Pero
la lectura a posteriori del texto revela que el montaje desaprovechó
buena parte de su atractiva sustancia humana y penetración humorística.
Con él, Lucía de la Maza se ubica como la joven dramaturga
de escritura más original y madura entre sus compañeras.
A la manera de una narración teatralizada, la pieza deja que Blanca
desde su confusión verbalice su propia tragedia, con la contribución
testimonial de su amiga íntima y su mejor amigo, apoyos incondicionales
suyos, y hasta de su mismo ex. Si bien el escenario luminoso, los recursos
lúdicos e ingeniosos efectos consiguen que el espectáculo
funcione como tal, el director no se percibe sensibilizado por el itinerario
de la heroína. Uno anhela que este estimulante texto tenga una
nueva versión.
Por Pedro Labra Herrera |