El “New Look” llega a las costas de Chile al poco tiempo de remecer el viejo continente. Su arribo viene de la mano de la famosa tienda “Los Gobelinos” que, en 1953, adquiere la licencia para sus diseños de alta costura.

El establecimiento trae otras afamadas marcas al país, como Coco Chanel, y se encarga de lucirlas con esplendor en sus desfiles anuales organizados para la socialité local en el segundo piso de la tienda ubicada en Ahumada con Compañía. En las primeras pasarelas debutaron recordadas maniquíes de la clase alta como Luisa Alcalde y Carmen de Amunátegui, quienes fueron secundadas en los años ´60 por Marta Montt.

La competencia de “Los Gobelinos”, representada en Miguel Arangua y Luis Gersin, se deja influenciar rápidamente por la mano de Christian Dior, porque, además Chile sufre su enclaustramiento geográfico. Las revistas de moda como “Vogue” tardan en llegar tanto como demora el viaje en barco desde Europa y los diseños de CD se hacen más accesibles gracias al esfuerzo de la familia García, dueña de la tienda de departamentos.

Ya en los ´60, algunos chilenos parten a Francia a aprender de los grandes maestros. Entre ellos, José Cardoch, quien a fines del ´59 ingresa como aprendiz al taller del chileno Sergio Matta, hermano de Roberto, el pintor.

En París, Cardoch vive el auge y caída de Yves Saint Laurent en CD y regresa a Chile en 1962, cuando Marc Bohan se ha instalado en la casa de moda. El modisto introduce el concepto de la alta costura en la sociedad santiaguina y se gana el apodo de “el Dior chileno”. Otras boutiques como las Pelusas, Laurita Rivas y las hermanas Echaurren dejan entrever también el peso de la moda parisina.

Laurita Rivas reconoce, hoy, que Christian Dior marcó una tendencia en Chile que todos quisieron seguir. “No hubo mujer que no tuviera un buen traje. El “New Look” entró con fuerza porque no era una vestimenta estrafalaria; se la podía poner una mujer de 25, una de 30 o una de 40 años. Las chilenas eran distinguidas, buscaron cosas refinadas, a diferencia de las argentinas, que eran lujosas”, sostiene.

José Cardoch recuerda que a comienzos de los ´60 la casa CD hizo una gira por América y su pasarela fue presentada en el hotel Carrera, causando sensación.

A fines de los años 70, es Fanny Lyon quien tiene la licencia de la casa de moda en Chile. Su última pasarela, antes de cerrar la boutique, la hace en el Teatro Municipal en 1978.

Casi tres años más tarde, el representante de Dior en Chile pierde la licencia porque París no aprueba el “control de calidad”.

La crisis económica de los ´80 sella el retiro de las grandes marcas del país. Los royalties se hacen inalcanzables y contar con el “toile” de cada diseño (incluye la mitad del vestido confeccionado en lienzo, los patrones, la fotografía, las especificaciones técnicas y el muestrario de las telas) es casi prohibitivo.

Según Cardoch, el “toile” de un diseño pret a porter puede costar 3 mil dólares y si se quiere tener la licencia se deben traer a lo menos unos 10 modelos de cada colección semestral. Esa inversión, dice, no se justifica para un mercado de alta costura tan pequeño y en donde quien desea un Dior original lo compra en París.

“Se echa de menos ese tipo de glamour; se echa de menos, incluso, el público que valora ese tipo de trabajo y lo encuentra maravilloso. Se echa de menos hasta el ensayo general previo al desfile”, afirma José Cardoch.

Después de 25 años fuera del país, la casa de alta costura CD no tiene entre sus proyectos instalarse en Chile. Licencias para las boutiques de mujer ya no se entregan porque las tiendas las manejan directamente desde París.

Sin embargo, la suerte de la línea Dior hombre ha sido distinta. La primera licencia fue adquirida, en 1983, por Alberto Alaluf, dueño de Trial. En 1987, ésta pasó a manos de la familia Ascuí, que en 1993 abrió la única boutique CD en el Alto Las Condes.

Los actuales controladores de Trial, el grupo Modella, deben cumplir con los más altos niveles de exigencia en la confección del vestuario masculino. París impone la preaprobación de cada colección, molderías especiales y exclusivas de la marca; tejidos y telas de finura, planos arquitectónicos de las boutiques, elementos de marketing y publicidad, entre otros.

Otros caminos, menos estresantes, deben seguir quienes traen a Chile anteojos CD, perfumes y maquillaje, importados estos últimos por Tais Parfums y relojes, por joyería Stefan.