Los
efectos del terror
El
Mercurio
Martes
9 de Octubre de 2001
Nuestros problemas no son sólo
causados por factores externos. Se han consolidado decisiones
de Gobierno que influirán en nuestro desempeño
futuro.
Hernán Büchi.
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Hernán
Büchi
Desde
que hace cuatro semanas se produjo el horroroso ataque terrorista
en Estados Unidos, mucho se ha dicho y escrito sobre sus efectos
económicos. Lo concreto es que en el último
mes hemos visto datos y nuevas proyecciones que muestran un
escenario mundial mucho menos optimista para los próximos
trimestres.
Si bien las proyecciones aún indican un leve crecimiento
para Norteamérica durante el 2001 y 2002, cuando se
proyecta el ritmo de crecimiento trimestral éste entra
en terreno negativo a partir del tercer trimestre de este
año y has ta muy avanzado el primer semestre del próximo.
La supuesta alternancia en el crecimiento no se ha producido,
ya que Europa y especialmente Japón están incursionando
en terreno recesivo al mismo tiempo que Estados Unidos.
Como consecuencia de lo anterior, las proyecciones de la economía
mundial se visualizan bastante más negativas para los
próximos trimestres que lo que hasta hace poco se veía
posible.
Es discutible si este cambio en la tendencia es fruto de lo
acontecido a mediados de septiembre o si lo que estamos viendo
es simplemente la constatación de que el aterrizaje
suave de la economía mundial no se produjo.
De hecho, todas la cifras que han ido apareciendo hasta ahora
son en gran parte previas al atentado terrorista.
Si uno piensa solamente en el daño físico, no
es razonable proyectar consecuencias demasiado graves de lo
ocurrido, en el entendido de que las acciones bélicas
que acaban de iniciarse no generan una escalada mayor. Ya
varios han comparado la destrucción ocurrida con fenómenos
como el terremoto en Kobe-Japón o huracanes como el
Andrews de hace algunos años; ninguno de ellos generó
una recesión mundial.
Por otra parte, aunque probablemente algunos de los terroristas
pensó que destruyendo el Centro de Comercio Mundial
se tocaba un centro neurálgico del capitalismo, es
claro que ello no es cierto.
La pujanza de la economía americana radica en un sistema
descentralizado, en que la libertad de millones de individuos
en la toma de decisiones es la que genera el bienestar que
muchos envidian. Las instituciones que permiten lo anterior
no han sido afectadas y tampoco por esta vía se puede
estimar un efecto catastrófico.
Es en el plano de las expectativas y especialmente en la confianza
del consumidor donde podemos suponer consecuencias que sí
pueden llevar al mundo a una recesión. Lo anterior
se ve agravado ante la sensación de que tanto las autoridades
como quienes hacen proyecciones económicas y las empresas
productivas, han procedido a sincerar en este mismo período
situaciones que ya se veían más negativas previo
al ataque.
Al mismo tiempo, y compensando lo anterior, se han producido
reacciones mucho más rápidas en el plano de
la política monetaria y fiscal tanto en Estados Unidos
como en el resto del globo, que lo hasta hace poco era posible
imaginar. Salvo que se produzca una escalada bélica
mayor, lo que debemos proyectar hoy es una recesión
moderada comparable a la vivida a principios de los noventa.
Efectos en Chile
Sea por efecto del terrorismo o porque era un fenómeno
que ya estaba definido anteriormente, la disminución
del crecimiento mundial afectará a Chile. La menor
producción industrial y con ello el menor precio de
nuestras exportaciones nos golpea directamente como lo demuestra
el precio del cobre, la celulosa, etc.
Las menores disponibilidades de financiamiento para los países
emergentes, principalmente a través de una menor inversión
directa debido a una situación más compleja
de financiamiento para las compañías de los
países desarrollados, nos golpea directa pero especialmente
indirectamente, a través de las complicaciones que
genera para países como Brasil y Argentina, este último
ya en serios problemas antes del ataque.
Es conveniente que las autoridades reconsideren la combinación
de las políticas fiscal, monetaria y cambiaria ante
estas nuevas circunstancias, ya que no es factible correr
riesgos ante esta realidad.
Las proyecciones de menor crecimiento para este año
y para el próximo deben ser debidamente consideradas
en las decisiones presupuestarias que hoy se están
adoptando.
Las cifras de expansión que se conocen no son prudentes
y convendría revisarlas.
El largo plazo
A mi juicio, sin embargo, la consecuencia más grave
para Chile de lo ocurrido no está en lo descrito anteriormente.
Es razonable desde un punto de vista político que el
Gobierno aproveche las circunstancias externas para justificar
lo que hasta ahora ha sido un desempeño muy inferior
a sus promesas y a las expectativas creadas en materias de
crecimiento y empleo.
No debemos olvidar que el problema de Chile comienza antes
que las dificultades externas que hoy vivimos.
El crecimiento acelerado que creíamos asegurado se
detuvo el año 1998. En el intertanto, hemos visto a
comienzos de 2000 un excepcional período de auge en
la economía americana y mientras ello sucedía
en nuestro país se mantuvo la sensación de resultados
mediocres.
Sería grave que Chile validara la explicación
que nuestros problemas son sólo causados por factores
externos. Nuestro deber es diagnosticar adecuadamente y corregir
lo que está a nuestro alcance.
Desafortunadamente, en este mismo período hemos visto
consolidarse decisiones del Gobierno que sin duda influirán
en nuestro desempeño futuro.
Una nueva reforma laboral ha sido ya promulgada y es imposible
dudar que tendrá efectos negativos para el empleo y
el crecimiento.
Se han acordado alzas de impuestos adicionales que afectan
a la inversión y al ahorro justo en el momento en que
un dinamismo en estas materias es más necesario que
nunca y en que queda cada vez más claro que fue en
esta área donde el país había logrado
un elemento que lo diferenciaba del resto.
A pesar de algunos esfuerzos para despejar las dudas en sectores
como el eléctrico y otros, el efecto neto es que cada
día es más difícil tomar decisiones que
aumenten la productividad. Aparentemente el Gobierno ha decidido
que el menor crecimiento que hoy en día provocan las
circunstancias externas se debe quedar con nosotros para siempre.
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