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Animada
por las formidables actuaciones de Amparo Noguera y Alejandro Trejo, "Ese
discreto ego culpable" revela a un Benjamín Galemiri más
intimista y centrado en el mundo de la cinefilia, como ya insinuó
en su anterior estreno, el unipersonal "Falso remake". Marca
a la vez el reinicio de la colaboración entre el dramaturgo y el
director Alejandro Goic, fecundo dúo a partir de 1992, separado
hace cuatro años. |
Presenta
un matrimonio de directores cinematográficos chilenos, instalado
en un hotel de San Sebastián; con su última película
ella acaba de ganar el festival de ese balneario español. Es un
duelo de vanidades y envidias profesionales, un juego de masacre para
establecer quién somete a quién; al mismo tiempo, el retrato
de una relación de pareja ahogada en el hastío y el desprecio
mutuo, sin futuro.
La
puesta ocurre sobre y en torno a un gigantesco lecho, como si fuera un
mullido ring (el sexo es poder). Un asistente de sonido que persigue a
los personajes con un micrófono de vara nos indica que presenciamos
el rodaje de una película (que podría ser la que ella filma).
En escena hay además un violinista que toca música atmosférica,
y una cámara en circuito cerrado replica en un momento a los ejecutantes
en una gran pantalla. No hay ficción posible: estamos abiertamente
frente a una representación, un artificio en que lo primordial
es la imagen.
Con
la oralidad torrencial característica en Galemiri, es un brillante
divertimento posmoderno, en una veta en que él (que es también
cineasta) se mueve a sus anchas. Despliega un humor inteligente y sofisticado,
rebosante de alusiones sarcásticas a la falsedad del estrellato,
a cómo viven el cine quienes lo hacen. Pero asimismo propina una
intensa, dura y muy amarga mirada sobre el matrimonio y la rivalidad de
los géneros dentro de una pareja establecida de éxito profesional.
Por
Pedro Labra Herrera |