El
nuevo perfil del asesino suicida
El
feo durmiente
El
Mercurio
Domingo
7 de octubre de 2001
Adulto-joven,
alumno aventajado, viajero frecuente, usuario habitual de internet,
con tarjetas de crédito y vecino común, el nuevo
"terrorista durmiente" puede ser un ciudadano cualquiera
que, de pronto, se activa para matar a los "infieles"
con los que ha convivido por años. Así fue la
vida de Mohamed Atta, el líder terrorista del pasado
11 de septiembre.
MUERTE AL INFIEL.- Los asesinos suicidas radicales y marginados
comenzarán a ser desplazados por hombres comunes
y corrientes. Serán vecinos y buenos estudiantes
que se activarán para acciones terroristas. |
Rodrigo
Barría Reyes
"Te
quedan pocas horas y desde ahora comenzarás a vivir una vida
muy feliz en el Paraíso infinito. Sé feliz porque el Profeta
siempre lo fue...".
El comentario anticipado de un destino trágico fue lo último
que leyó Mohamed Al-Amir Awad Al-Sajjid (Mohamed Atta, según
los investigadores estadounidenses) antes de enfrentar la
que sería la aterradora experiencia de tener que soportar
las alargadas y eternas horas de la última noche de su vida.
Las palabras fueron encontradas en una de las maletas que,
por error, quedaron en tierra en la conexión aérea que el
kamikaze árabe hizo a primera hora del 11 de septiembre pasado.
Atta se embarcó en Portland antes de las 6 de la mañana y
llegó hasta Boston para desde ahí tomar el vuelo número 11
de American Airlines rumbo a Los Angeles.
El viaje era non-stop, pero Mohamed Atta tenía preparada una
escala aterradora en Nueva York.
El hombre de apariencia común y vida anónima, de pronto se
convirtió en algo que no había sido nunca.
Mohamed Atta tenía diseñado su destino con mucha anticipación.
El hombre que parecía destinado a pasar por el mundo envuelto
con un ropaje de vida ordinaria sabía que esa visión que tenían
de él cambiaría para siempre. Atta potenciaba su imagen de
aparecer como "uno más", pero tenía claro que su anonimato
respondía a un bien pensado plan estratégico de vida mimetizada
antes de asestar el más duro golpe terrorista que hubiese
conocido el planeta.
Mohamed Al-Amir era un hombre precavido. Cada uno de sus pasos
estaba estrictamente pensado. Nada era obra del azar.
Por eso el 11 de abril de 1996 el egipcio reunió a dos testigos
para dejar en claro cuál era su plan para el día en que muriera.
"He de reposar sobre el lado derecho, con la cara en dirección
a La Meca. Una hora deben acompañarme en mi tumba. No debe
haber mujeres en mi entierro ni deben visitar después mi tumba",
sentenció.
En 18 puntos muy específicos, el personaje tenía establecido
con años de antelación los estrictos rituales y condiciones
específicas que debían seguirse a la hora de su entierro.
Pero fue el propio Atta el que dijo no al último ritual que
se tenía preparado.
¿Qué pasó? ¿Cambió de la nada para convertirse en el verdugo
de seis mil inocentes o todo en él era una bien cuidada y
estudiada actuación con tal de despistar para asestar un golpe
previsto desde hacía años?
En Egipto, donde nació y creció, el pequeño Mohamed siempre
fue descrito como un ser tímido, más bien común. Hijo de un
abogado y dueña de casa, en Kafr El Sheikh - su pueblo natal-
muchos supieron de su afición por el ajedrez y su renuencia
por los tradicionales juegos violentos a que acostumbran los
hombres en una edad cargada de energía.
"Bobol" - una referencia árabe al canto de un pequeño pájaro-
era el sobrenombre que eligió el padre para el bajo en estatura
y entonces delgado Mohamed.
La mente inteligente de un padre destacado profesionalmente
se repitió en las dos hermanas de Mohamed: una se convirtió
en profesora de zoología y la otra en médico. Al-Amir Awad
Al-Sajjid fue a la Universidad de El Cairo. Allá completó
sus estudios en ingeniería arquitectónica. Fue un alumno destacado.
En las aulas de la casa de estudios de la capital egipcia,
el joven Mohamed era considerado como un tipo moderado por
sus compañeros, quienes ahora dicen recordarlo como un estudiante
alejado de comentarios políticos concluyentes. Incluso, aseguran
que era un crítico severo de las acciones terroristas. Ni
siquiera rememoran haberlo visto rezar en demasía.
Lejos de insultos antinorteamericanos, el entonces universitario
se dedicaba con más ahínco a repasar materias y a tener más
atención por los pobres de la ciudad que en los asuntos de
política contingente.
Atta prepara durante meses su adiestramiento
Mohamed El Amir, el padre del suicida que comandaba una de
las aeronaves que chocaron contra las Twin Towers, ha insistido
desde el mismo día 11 en la inocencia de su hijo. Jura que
está vivo y que es imposible que haya estado a cargo de los
mandos del Boeing 767 de American.
Los que conocieron al entonces estudiante de arquitectura
aseguran que, si es que efectivamente Atta iba en el avión,
quizás la explicación habría que buscarla en la influencia
que pudo haber ejercido en él su padre, un viejo crítico de
Israel y un hombre que no ha tenido problema en días recientes
de acusar a Estados Unidos de país terrorista contra los pobres.
Quienes compartieron con Mohamed Atta aseguran que partió
a Alemania como un intento de escapar de la caótica realidad
social egipcia que impedía su ascenso dentro de El Cairo.
En 1992 llegó hasta Hamburgo para efectuar un posgrado en
planificación urbana en la Universidad Técnica de la ciudad
germana.
Los estudiantes alemanes que alternaron con él lo recuerdan
como un personaje progresivamente ensimismado, severo y crítico
en su visión del mundo.
Cada vez más ausente de las actividades académicas, Atta inició
una serie de periplos llenos de misterio.
De hecho, viajó hasta Siria para desarrollar su tesis universitaria.
Una mente privilegiada lo llevó a analizar las complicaciones
que se generaban en la planificación urbana al encontrarse
el islam con las necesidades de modernidad de las urbes árabes.
El trabajo logró la más alta calificación. En la portada,
unos versos del Corán fueron la carta de presentación del
completo escrito de Mohamed Atta.
A mediados de los '90 se supone que el hombre procedió
con su peregrinación a La Meca.
De ahí en adelante, y tras volver a Alemania, comienza la
etapa más oscura de su vida y la que, se supone, lo vincularía
ya de manera definitiva con grupos terroristas.
A fines del '98 desapareció durante algunos meses. Según
él, había salido de Alemania por razones familiares.
Un viejo amigo lo vio en una calle de El Cairo el año '99
y se acercó eufórico a saludarlo. Atta, apenas mostro algún
entusiasmo con el fortuito encuentro.
Ese mismo año Mohamed solicitó permiso a las autoridades universitarias
alemanas para fundar una agrupación de estudiantes islámicos.
Unos 40 hombres se dedicaron a reunirse diariamente para las
tradicionales plegarias del Corán. Posiblemente otros dos
de los secuestradores que participaron en los atentados del
pasado 11 salieron de este grupo de rezo.
A comienzos del 2000, Mohamed Atta viajó a EE.UU. y se mimetizó
como un americano más con su rostro afeitado y ropa de moda.
Ahí comenzó su ruta de preparación para el más colosal de
los atentados terroristas.
Aprendió a volar en aviones pequeños y no tuvo problemas en
gastar un millón de pesos por escasas tres horas en un simulador
de modelo Boeing 727 (una versión menor al avión que secuestraría).
300 horas de experiencia acumulada en distintos entrenamientos
lo convirtieron en un alumno no experto, pero sí capacitado
para maniobrar como él quería una aeronave.
Atta fue multado por infracción de tránsito y nunca pudo ser
detenido porque comenzó un constante período de mudanzas por
distintas ciudadades estadounidenses.
En Las Vegas estuvo dos veces alojando en en una pieza barata
donde el cartel "do not disturb" aparecía siempre colgado
en la puerta de su habitación.
Como si se tratara de un viajero habitual, partió a España,
donde recorrió casi dos mil kilómetros en un auto arrendado.
Volvió a EE.UU. con visa de negocios.
El 28 de agosto escribió en un computador www.aa.com para
ingresar al sitio internet de American Airlines. A través
de la página web compró su boleto de avión con una tarjeta
Visa.
Cuatro días antes del atentado, Mohamed, en compañía de otros
dos sujetos, estuvo en el pub "Shukum's". Gastaron casi
30 mil pesos esa noche.
A cuatro días de matar a casi 7 mil personas, Atta jugaba
despreocupado en una máquina de flipper del año '97.
Se activan los "terroristas durmientes"
Jóvenes solteros, fanáticos enclaustrados, con estudios menores,
militantes radicales y vociferantes eternos contra los "infieles"
de occidente.
El modelo clásico de los asesinos suicidas que se repiten
en el mundo árabe es un molde resquebrajado después de los
ataques del 11 de septiembre.
Quizás una de las cuestiones más aterradoras es que, de ahora
en adelante, cualquier tipo con una vida común y corriente
puede sufrir una transformación radical y decidir tomar un
avión lleno de pasajeros y hacerlo chocar contra un edificio.
Varios de los terroristas del 11 de septiembre eran hombres
con vidas ordinarias. Tenían claramente un intelecto medio-alto.
Habían viajado y disfrutado las bondades dispuestas en el
mundo de los "infieles". Fueron vecinos, compañeros de clase,
viajeros frecuentes, usuarios habituales de internet y clientes
en bares y supermercados.
Pero no pudieron permearse de esa sociedad. Es más: estando
en ella acrecentaron su escondido odio.
El grado de concientización fue tal que los kamikazes eludieron
todas las barreras inhibidoras y morales que pudieron haber
encontrado en esos años que estuvieron ocultos en occidente.
Son los que ya se denominan "terroristas durmientes", una
casta de guerreros de vida aparentemente normal con capacidad
de "activarse" instantáneamente para convertirse en algo que
nadie sospechaba.
Por eso la tarea para los servicios de inteligencia se hace
especialmente compleja.
¿Cómo enfrentar a un enemigo oculto por años entre los propios
pares?
Se estima que en EE.UU. hay en la actualidad cerca de 10 mil
estudiantes árabes siguiendo cursos de perfeccionamiento.
¿Cuántos de ellos son potenciales "terroristas asesinos"?
¿Podrán aceptar ahora los estadounidenses así como así un
estudiante árabe que desee efectuar un doctorado en materias
que impliquen un peligro futuro?
Los 19 secuestradores del día 11 tenían visas de turista o
negocios. Ninguno estaba ilegal. Ninguno alertó con su presencia
a los sistemas de inmigración.
Obvio: se suponía que eran tipos comunes y corrientes.
Se suponía... |