Estados
Unidos
Duro
golpe al corazón del imperio
El
Mercurio
Miércoles
12 de Septiembre de 2001
Era un territorio considerado
invulnerable, pero de ahora en adelante la seguridad interna
será un desafío mayor.
Impacto. El edificio
del Pentágono tras el choque del avión.
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Pablo
Soto González Y Daniela González Diez
Ni
en sueños, ni en películas, ni en la imaginación más delirante.
Hasta ahora, nadie pudo vislumbrar siquiera que hechos como
los que vivieron ayer los estadounidenses pudieran ocurrir.
Este "golpe al corazón del imperio" sacudió al pueblo estadounidense,
acostumbrado a ver desde fuera las expresiones del terrorismo
tan frecuentes en lugares como España o el Medio Oriente.
Con las Torres Gemelas colapsadas y el Pentágono en llamas,
los estadounidenses no alcanzaban a entender qué sucedía.
Fue un golpe doloroso, jamás experimentado en los 225 años
de vida independiente estadounidense, donde los ataques externos
al territorio de esta potencia se pueden contar con los dedos
de la mano.
En la Segunda Guerra Mundial, el ataque a Pearl Harbor (diciembre
de 1941) sorprendió a los norteamericanos y generó el ingreso
de Estados Unidos al conflicto, que si bien le costó miles
de vidas, se libró lejos, fuera de su territorio.
Más reciente, el atentado de Oklahoma City sacudió a los norteamericanos
el 19 de abril de 1995, con un costo de 168 vidas después
del estallido de un camión-bomba frente al edificio Alfred
P. Murrah.
Lo de ayer, en cambio, golpeó el aspecto más importante y
sagrado que podían brindar las autoridades estadounidenses
a sus ciudadanos: su seguridad interna, un orgullo que hoy
comienza a desmoronarse y cuya reconstrucción se presenta
como un desafío mayor.
Devastadora realidad
Un desperado alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, trataba
ayer de calmar a la población después de los ataques, afirmando
que "ninguna ciudad del mundo está mejor preparada para un
atentado terrorista que Nueva York". Pero a pesar de su interés
por aquietar las aguas, Giuliani no pudo dejar de admitir
que el número de muertos "podría ser algo más de lo que cualquiera
de nosotros podrá soportar".
"Este es un ataque nunca antes visto en la historia de Estados
Unidos. Obviamente, necesitamos más conciencia en los temas
de seguridad. Tendremos que proteger a nuestros ciudadanos",
comentó ayer a este diario desde Alexandria, Virginia, Andy
Messing Jr., director ejecutivo de la National Defense Council
Foundation.
En la búsqueda de responsables por los errores de seguridad,
los dardos apuntaron ayer a la Agencia Central de Inteligencia
(CIA), organismo encargado de detectar a grupos extremistas.
Nadie consigue entender cómo un país que dedica miles de millones
de dólares a su seguridad resulta tan vulnerable.
"No es posible prevenir todos los ataques, pero este es sin
duda un fracaso de las labores de inteligencia", dije Adam
Garfinkle, editor de la revista The National Interest de Washington,
dedicada al análisis de la política exterior estadounidense.
"Mucha gente sabía de la preparación de los atentados. Mucha
gente estuvo envuelta. Y no poder infiltrar a estas personas
es signo de una seria falla de inteligencia", enfatizó.
A juicio de Jonathan R. White, experto en contraterrorismo
de la Universidad de Michigan, "la seguridad de EE.UU. sigue
fuerte. Las fuerzas del orden y las militares están respondiendo.
Es muy difícil predecir un atentado".
Garfinkle es más severo y dice que, claramente, "no se ha
tomado el problema con la seriedad que se requiere. Durante
años, los gobiernos no han sido capaces de enfocarse para
enfrentar al terrorismo.
Ayer las fallas de inteligencia no fueron las únicas que quedaron
en evidencia. La idea de los estadounidenses de que su territorio
era intocable demostró que escasamente existen planes para
enfrentar una situación de emergencia dentro de las propias
fronteras.
"La sociedad estadounidense no está lista. Hoy (ayer) se ha
probado que no está sicológicamente preparada para esta clase
de asunto, porque la reacción de la gente, en todos lados,
fue irracional", señaló Garfinkle, al recordar que, por momentos,
el desorden total se apoderó de las calles Estados Unidos.
Magnitud del desastreAunque los organismos de socorro y seguridad
trabajaron a su máxima capacidad, igual se vieron superados
por la magnitud del desastre vivido ayer.
"Tenemos que entender que hay mucha gente que odia a EE.UU.
no por lo que hace, sino por lo que es. Y es un país abierto,
democrático, fuerte", enfatiza Garfinkle.
"No hay cambios de política que podamos hacer, ni palabras
que podamos decir que puedan detener a la gente que nos odia
por lo que somos. Debemos darnos cuenta de que así es", subraya.
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