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  JUANA (Dir.Manuela Infante)
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Si cuando usted va al teatro lo que busca es teatro y no sólo espectáculo y risa fácil, ‘‘Juana’’ es la obra. Porque este nuevo trabajo de Manuela Infante y María José Parga (‘‘Prat’’, 2003) es un montaje sólido desde la dramaturgia a la puesta en escena, que concentra momentos de alta emoción y humor inteligente.

Es indudable que tanto en la tarea de estructurar un texto y de enfrentar un montaje este grupo avanzó muchos pasos. Ya ‘‘Prat’’ tenía notables intuiciones que prefiguraban lo que ahora tenemos de manera más concreta. Nada queda al azar en esta pieza y nada se observa sin sentido. No hay cabos sueltos y el relato tiene una coherencia sorprendente.

Al igual que ‘‘Prat’’, obra que motivó confusiones y un debate anticipado de muy poco nivel, ‘‘Juana’’ enfrenta al personaje entrañable que es Santa Juana de Arco. De nuevo el punto de partida son los niños. La acción se inicia el día 9 de mayo de 1920, cuando Jeanne fue canonizada. Es la posguerra y un grupo de cinco chicos que lo han perdido todo, se constituyen primero como clan, se reconocen, se aceptan y organizan lo que esperan sea el sustituto de la familia perdida: forman una pandilla. Pronto despunta el aprendizaje de las letras y el juego, y desde éste cobra vida la santa, personaje de la noticia del día. Lentamente, los protagonistas se convierten en los poderes temporales que la rodearon y que la fueron modelando y usando de acuerdo a sus objetivos.

Con sencillez y precisión, la autora y directora Manuela Infante, en las dos horas y cuarto que dura la obra, juega con lo que es y lo que no, lo corpóreo y lo sutil, lo que existe y lo que existió, usando el bien delimitado y desprovisto espacio cuadrangular en todas sus posibilidades. El elenco —María José Parga (inspirada y dulce Juana), Héctor Morales (con una magnífica veta de comediante y excelente como el niño que sabe leer y como Monseñor), Juan Pablo Peragallo, Rodrigo Sobarzo y Cristián Lagreze— responde con profesionalismo y nunca deja de retratar bien a este delicioso y temible grupo que viaja de la ternura y la timidez a la violencia y la furia. Se repite en los niños el difuso cuadro histórico en que vivió Santa Juana, donde iluminados y místicos debieron confundirse con reyes y militares, y se proyecta desde su inocencia y lucidez un futuro algo mejor, si bien complejo y con tropiezos. Esta vez Juana no vuelve a ser quemada.

Por Juan Antonio Muñoz H.