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  NOVECENTO: EL PIANISTA (Dir.Michael Radford )
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El tour de force de Héctor Noguera en "Novecento" es extraordinario y su cimiento clave, sin duda. Pero, dado que el actor ejecutó antes otros notables unipersonales de largo aliento ("El contrabajo", "Ejecutor 14"), más asombroso aún que su proeza histriónica es lo que el equipo entero consigue a partir del sensitivo y caudaloso texto del autor italiano Alessandro Baricco.
Aunque escrito a petición de un actor, es un relato de carácter claramente literario y no dramático, para ser leído o bien contado desde un escenario, como en la elogiada versión bonaerense, en verdad un acto de narración oral. Esta puesta, en cambio, hace que el monólogo se vuelva teatro, y del bueno.

Al que fue quizás el gran salón de un transatlántico, ahora abandonado y en ruinas, llega un ex trompetista que comienza a recordar a su amigo, el singular y mítico Novecento, un recién nacido hallado a bordo por los marineros el primer día del siglo, que llegó a los 30 años venerado como el más brillante pianista de jazz, sin jamás haber pisado tierra firme. A medias realista o fantástica, la bella historia de este personaje prodigioso respira magia y poesía, amor por el poder de la imaginación y la música. Su sentido alegórico deriva hacia la fascinación existencial -y el horror- por la inmensidad, el vacío, lo desconocido.

En rigor, el director del montaje -el británico Michael Radford, cineasta más que hombre de teatro- pudo hacer que Noguera ocupara el amplio escenario de modo más variado; éste siempre vuelve al mismo lugar y destina su soliloquio a un único punto. Los aciertos en el despliegue de teatralidad se deben atribuir mayormente al diseñador Rodrigo Basáez y el músico Camilo Salinas. Nunca el espacio del Teatro Camino fue aprovechado tan expresivamente; los movimientos de luces y el universo sonoro proveen al espectáculo de una maravillosa riqueza atmosférica.

Hay que advertir que el unipersonal se toma todo el tiempo del mundo, de modo que los 125 minutos que dura, son también de gran exigencia para el público.

Por Pedro Labra