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La CIA y el FBI desacreditados
Por qué no se previó nada
El Mercurio
Domingo 16 de Septiembre de 2001

Más allá del acabado preparativo de los extremistas, el ataque fue en gran medida exitoso debido a los graves errores e inadvertencias cometidos por los encargados de la seguridad en los aeropuertos y de la contrainteligencia estadounidenses.


La prevención en los aeropuertos hará demorar los viajes, pero ya la tragedia está cumplida.

Mauricio Carvallo

¿Cómo fue posible que la agresión terrorista horadara el corazón financiero de EE.UU. y el símbolo de poder militar del país más poderoso de la tierra?

Una vez disipado el humo de la acción suicida quedó en claro que más allá del acabado preparativo de los extremistas, el ataque fue en gran medida exitoso debido a los graves errores e inadvertencias cometidos por los encargados de la seguridad en los aeropuertos y de la contrainteligencia estadounidenses.

Como resultado de ambas deficiencias, ese país que está en condiciones de ganar un gran conflicto a escala mundial, no puede garantizar la tranquilidad de sus habitantes ante la decisión de un puñado de extremistas.

Fueron dos las mayores fallas: la inseguridad de los terminales aéreos, donde cada año se embarcan 500 millones de pasajeros, y el fracaso del sistema de defensa, donde anualmente se invierten 30 mil millones de dólares.

A pesar del dominante papel estadounidense en el rubro de la aviación, sus aeropuertos ya estaban catalogados entre los menos seguros del mundo. Antes de que estallara en 1996 el vuelo 800 de la aerolínea TWA en las costas de Long Island, la administración Clinton había descubierto graves falencias.

Mary Schiavo, entonces inspectora general del Departamento de Transportes, renunció en marzo de este año reiterando graves acusaciones. No está ajeno a esto que tan pronto abandonó su puesto, pasaron a la categoría de "clasificados" sus informes que describían signos de ineptitud en varios grandes terminales.

La ineptitud se expresaba en un control deficiente de las líneas domésticas. Cualquiera podía embarcarse sin mostrar ninguna identificación; sólo bastaba con tener el boleto a mano.

La impaciencia de los pasajeros ante el creciente número de congestiones, la presión por mayor libertad de movimientos, la competencia por bajos costos, más la ingenuidad tradicional norteamericana, favorecieron que esta operación bien planificada, coordinada y ejecutada encontrara su mejor caldo de cultivo.

A pesar de todas las máquinas de última definición para examinar maletas, de los puntos de chequeo y de detectores de metales, inspectores del gobierno ya sabían que el sistema no funcionaba. Porque ellos mismos violaron sin problemas los puntos más sensibles.

Según informes del Congreso, que citó al Departamento de Transportes, investigadores encubiertos que se hicieron pasar por pasajeros fueron absolutamente exitosos en penetrar áreas restringidas en seis grandes aeropuertos.

Una granada pasó los controles

Mucho antes del atentado, los informes advirtieron que los inspectores engañaron rutinariamente al sistema portando cuchillos y armas de fuego en las áreas de seguridad sin que nadie les preguntara qué hacían allí.

Pero si alguien hubiese encontrado algún sospechoso, los controladores no habrían sabido qué hacer. El lobby de árabes-estadounidenses para quejarse de discriminación racial ayudó mucho a bajar las exigencias. Y si hubiesen detenido a alguien habría dado lo mismo porque sólo desde esta semana quedaron prohibidos los cuchillos. Antes podían portarse si medían menos de 10 centímetros.

No obstante, lo más grave era que ni siquiera descubrieron pistolas ni revólveres. Incluso un inspector pudo pasar una granada escondida en su maleta ante los scanner de control.

De acuerdo a datos de la Administración Federal de Aviación (FAA), si en los diversos tests realizados en 1978 este personal no detectó un 13% de objetos ilícitos, en 1997 la cifra subió a un 20%. Después no se supo más porque desde ese año el organismo dejó de publicar tales datos explicando que era información sensible.

Entre el 97 y el 99 la FAA descubrió 136 problemas de seguridad en Logan, uno de los aeropuertos del que salieron los aviones con extremistas. Existían fallas en el chequeo de los equipajes que iban por carga. Tres veces, por lo menos, sus inspectores ingresaron durante la noche a aviones guardados en los hangares. Peor aún, lograron - usando nombres y apellidos divertidos para llamar la atención- subir "a la mala" a 18 aeronaves listas para partir.

Después de eso, Logan mantuvo cerrada 26 puertas estratégicas, pero igual la FAA multó con 178 mil dólares a la autoridad aérea del estado de Massachusetts.

Parte de las fallas de todos los aeropuertos se concentraron en los distraídos encargados de los detectores de metales. Sin tener la debida preparación, realizan jornadas de trabajo extenuantes, peor pagados y con menores beneficios que los vendedores de comida rápida.

Empresas de seguridad los contrataban sin mayor indagación. Argenbright Holdings, la mayor compañía de EE.UU. en el rubro aeroportuario, pagó en mayo de este año una multa de 1,2 millón de dólares por emplear trabajadores con pasado delictivo. Hasta había contratado a un secuestrador.

Otro de los problemas es que las líneas aéreas se negaban a invertir en seguridad. Y aunque la FAA puso en los últimos tres años unos 500 millones de dólares, complejos aparatos de detección de explosivos permanecían a menudo sin uso porque sus eventuales responsables no recibieron la preparación adecuada. Solamente se alcanzaron a instalar tres de esos sistemas que pueden detectar bombas plásticas, pero carece de ellos un aeropuerto tan importante como Kennedy.

Inquieta por la facilidad con que se violaban las zonas de seguridad, la FAA sugirió en diciembre del año pasado poner un guardia en cada vuelo, pero lo impidieron razones de costos de las compañías aéreas. A menudo éstas imponen sus condiciones y la falta de cumplimiento de las medidas obligó al Congreso a criticar fuertemente a la FAA.

Como siempre sucede, la tragedia obligará a severas reacciones, que en el caso de los pasajeros de todo el mundo se expresará en grandes retrasos y confusiones que ocultarán la inoperancia de ciertas compañías.

Moraleja: aunque se disponga de los equipos más complejos, siempre se necesitará de la inteligencia humana. Como es la única que puede tener éxito cobran sentido las curiosas palabras del alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani: "Nueva York ahora es segura".

La CIA y el FBI no tenían informantes

EE.UU. se ha destacado más en investigación a posteriori que en prevenir. Así, no ha habido normalmente detección por parte de la CIA, FBI y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSC), encargadas de la materia.

"No sabemos nada. También estamos viendo la CNN", respondió un alto director del NSC en su oficina, cuando un experto la contraterrorismo le preguntó el martes pasado qué diablos estaba pasando.

Tal vez por esto se había iniciado recién la reestructuración del sistema. Obedeciendo una directiva presidencial, se buscaba lograr que las funciones de contrainteligencia se manifestaran en una mejor coordinación entre la CIA, el FBI, del Departamento de Justicia y las ramas de inteligencia de las fuerzas armadas.

El énfasis estaba dado en la necesidad de "identificar, comprender, priorizar y contrarrestar las amenazas que enfrente EE.UU.". Uno de los rubros contemplados era el contraterrorismo, el aspecto más débil, donde es necesario abrochar más los cinturones.

Porque habría bastado que la CIA y el FBI hubiesen contado con un solo informante islámico bien situado para evitar toda la tragedia. Pero no tenían la más mínima indicación de lo que iba ocurrir. Y eso que lo que también se urdió por los terroristas fue atentar contra la Casa Blanca y el avión presidencial con Bush.

Para mayor vergüenza de la CIA, que centralizaba la coordinación, no sólo se evacuó la casa de gobierno; también sus hombres debieron huir de su sede en Langley (Virginia), mirando aterrorizados el cielo. Y en esto lo imitó el Departamento de Estado, organismo encargado de identificar los territorios que apoyan el terrorismo internacional.

La amenaza a la casa de gobierno puede haber servido para explicar por qué Bush no volvió inmediatamente a Washington, dando la sensación de que se había ocultado, por inseguridad, en lugar de dar la cara.

El gobierno estuvo acertado en esperar la primera conflagración en su territorio tras un siglo y medio. Pero su error fue creer que la guerra del siglo XXI sería la de las galaxias. Se preparaba contra ataques con misiles (con un costo de ocho mil millones de dólares) y armas biológicas y químicas, pero no contra quienes usaban"boeings" como proyectiles.

Los días transcurridos sin acción militar se deben a que nadie pudo dar una certeza que justificara a quiénes dirigir la represalia. El FBI se puso a trabajar con seis mil efectivos sobre miles de antecedentes que recibió por vía telefónica y en una página que abrió en Internet.

Y no hubo coordinación entre los diversos organismos, sino más bien un lastimoso desorden. Como en los aeropuertos, se había esperado demasiado de la tecnología.

Esto es más lacerante aún para el Presidente Bush porque su padre fue director de la CIA. El atentado necesitó meses de preparación incluso en suelo americano. Para peor, cinco de los 18 secuestradores (según datos del FBI) permanecieron largo tiempo en Florida tomando cursos de pilotaje.

Aunque los expertos concuerdan en que la mejor manera de combatir el terrorismo es lograr tanta información de inteligencia como sea posible, nada se averiguó. Ello, aunque hace unas semanas el jefe terrorista Osama bin Laden había declarado a un diario árabe editado en Londres que "haré algo espectacular que los americanos no olvidarán en años". Y se sabía perfectamente quién era porque la CIA creó este monstruo cuando lo preparó para actuar contra los soviéticos en la guerra de Afganistán.

Y eso que la misión del Federal Bureau Investigation es "proteger a los Estados Unidos de los esfuerzos de inteligencia hostiles", por lo cual es el principal brazo investigativo del Departamento de Justicia. El contraterrorismo figura entre las cinco áreas criminales en que debe actuar. Su misión es justamente lo que no se hizo: identificar y neutralizar las amenazas", para lo cual emplea 11 mil 400 agentes especializados y 16 mil funcionarios. Su presupuesto es de tres mil millones de dólares.

Lo curioso es que el FBI tenía experiencia en materia de aviones. En mayo y junio de este año investigó una denuncia de la Boeing ante el gran número de averías, especialmente cables cortados, encontradas en B-737 ensamblados en las fábricas de Renton, en Washington.

Al parecer, no llegó a nada, lo que no fue extraño. Tampoco detectó el atentado en Oklahoma City. Su nuevo director, Robert Mueller, asumió a principios de diciembre, en plena crisis de funcionamiento, convaleciente de una operación de cáncer a la próstata.

Entre los cargos contra el FBI (planteados por una comisión gubernamental a pedido del Congreso) figuraban ocultar el resultado de sus investigaciones, por lo cual se habrían dañado casos relacionados con el contraespionaje y el terrorismo. Además se habían perdido de sus oficinas armas y computadores.

No había planes de infiltración

A su vez, la CIA, dirigida por George Tenet (que viene de tiempos de Clinton), hace de cabeza de la comunidad de inteligencia. Para desempeñarse debe recibir de ella misma y de todas las organizaciones "la mejor inteligencia posible". Y como organismo separado, debe analizar todos los temas que inciden en la seguridad nacional, entre ellos también el contraterrorismo. Y le está permitido actuar en el extranjero en actividades clandestinas, usando todos los medios electrónicos.

Sin embargo, la CIA no tiene personal de confianza capaz de infiltrarse en los grupos islámicos ni voluntarios dispuestos a vivir años en Afganistán. Según el ex agente de la CIA Reuel Marc Gerecht, hasta cuando dejó la agencia, en 1999, no existía ningún plan para infiltrar los movimientos fundamentalistas islámicos. Sólo el año anterior se había iniciado un programa de siete años para reclutar un 30% de agentes dispuestos a tales misiones.

Un analista militar cercano a la nueva administración abundó en que no existe ninguna idea de quiénes son verdaderamente los talibanes y anunció que el nivel de conocimiento de la CIA de las lenguas y de las sociedades islámicas es "increíblemente bajo".

Tampoco la agencia contaría, como antaño, con agentes que puedan eliminar, como en el pasado, a los personajes más peligrosos. Cuando en 1976 murió en Washington despedazado el chileno Orlando Letelier, los organismos de inteligencia locales fueron condicionados a actuar limpiamente. Ese caso incentivó para que no fuera contratado personal que aplicara los procedimientos condenables.

Se adoptó la estrategia de los "cero muertos" y se privilegió, en lugar del factor humano, la inteligencia electrónica que capta, vía satélite, las conversaciones en los teléfonos celulares y que se activan ante algunas palabras clave.

Pero las fallas de inteligencia no eran exclusivas de la CIA y el FBI. También se equivocaron los militares. La Organización del Atlántico Norte también puede intervenir en este campo. Y aquí confiesa el general en retiro, Wesley Clark, ex comandante supremo de OTAN, que "sabíamos por algún tiempo que algún grupo planeaba atacar el Pentágono, y... obviamente, no nos preparamos lo suficiente".

Tres dudas laceraron durante la semana al mundo: si Bush mantendrá unida a la nación; si quien entró al gobierno con muy poca experiencia militar encontraría una respuesta armada efectiva y justa ante ese "acto de guerra" y cómo protegerá en seguridad e inteligencia a la nación, impidiendo que estos hechos se repitan.

Es mucho esperar de acuerdo a lo que EE.UU. ha logrado hasta ahora.

 

 

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