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  LA ESCALERA (Dir.Pablo Casals)
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"La escalera", el bien logrado nuevo estreno del Teatro de la Ceniza, de muy promisorio debut hace un año ("No soy la novia"), no se puede recibir sino con asombro. El montaje se despliega con el aplomo expresivo que sólo da la experiencia en el oficio; loable, considerando que es apenas el segundo trabajo de un grupo - encabezado por Andrea Moro, dramaturga, y Pablo Casals, director- ninguno de cuyos miembros tiene más de 25 años.
Aquí el colectivo define su interés por la temática juvenil, en un estilo de drama básicamente realista, pero que respira un aire de extrañeza y mal sueño. El propósito declarado de reinterpretar el mito de Electra y Orestes, pronto se olvida. En 40 minutos, la obra muestra a una liceana y su hermano menor en el sótano de su casa, su refugio y encierro, planeando eliminar a su madre postrada quien quizás dejó morir al padre enfermo.

Es un buceo, conmovedor y de resonancias psicosociales, en el abandono y desolación adolescente en un mundo, para ellos, cruel, incomprensible y amedrantador. El texto y la puesta aciertan en revelar a sus personajes en capas sucesivas y contradictorias. Son víctimas tiernas y desvalidas, pero también violentos, odiosos y malignos; la soledad hace que su relación derive al incesto.

Sin duda, el resultado proviene de una gran intuición artística y el rigor laborioso. La dirección logra una precisa y sugerente modulación de las atmósferas y ritmos derivados de los giros algo bruscos. El uso del espacio, luces y musicalización -con dos instrumentistas a un costado, y además pista grabada- se ensambla perfectamente. Las actuaciones son tan sinceras y creíbles, que cuesta imaginar a Tatiana Torés y Alfredo Allende con una vida propia distinta a la de sus roles.

Por Pedro Labra Herrera