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El eterno sufrimiento de un sobreviviente afgano
El Mercurio
Martes 16 de octubre de 2001

Azfal y su familia han sido afectados por la constante violencia que azota al país desde hace 23 años.


Refugiados afganos.
Agencias

QABEZAN, AFGANISTÁN.- A la edad de 11 años, él se trasladó con su familia desde su aldea en las montañas a la capital, Kabul, en busca de una mejor vida. A los 22 se casó. Cuando tenía 25, la Unión Soviética invadió su país. A los 32, fue padre por primera vez. Tenía 38 cuando perdió a su esposa, una de las primeras víctimas de los cuatro años de guerra civil que azotaron a Kabul y que dejaron un total de 25 mil muertos.

Cuando cumplió los 43, los talibanes llegaron con la promesa de traer paz a la ciudad. Sin embargo, él más tarde sería golpeado por la policía religiosa, que lo acusó de no rezar lo suficiente. Y el domingo pasado, misiles norteamericanos quebraron los vidrios de su hogar.

A los 48, Afzal ha vivido parte de los más largos y dolorosos años de la historia afgana. Y, desafortunadamente, él y su familia son testimonios vivientes de la miseria del país.

Afzal es analfabeto. Gana 8 dólares a la semana como mecánico de camiones. Su familia está repartida a lo largo de la línea de fuego y fuera del país. A él no se le ha permitido ver televisión durante 5 años.

Después de 23 años de invasión y guerra civil, el 70% de los afganos es analfabeto, uno de cada cuatro niños muere antes de cumplir los 5 años, y Afganistán está entre las naciones más pobres del mundo. Más de un millón y medio de personas ha muerto en dos décadas de lucha.

Sobreviviente

Pero Afzal, como muchos afganos, es un sobreviviente con recursos y determinación. Después de todo, él tiene 48 años. El hombre afgano promedio muere a los 43.

Con su barba gris, su piel curtida y dos dientes menos, Afzal parece tener casi 60 años. Su hijo de 11, Abubakar, también se ve mucho mayor. Él estaba con su madre en el jardín en la noche de verano de 1992, cuando ella resultó muerta por un ataque con misiles, junto con su tía y dos primos. Sólo Abubakar sobrevivió a la tragedia.

A pesar de todo, Afzal está optimista.

Sostiene que la violencia que ahora golpea a Afganistán comenzó con los comunistas que tomaron el poder a fines de los '70. Un pequeño partido marxista-leninista tomó el control en un golpe de Estado en 1978 y llevó a cabo una reforma agraria radical. Decenas de miles de personas fueron arrestadas en el campo y ejecutadas. Políticos, líderes religiosos, profesores y otros profesionales comenzaron a ser atacados.

Afzal pinta a la política afgana en blanco y negro. Las fuentes de todos los problemas del país, afirma, son los talibanes y los comunistas.

En toda su vida, él nunca ha elegido a un gobierno; la mayoría llegó al poder por la fuerza.

El 24 de diciembre de 1979, Afzal vio desde su departamento cuando los invasores soviéticos aterrizaron en Kabul y desde allí se movieron para tomar el control del país. Afzal fue un conscripto del Ejército afgano durante tres años. Su hermano menor, Yonas, luchó del otro lado de la línea de fuego, como guerrillero muyajedín.

Cuando los soviéticos partieron una década más tarde, la paz pareció volver a Kabul. En 1992, las fuerzas muyajedines se tomaron la ciudad. Pero un grupo de comandantes creó un gobierno que excluyó a otros. Uno de éstos respondió disparando misiles indiscriminadamente contra la capital, uno de los cuales mató a Nazy, la esposa de Afzal de 35 años.

Afzal se quedó en su departamento en vez de arriesgarse a huir. "Mis niños eran pequeños. Estábamos mucho más a salvo en casa", dice.

En 1996, los talibanes tomaron el control de Kabul, prometiendo poner fin al caos. Pero el estricto código islámico que impusieron generó muchos cambios. Afzal tuvo que dejarse crecer la barba para no ser acosado por la policía religiosa. Tuvo que cerrar su taller cinco veces al día para rezar. Y sus niños no pudieron seguir encumbrando volantines, ya que según los talibanes les quitaba tiempo de estudio para el Corán.

Una noche la policía religiosa lo fue a visitar a su casa. "Me sacaron del departamento y me patearon en la cara", relata. "Me dijeron: "¿Por qué no vas a la mezquita a la hora de las oraciones?""

Afzal, irritado por la dureza talibán, dice apoyar los bombardeos norteamericanos que comenzaron la semana pasada.

 

 

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