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Cuando
la realidad se mueve, se desliza, comienzan a aflorar los miedos. Los
seres humanos tratamos de mantener la estabilidad del entorno y de nosotros
mismos a toda costa y todo sin parecer preocupados o tontos. Porque de
hecho, todos somos unos salvajes, como el hombre de ojos tristes. Y aunque
estamos perdidos, solos, abandonados y débiles somos capaces de
realizar, de manera convencida, actividades entusiastas y actos de valor.
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Así
como, Gunter, un médico sin fronteras quien, regresa de Moldavia
a su casa. Pero se baja en la estación equivocada y es ahí,
debido a este error, donde empieza su angustia existencial. Su texto comienza
impregnado de confusión y miedo: “Perdón, tengo que
tiritar, ustedes no me conocen, no estoy borracho pero tengo muchísima
sed...”. En ese instante los hermanos Emil y Hanno Flick entran
en escena y dicen entender a nuestro protagonista. Ambos son amables pero
fríos en su manera de ser y consiguen por medio de una sutil obligación,
que Gunter los siga hacia su casa. Allí es también donde
vive su hermana Hedy, quien se convertirá en su amada, y que es
una enfermera que sufre extrañas enfermedades y miedos. En el camino
a la casa de los Flick se encuentra con el padre de esta familia quien
lo golpea sin razón (y que después actúa como un
viejo bonachón) pierde su boleto, su chaqueta y sigue siendo martirizado
a través de la sed.
Aunque
el escenario se pone cada vez peor para Gunter, en vez de salir huyendo
o tomar conciencia de lo que le pasa, decide “arrancharse”
con esta nueva “familia” para sobrevivir. Toda la historia,
de Händl Klaus transcurre entre el idilio y el abismo donde el espectador,
al igual que en una casa del terror, nunca sabrá cuando se tropiece
con el próximo hoyo o con una nueva trampa.
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