El
mullah de Afganistán
El
enigmático líder talibán
El
Mercurio
Domingo
14 de octubre de 2001
42 años tiene el líder
del movimiento religioso de Afganistán, que con sus visiones
-sólo comparables a las de Mahoma- logró el control
del país por los talibán.
UNICA.- Detalle de la única imagen que se conoce
en Occidente del mullah Mohammed Omar. |
Pamela
Aravena B.
Su palabra es ley. Su imagen es sagrada. Sus edictos son catalogados de terroríficos. Cultivando el misterio y el enigma, el príncipe de los creyentes afgano, Mohammed Omar, nunca ha sido fotografiado y en los últimos años se ha negado terminantemente a dar entrevistas.
Hijo devoto de una familia de agricultores pobres, se cree que Mohammed Omar - de 42 años- se trasladó en su juventud a Pakistán a una "madrassa", donde recibió sus primeros adoctrinamientos en el Islam.
Adquirió protagonismo cuando regresó a su país natal, luego de la muerte de su padre, para hacerse cargo de la mantención de una extensa y pobre familia de la que era el hijo mayor. En Kandahar se encargó de la mezquita, desde donde fundó y encabezó el movimiento estudiantil contra la dirigencia política que gobernaba su país y que estaba respaldada por Moscú.
En la guerra contra las fuerzas soviéticas Omar utilizó como arma predilecta el bazuka lanzagranadas.
Su leyenda comenzó cuando su mezquita fue atacada con cohetes, uno de cuyos proyectiles le destrozó su ojo derecho. Se dice que sin quejarse se arrancó con la mano los restos del globo ocular, los lanzó al suelo y luego hizo suturar su párpado para siempre.
Los edictos del príncipe
La guerra interna en su país no terminó con la salida de las tropas soviéticas en 1989. Muchos de los comandantes quedaron desperdigados en todo Afganistán, donde implantaron regímenes caóticos y sin un mando central. Uno de los grupos conquistó Kabul, haciéndose a la fuerza de un gobierno inestable y corrupto.
Omar, que después de la salida de las tropas soviéticas había vuelto a su mezquita, tuvo un sueño donde se le presentó como un mandato divino la creación de un estado islámico puro y unido.
Reunió a algunos de sus colaboradores e inició la lucha de los talibán (que es el plural de "talib", palabra que significa "estudiante islámico" y cuyo origen reside probablemente en el persa "telebeh", que quiere decir "buscador de la verdad") contra el gobierno y las decenas de mandos militares.
Sus seguidores dieron crédito a sus visiones. Cualquier ataque al enemigo debía estar precedido por un sueño de Omar, donde se le informaba cuál era el objetivo que debían atacar.
Se cuenta que en 1996 mientras el movimiento talibán asediaba desde hacía meses Kabul sin lograr controlarla, cientos de mullah (directores espirituales de oraciones en las mezquitas), entre ellos Mohammed Omar, se congregaron en la ciudad de Kandahar a debatir si proseguían el asedio o negociaban el fin de la guerra civil.
En medio de los debates y a fin de terminar con las diferencias, el núcleo de los mullah provenientes de Kandahar lo propusieron como "Príncipe de los creyentes", título que lo convirtió en el dirigente más importante de la "yihad" y en emir de Afganistán.
El poder de Omar tuvo alcances divinos cuando en abril de 1996 y ante una multitud que lo ovacionaba apareció sobre el tejado de un edificio envuelto en el manto del profeta Mahoma que los talibán habían sacado del santuario en donde se le custodiaba.
Omar fue de la idea de continuar el asedio hasta controlar Afganistán. Otra visión exitosa. Los talibán consiguieron en poco tiempo manejar el 90% del país.
Desde entonces los decretos promovidos por Omar instauraron un régimen ultraintegrista, que declara a Afganistán el único país verdaderamente musulmán del mundo.
El régimen ha sido acusado de imponer el terror a través de su departamento para la Observancia de la Vía Islámica Correcta y la Prevención del Mal, más conocida como la policía religiosa.
Humillando cruelmente y en público, mediante latigazos, apedreamientos o mutilaciones físicas a quienes se niegan a someterse a los edictos publicados por el departamento para la Prevención del Vicio y Fomento de la Virtud (desde el cual Omar ha intentado imponer un estilo de vida rural en las urbes), los talibán han conseguido controlar a un pueblo que durante años sólo conoció el caos.
Hasta antes de la guerra, Omar vivía en Kandahar como un recluso, pues no le gusta salir y muy pocos colaboradores estaban autorizados a ingresar. Convivía con sus cuatro esposas, una de las cuales sería una hija de Osama bin Laden (a su vez, una de las hijas de Omar sería la tercera esposa del millonario saudí).
Si salía de su hogar, viajaba rodeado de guerreros islámicos armados, en una caravana de seis lujosos todoterreno con cristales ahumados.
La modesta choza de barro que lo cobijó en su juventud había sido cambiada por un complejo de altos muros - para garantizar su seguridad- que fue construido con dineros de Osama bin Laden. Pero el lugar fue destruido esta semana con bombas antibúnker. Omar escapó del lugar - ¿visión divina?- 15 minutos antes del ataque.
Entrevistas sólo le ha dado a periodistas afganos y paquistaníes. Nunca ha recibido a un occidental ni a una entrevistadora mujer.
Nadie sabe cuánta influencia tiene en los temas políticos. Unos dicen que todas las responsabilidades militares, políticas y sociales recaen en él. Otros creen que su fuerte está en la organización de la sociedad islámica, estableciendo los códigos de conducta apropiados y las costumbres que deben imperar en el país.
Lo único cierto es que el líder espiritual de los talibán tiene un gran apego a Osama bin Laden, a quien conoció durante la guerra y ofreció su protección cuando el millonario saudí fue expulsado de su país natal. Hoy, los talibán dependen de Bin Laden, por su poder militar y económico, tanto como éste depende del movimiento espiritual de Omar para tener un lugar donde vivir. Difícilmente EE.UU. logrará separarlos. |