Graffiti en el mundo

El arte del muro, como lo conocemos hoy, surgió a finales de los años 60, cuando Demetrius, un joven de Nueva York, empezó a escribir su apodo (TAKI) y el número de su casa (138) en paredes, autos, monumentos públicos y, sobre todo, en las estaciones y vagones del metro de Manhattan.

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Ahí nacieron los primeros escritores: Frank 207, Chew 127 y Julio 204, que al igual que a TAKI 138, les atraía estampar su nombre por toda la ciudad, para que la gente los pudiera leer. No importaba el estilo ni la estética, sino poner sus tags o firmas, en los lugares más peligrosos y difíciles de alcanzar.
Algunos trataban de hacerlo en los pisos más altos de los edificios, para dar la impresión de "graffiteros voladores".


Sin embargo, ya en la década de los setenta, las figuras simples y legibles comenzaron a evolucionar. Desde Philadelphia llegó a Nueva York un estilo llamado Top Cat, que afinaba los nombres con letras alargadas, finas y muy juntas. Los nuevos tags casi no podían leerse, lo que a los rayadores les pareció mejor, porque llamaban más la atención que el resto.

Así, un gran número de escritores de Manhattan adoptó la moda y la rebautizaron como "Broadway Elegant".


En la misma década, Phase 2 fue el primero en desarrollar un estilo más profundo, con mejoras en el diseño de su nombre. Fueron unas letras inmensas, coloreadas, huecas, pero bien formadas y perfiladas, que bautizó con el nombre de “bubble letters” o “burbujas”.

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La siguiente revolución de tipografías la protagonizó Pistol 1, cuando pinto la primera obra con letras tridimensionales o “3D letters”, rayas que dan la sensación de proyectarse hacia fuera del muro.

Con la evolución, comenzó la llamada "Guerra de Estilos". Incluso, algunos escritores llegaron a cambiarse de nombre con la esperanza de que una nueva combinación de letras les inspirara la creación de nuevos diseños.

A lo largo de las líneas del metro de la ciudad, los graffiteros trataban de superarse unos a otros en términos de color y forma. A medida que mejoraban la calidad de la técnica, las obras empezaron también a aumentar de tamaño.


Muchos encontraban demasiado pequeño el espacio entre las ventanas y la parte inferior de los vagones, entonces empezaron a extenderse por encima de estas creando las llamadas obras "de arriba a abajo". Al mismo tiempo, se agrandaban hacia los lados, en las pintadas "de extremo a extremo".

De a poco, los grandes graffitis salieron del metro e invadieron los muros de la cuidad, alcanzando una mayor exposición. Comenzó así a difundirse por el mundo este arte callejero, bastante más complejo que simples dibujos hechos con spray.