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Aunque
un tanto convencional, este montaje de "Final de partida" resulta
una versión muy satisfactoria del segundo texto de Samuel Beckett,
dramaturgo fundamental del siglo XX, escrito en 1957 a continuación
de "Esperando a Godot", su debut y obra mayor. Encomiable, sobre
todo, porque se trata de una pieza cuya puesta plantea considerables dificultades
de estilo. |
Representativa
del llamado absurdo existencial, muestra una suerte de refugio antiatómico
luego de un cataclismo planetario; allí un hombre ciego e inválido
es asistido por su sirviente de pocas luces, en tanto sus viejos padres
yacen en tarros de basura. La más extrema desesperanza impregna
esta árida metáfora sobre el fin de los tiempos. Tras una
existencia completamente inútil, sus personajes -últimos
residuos de la Humanidad- esperan la muerte con total resignación;
conscientes de su grotesca decrepitud, siguen en escena sólo para
que la obra llegue a un punto de cierre.
La
dirección de Alejandra Gutiérrez articula esta visión
apocalíptica estableciendo sus coordenadas simbólicas e
inesperados atisbos del humor más cruel. Es teatro bien hecho y
bien dicho, que deja que se escuche la música de la poesía
de Beckett. Hay un sólido y afiatado desempeño de los cuatro
intérpretes, y aciertos notables en la escenografía corpórea,
el vestuario y maquillajes. A la hora, el espectáculo parece haberlo
expresado todo, pero la versión se resiste a recortar el texto.
Por Pedro Labra Herrera |