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  BECKETT Y GODOT (Dir.Andrea Ubal)
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Producto sin mayores pretensiones de un laboratorio teatral en la UC, "Beckett y Godot" no sólo es lejos lo mejor de esta temporada harto magra. Por la riqueza de sus múltiples niveles de lectura y la profundidad y trascendencia de los temas que aborda, se instala como una de las obras más cautivantes en mucho tiempo. Su desventaja aquí es que requiere de un público conocedor; sin duda podría ser un éxito en cualquier plaza culta teatralmente.
Pura virtualidad escénica, propone una cita de Samuel Beckett, dramaturgo fundamental del teatro del absurdo, con el personaje que nunca llega en "Esperando a Godot", su obra clave (de 1953) catalogada la pieza que mejor refleja el siglo XX. El escritor franco-irlandés ha tenido reconocida influencia en Juan Radrigán, cuyo hermoso texto parafrasea deliberadamente su lenguaje poético y espíritu nihilista, conduciendo sus motivos y constantes a una resolución diferente.

Lo imagina al borde de la muerte en la bodega de un teatro abandonado, junto a su no-personaje; desde el escenario, afuera, se oyen jirones de una función en francés de "Esperando a Godot" al que el autor le impide ingresar. Tiene la lógica ambigua del delirio de la agonía que simula: por momentos, Godot (God-ot, que se ha traducido como Diosito) es un oscuro vendedor de pasajes, a la muerte por cierto, o una singular imagen de Dios Padre arrepentido de abandonar a su Hijo.

La idea obliga a un balance final de su vida y obra. El texto, que provee un retrato indirecto del Premio Nobel 1969, se llena de datos biográficos y referencias a sus piezas y personajes. Más importante es que confronta al viejo y amargo escritor, desolado y convencido de la futilidad y sinsentido de la existencia, con sus propios fantasmas; al final de sus días, lo hace reencontrar en y a través de su propia obra, la fe en la trascendencia y la paz interior que nunca conoció. Al mismo tiempo, es metateatro, con una compleja reflexión acerca de la creación, de los vínculos entre autor y obra, y sobre qué define la validez y vigencia de una escritura y representación escénica.

Despojada y austera, la puesta en escena - de Andrea Ubal, que ideó el proyecto- no requiere de más recursos para colmar la escena de estímulos, emoción y hasta humor; no obstante, al texto no le vendrían mal aún algunos recortes. Ramón Núñez como Godot, está notable. Pero es Arnaldo Berríos, viejo actor en una gran actuación, quien domina la obra como un Beckett redivivo, conmovedor en su angustiada búsqueda de algo de qué aferrarse.

Por Pedro Labra