Términos y condiciones de la información © El Mercurio S.A.P.

Volodia Teitelboim:

“Saber que Gladys estaba enferma –ella, que era la imagen misma de la vida- resultó una sorpresa muy dura y más al conocer la naturaleza de su enfermedad. Yo la veré siempre como cuando la conocí, como el retrato de la pasión por la vida.

“Sucedió, creo y si no me equivoco, en el año 1958, hace más de 30 años…Era una reunión sostenida con jóvenes que se interesaban por el Partido Comunista, estudiantes de la Escuela Normal; entre ellos, destacaba esta muchachita que tenía menos de 20 años y su interés por conocer a fondo de qué se trataba el partido; ella venía de un hogar de maestra en el campo y se notaban sus primeros años de experiencias rurales, que la convirtieron siempre en una chilena típica.

“Su característica principal era el afán inextinguible de saber y también de actuar, porque su temperamento era de un dinamismo muy fuerte e imbuida por ciertos principios morales, que no sé si los concibió en su relación infantil con la Iglesia. Para ella, la ética (la entrega de una persona a una causa superior sin pedir nada a cambio) fue un motor de su vida.

“Ingresó a las Juventudes Comunistas en una época democrática de la historia de Chile y se convirtió tempranamente en líder de la nueva generación, que estaba muy atenta a lo que pasaba en esos tiempos en el mundo, con la guerra de Vietnam.

“Gladys encabezó una caminata solidaria con la guerra –a la que también se había sumado el ahora ministro del Interior, José Miguel Insulza- que venía desde Valparaíso a Santiago. Como el secretario de Estado lo ha recordado innumerables veces, él llegó hasta un determinado punto y no pudo más. Ella, en cambio, tenía que ir desde el punto de partida al de llegada. Ese es un símbolo de su ideal, de su pertinacia, de su fuerza de carácter: siempre proponiéndose algo y tratando de lograrlo.

“Nunca fueron causas personales, sino gestos superiores: por la justicia, por la igualdad, por la paz; siempre entregándose por los demás. Se convirtió muy pronto, dadas sus condiciones de líder innata del movimiento juvenil chileno, en secretaria general de las JJ.CC. y fue elegida, luego, diputada por el segundo distrito de Santiago, que era de origen popular.

“Servidora pública y servidora del pueblo, servidora también de ideales que desbordan y trascienden a las personas. Nunca desmayó y siempre quiso volver a reestablecer la fuerza del pueblo. Naturalmente, estos sueños fueron quebrantados duramente por la dictadura que mató a su marido y la separó de sus dos hijos.

“Tuvo que salir al exilio y yo, que había trabajado con ella en el país, tuve ocasión de compartir el esfuerzo en el destierro, pero la vi apesadumbrada, echaba mucho de menos Chile, donde no podía entrar, sino clandestinamente y fue, precisamente, eso lo que hizo en los tiempos duros, cuando la dirección del partido había sido cazada en la calle Conferencia y asesinada, supongo, porque desapareció.

““Tengo que volver a Chile, recrear la dirección, la lucha no puede cesar”, dijo y fue así como caminaba diariamente caracterizada de otra persona en medio de grandes peligros, porque, si la hubieran sorprendido, es posible que le hubieran reservado la misma suerte que a su marido.

“Hizo una obra muy importante y luego, en el período que siguió a la salida de Pinochet de La Moneda, ella volvió a desplegar, con la energía de siempre, una actividad casi fabulosa, entusiasta. Su carácter era ése, el de una persona que tiene una misión extrapersonal de juntar a los pobres, a los olvidados. Siempre lo hizo.

“Yo la concibo a ella siempre viva, siempre. Sé que es una ilusión, pero ella fue en la vida del PC y de la izquierda chilena, un personaje que adquiere categoría de símbolo y quedará así.

“Su misma conducta frente a la enfermedad, ilustra el temple de su carácter: en lugar de recluirse para llorar su desdicha, siempre que pudo, se mantuvo en pie para continuar la tarea. Fue la presidenta del partido hasta el último momento, incluso cuando fue atendida en Cuba; le resultaba difícil hacerlo, pero siempre estaba preocupada.

“Gladys vivió para la gente humilde de este país y también -en un ambiente en donde impera y se usa la mentira, las medias verdades-, ella fue la que dijo siempre, a cualquier precio, la verdad entera y eso le granjeó la simpatía o, por lo menos, la comprensión de mucha gente que no compartía sus ideas.

“Lo manifestado en esta hora, el apoyo a Gladys de gente muy lejana a sus sueños, significa simplemente que conquistó el respeto a través de su vida.

“Creo que fue una gran chilena, porque había en ella mucho del carácter popular. Es como una traición de la naturaleza, porque Gladys es la imagen misma de la vida. Ella quedará en la historia de Chile, porque fue valiente, noble, clara, luchadora, de altos ideales.

“No puedo dejar de recordar en esta hora, una anécdota que nos sucedió estando de visita en Vietnam, el año 1976, para el primer congreso del PC de ese país. Ambos estábamos muy interesados en aquello que era un milagro: un país pequeño, del tercer mundo había logrado derrotar al gran dragón, al imperialista de los imperialistas.

“Nos preparábamos a escuchar al general al mando del ejército vencedor, cuando llegó una comitiva a invitarnos a la casa del “tío Ho” (Ho Chi Min); el sentimiento era contradictorio, pues queríamos escuchar al general para tomar ejemplos que nos sirviesen en Chile, pero no podíamos rechazar la invitación, ya que sería considerado un agravio.

“Le expliqué la situación al intérprete que nos acompañaba y le pedimos si nos podían dar una copia del “informe” que daría el alto oficial. ¡Cuál no sería nuestra sorpresa al volver de visitar la casa del padre de la patria vietnamita y ver que nos esperaba una delegación de alto rango! Ceremonialmente se nos informó que nuestra petición había sido estudiada por las altas autoridades y estaba allí el sastre para tomarnos las medidas de nuestro “uniforme” militar.

“Aclaramos inmediatamente la situación, porque no nos hubiera gustado nada aparecer en la primera plana de “El Mercurio” con nuestros flamantes uniformes vietnamitas. Gladys me dijo: “Nos perdimos una oportunidad preciosa de divertirnos, pero ridícula”; así era ella.

“Años después, recibimos en Chile al representante para América Latina de Vietnam. Mientras tomábamos un té exquisito traído por él, nos preguntó si recordábamos esa antigua anécdota; contestamos que era imposible olvidarla, pero que nos resultaba raro que él se acordara. Respondió: ¿y cómo no?, si yo fui aquel intérprete.

“La carcajada fue general. Así era la Gladys: fuerte, valiente, noble, luchadora y siempre de buen humor”.