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  KING (Dir.Constanza Brieba)
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Emoción en el desierto

Michel Vinaver es un clásico contemporáneo francés desconocido en Chile y ‘‘King’’ es ejemplo de la parte más discursiva de su teatro, en la que no hay un conflicto dramático propiamente ni una especial búsqueda de la belleza del lenguaje. Por el contrario, se trata de una obra severa, seca, destinada a artistas capaces de hacer emerger de la historia momentos de sensibilidad y emoción.
Revisa la vida del empresario y creador de la hoja de afeitar desechable Gilette, a través de tres edades: King joven (33 a 49 años), King maduro (50 a 69) y King anciano (70 a 77). Estos seres fragmentados dan cuenta de una verdadera epopeya personal y solitaria, auge y decadencia incluidas, con cuanto eso significa en término de utopías enarboladas y destruidas, y costos personales.

Constanza Brieba hizo un acucioso trabajo para imbricar los extensos textos y darles organicidad, dinámica y fluidez; además, potenció el desarrollo del único personaje a través de un atractivo juego de tensiones entre los actores y de la utilización del espacio escénico. Con sutiles juegos de luces, de música de gran delicadeza y de la creación de atmósferas a través de silencios y pausas, la dirección consiguió plasmar instantes de emoción y humor que, surgidos de un texto árido, resultan tanto más poderosos. Todo, a partir de un constante cruce de monólogos, de recuerdos donde cada una de las voces trae a escena las voces de terceros, y también de frases que se construyen como eslabones en una y otra voz, o como palabras, slogans o sentencias que reproducen las tres voces en unísono: una máquina decididamente muy difícil de conducir.

Los actores —Jorge Díaz Wilkinson, Andrés Céspedes y Humberto Gallardo— hicieron un ejercio de memorización impresionante. De los tres, Gallardo es el que se mueve con mayor oficio por los textos, aunque su trabajo fluctúa entre la superficialidad y el verdadero encuentro; Céspedes, un excelente intérprete, tiene que dominar mejor sus parlamentos para extraer todo lo que se puede del King maduro, y Díaz Wilkinson, joven y solvente, hace un retrato efectivo pero algo unilateral, sin muchos matices, apoyado en una voz sólida pero de emisión áspera.

Por Juan Antonio Muñoz H.