Dior, porque, además Chile sufre su enclaustramiento
geográfico. Las revistas de moda como “Vogue” tardan
en llegar tanto como demora el viaje en barco desde Europa y los diseños
de CD se hacen más accesibles gracias al esfuerzo de la familia
García, dueña de la tienda de departamentos.
Ya
en los ´60, algunos chilenos parten a Francia a aprender de los
grandes maestros. Entre ellos, José Cardoch, quien a fines del
´59 ingresa como aprendiz al taller del chileno Sergio Matta,
hermano de Roberto, el pintor.
En
París, Cardoch vive el auge y caída de Yves Saint Laurent
en CD y regresa a Chile en 1962, cuando Marc Bohan se ha instalado en
la casa de moda. El modisto introduce el concepto de la alta costura
en la sociedad santiaguina y se gana el apodo de “el Dior chileno”.
Otras boutiques como las Pelusas, Laurita Rivas y las hermanas Echaurren
dejan entrever también el peso de la moda parisina.
Laurita
Rivas reconoce, hoy, que Christian Dior marcó una tendencia en
Chile que todos quisieron seguir. “No hubo mujer que no tuviera
un buen traje. El “New Look” entró con fuerza porque
no era una vestimenta estrafalaria; se la podía poner una mujer
de 25, una de 30 o una de 40 años. Las chilenas eran distinguidas,
buscaron cosas refinadas, a diferencia de las argentinas, que eran lujosas”,
sostiene.
José
Cardoch recuerda que a comienzos de los ´60 la casa CD hizo una
gira por América y su pasarela fue presentada en el hotel Carrera,
causando sensación.
A
fines de los años 70, es Fanny Lyon quien tiene la licencia de
la casa de moda en Chile. Su última pasarela, antes de cerrar
la boutique, la hace en el Teatro Municipal en 1978.
Casi
tres años más tarde, el representante de Dior en Chile
pierde la licencia porque París no aprueba el “control
de calidad”.
La
crisis económica de los ´80 sella el retiro de las grandes
marcas del país. Los royalties se hacen inalcanzables y contar
con el “toile” de cada diseño (incluye la mitad del
vestido confeccionado en lienzo, los patrones, la fotografía,
las especificaciones técnicas y el muestrario de las telas) es
casi prohibitivo.
Según
Cardoch, el “toile” de un diseño pret a porter puede
costar 3 mil dólares y si se quiere tener la licencia se deben
traer a lo menos unos 10 modelos de cada colección semestral.
Esa inversión, dice, no se justifica para un mercado de alta
costura tan pequeño y en donde quien desea un Dior original lo
compra en París.
“Se
echa de menos ese tipo de glamour; se echa de menos, incluso, el público
que valora ese tipo de trabajo y lo encuentra maravilloso. Se echa de
menos hasta el ensayo general previo al desfile”, afirma José
Cardoch.
Después
de 25 años fuera del país, la casa de alta costura CD
no tiene entre sus proyectos instalarse en Chile. Licencias para las
boutiques de mujer ya no se entregan porque las tiendas las manejan
directamente desde París.
Sin
embargo, la suerte de la línea Dior hombre ha sido distinta.
La primera licencia fue adquirida, en 1983, por Alberto Alaluf, dueño
de Trial. En 1987, ésta pasó a manos de la familia Ascuí,
que en 1993 abrió la única boutique CD en el Alto Las
Condes.
Los
actuales controladores de Trial, el grupo Modella, deben cumplir con
los más altos niveles de exigencia en la confección del
vestuario masculino. París impone la preaprobación de
cada colección, molderías especiales y exclusivas de la
marca; tejidos y telas de finura, planos arquitectónicos de las
boutiques, elementos de marketing y publicidad, entre otros.
Otros caminos, menos estresantes, deben seguir quienes traen a Chile
anteojos CD, perfumes y maquillaje, importados estos últimos
por Tais Parfums y relojes, por joyería Stefan.