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  DE NOCHE, JUSTO ANTES DE LOS BOSQUES (Dir.Víctor Carrasco)
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Sobrecogedor viaje nocturno

Por Juan Antonio Muñoz H.

Bernard-Marie Koltes escribió una docena de textos en 41 años vividos entre 1948 y 1989. Objetos para la representación y también obras literarias de espesa densidad, en las que habita un presente teatral impostergable. Murió de sida y fue uno de esos extranjeros que repletan sus visiones.
Víctor Carrasco, responsable de varios estrenos del autor en Chile, reincide ahora con ‘‘De noche justo antes de los bosques’’, que en 1994 presentó con el título de "El ejecutor". El director observa en Koltes un testimonio de nuestro tiempo hecho con desgarro poético, surgido de la experiencia de personajes que son compulsivos solitarios, incomunicados de por vida y por opción. Seres que lamentan su situación de exclusión casi tanto como disfrutan de ella porque no soportarían estar dentro del sistema. Es una exploración neo existencialista, un romanticismo posmoderno en el que la belleza nace del despojo, en el instante mismo previo a la muerte.

‘‘De noche justo antes de los bosques’’ (90 minutos) está concebida como un monólogo o como un diálogo con un interlocutor imposible. La escena muestra un rincón oscuro en alguna gran ciudad (París) y a un hombre solo junto al recuerdo (o el cuerpo inerte) de otro hombre. Está empapado y enfermo; el recuerdo del otro o la compañía de ese cadáver le recuerdan que aún está vivo.

Ya en "El ejecutor" Carrasco subrayó en Koltés la disputa entre el mundo femenino y el masculino. Aquí vive eso mismo, pero de manera mucho más delicada y profunda. El director desnuda los restos de una misoginia adolescente, de un resentimiento edípico y se muestra escéptico de las imágenes concebidas para sobredimensionar al hombre que está construido para actuar, para ejecutar. La mano de Carrasco, que conoce como pocos esta narrativa dramática, va dando luces respecto de esto y guía a su actor en las pausas, los silencios, las alturas, los matices de la voz, las inflexiones y los gestos que dan cuenta de este hombre que revela sus miedos y su debilidad, y que termina declarando su amor infinito con la mirada perpleja.

El peso escénico lo lleva Néstor Cantillana que se confirma como gran actor. Un intérprete capaz de sutilezas y de variaciones de tono; que describe minuciosamente una curva expresiva, y que asume el desvarío poético propuesto con su cuerpo y con su excepcional voz. Y uno que en medio de las miles de imágenes que surgen de los textos es capaz de comunicar las historias que van construyendo la existencia mínima de su personaje. Co protagonista suyo es el espacio escénico diseñado por Pablo Chiuminatto, donde la franja de luz blanca o azul, y la proyección de un espejo de agua enmarcan con sugerencia este viaje nocturno sobrecogedor y activador de la memoria.