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  COPENHAGUE (Dir.Gustavo Meza)
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Hace bien el sencillo montaje de "Copenhague" en concentrarse en el desempeño actoral y la clara exposición; así logra extraer las múltiples resonancias del texto de Michael Frayn (1998), la más brillante obra de teatro de ideas surgida en el último tiempo. Ha ocurrido antes: la versión local es muy superior a la exitosa producción bonaerense, que estuvo tres temporadas en cartelera.
El gran edificio oral que es la pieza plantea en principio la solución de un enigma: entender por qué se pelearon de por vida el físico alemán Werner Heisenberg y su colega judío-danés Niels Bohr, tras la visita que aquel hizo a su ex profesor en 1941, estando Copenhague ya en poder de los nazis. Un misterio no menor, por cuanto ambos fueron los principales artífices de la bomba atómica.

La inteligente obra ficciona cómo pudo ser el encuentro, cuyos tres participantes -Heisenberg, Bohr y su esposa y secretaria- evocan desde una instancia atemporal. Hay abundantes referencias históricas y disquisiciones científicas que explican el gran salto que dio la mecánica cuántica en la primera mitad del siglo XX, tocando los temas de la responsabilidad ética de la ciencia y la relación discípulo-maestro.

Pero lo más fascinante es que nos hace conscientes de que esos avances debieron cambiar hace tiempo nuestra percepción del mundo basada en la causalidad. Los personajes actúan como partículas atómicas en el espacio que evolucionan según los principios de complementariedad o de incertidumbre, desarrollados por Bohr y Heisenberg.

La obra por último no devela incógnita alguna, porque no hay nada que entender. La realidad es inalcanzable, depende del punto de vista de quien se le aproxime. En ella todo es probable y en permanente cambio; el presente, el pasado y el futuro son un continuo sin fin.

En el escenario vacío con sólo tres sillas, los movimientos de la luz son protagónicos. Por el contrario, la música, de sonido electrónico, no convence del todo. En el elenco, dirigido por Gustavo Meza, sobresale Francisco Reyes como Heisenberg, sin duda el mejor trabajo teatral suyo hasta ahora; lo revela en la madurez de sus dotes.

Por Pedro Labra