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Ya
el título advierte a quien va al teatro a pasar un buen rato que
debe apartarse de "Psicosis 4:48". Experiencia tremenda, demoledora
y extenuante, también de un lirismo duro y desesperado, la última
obra que escribió Sarah Kane, meses antes de suicidarse en 1999
a los 28 años, es su expresión del proceso que precede a
la autoeliminación, una pavorosa espiral sin regreso del más
profundo descontento y desánimo vital. |
Aquí
la autora demostró que el movimiento In Yer Face -del cual fue
pionera y su talento más notable- podía ser tanto o más
brutal y cumplir con su finalidad de asaltar la sensibilidad del público,
sin mostrar en escena prácticas sexuales y tabúes. Si quiso
dejar registro de su camino personal en busca de paz y alivio al colapso
psicológico, lo hizo sin duda esperando que surgiera una luz, aunque
mínima, de esperanza.
Fragmentado,
sin indicaciones ni personajes, el más experimental de los cinco
textos de Kane está constituido por una serie de parlamentos inconexos.
En su versión, Alfredo Castro -que en 2002 estrenó "Devastados"-
atribuye esta oralidad desarticulada a una sola mujer inteligente y sensible
en depresión severa (que podría ser la propia dramaturga),
y un interlocutor masculino (Francisco Melo), quien actúa mayormente
como su psiquiatra, a veces parece un amigo que quiere apoyarla o el hombre
que no la ama, en un momento es un reflejo invertido de sí misma.
El
montaje no tendría la intensa interioridad que despliega sin la
actuación de Claudia di Girolamo, que en el rol eje recorre todos
los matices del desgarro, incluyendo impensables destellos del más
feroz humor negro. La estilizada puesta nos instala frente a una caja
fría y aséptica, representación poética de
una mente en que realidad y alucinación se confunden; los ásperos
recursos en juego -ampolletas de brillo mortecino, proyección de
palabras y trazos sin sentido, efectos de luz y color- son todos signos
descoyuntados de la crisis.
Por
Pedro Labra |