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El temido "General" Invierno
Las urgencias de Bush
El Mercurio
Domingo 11 de noviembre de 2001

Con un ojo puesto en el calendario y otro en los sondeos de opinión, el mandatario estadounidense dejó a un lado los cálculos políticos para apoyar decididamente a la opositora Alianza del Norte en su ofensiva para derrocar al régimen talibán. El primer efecto de la nueva política fue el control de la estratégica ciudad de Mazar-e-Sharif.

EN política internacional muchas veces los gestos valen más que el análisis de contenido de los discursos. Es lo que ocurrió esta semana con una sucesión de encuentros, giras y fotografías que compartieron los principales líderes involucrados en la crisis internacional que se desarrolla en Asia Central.

Una serie in crescendo que tuvo ayer su punto culminante cuando el presidente George Bush se reunió en Nueva York con el gobernante militar de Paquistán, general Parvez Musharraf, quien el viernes fue blanco de las iras de los sectores radicales islámicos de su país, en una huelga general para protestar por su política de alianza con Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo.

En los días previos, Musharraf inició una gira de seis días, la más larga desde que asumió el poder en un golpe de estado en 1998. Con ese viaje quiso demostrar al mundo que tiene al país bajo control y que las manifestaciones en su contra distan de ser masivas como para poner en jaque a su régimen.

Fue una semana que dejó en claro un giro en la estrategia de Washington frente al conflicto en Afganistán, provocado especialmente por la falta de resultados concretos que mostrar ante su opinión pública y la de los países aliados.

La nueva estrategia de Bush se centra básicamente en brindar un apoyo irrestricto y amplio a la Alianza del Norte, con el propósito de que sus soldados cuenten con un respaldo aéreo más intenso en su ofensiva para capturar las ciudades claves del régimen talibán y acelerar su derrocamiento.

Además de los bombardeos, los norteamericanos pueden suministrarles municiones, comunicaciones y experiencia logística, lo que permitiría actuar a las fuerzas locales que conocen el terreno y al enemigo.

Los estrategas del Pentágono estiman que con inteligencia local, sus fuerzas especiales - a las que próximamente se sumarán alemanes e italianos- pueden lanzar incursiones de comandos y operaciones específicas para atacar a Osama bin Laden y a otros blancos de Al Qaeda, a quienes se responsabiliza de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

Hasta ahora las críticas dirigidas a Bush apuntaban a la ausencia de una política decidida en su objetivo de terminar con el gobierno que ha dado refugio y protección al líder terrorista.

El principal cargo que se le hacía al mandatario era que jugaba demasiado con los cálculos políticos para no perjudicar al general Musharraf, aliado clave en la ofensiva contra los talibanes.

El régimen paquistaní aceptó unirse a la coalición internacional antiterrorista, pero entre las condiciones que puso, planteó que el futuro gobierno que suceda al actual no se sustente únicamente en las etnias que conforman la Alianza del Norte y deje afuera a los pashtún, grupo mayoritario al que pertenecen los talibanes y de fuerte presencia en Paquistán.

La primera consecuencia de este cambio de política fue la intensificación de los bombardeos de la aviación norteamericana, lo que permitió a las tropas de la Alianza tomar el control este viernes de la estratégica ciudad de Mazar-e-Sharif.

La importancia de este punto geográfico es que se le considera clave para establecer una vía de comunicación directa con Tadyikistán, desde donde provendrán las provisiones y armas para llegar hasta Kabul, centro del poder político de los talibanes.

Impaciencia de la Casa Blanca

Los más importantes analistas norteamericanos coinciden en que la impaciencia fue el motor del cambio de estrategia de la Casa Blanca.

No sólo por la ausencia de resultados concretos después de un mes de operaciones, sino que por la inminente llegada del invierno, con temperaturas que en algunas zonas descienden a los 20 grados bajo cero y con una altura de la nieve que alcanza a los 3 metros.

Otro factor que también consideraron los estrategas es el inicio del mes del Ramadán, el 17 de este mes, pero Bush como sus principales colaboradores reiteraron en los últimos días que la ofensiva antiterrorista no se suspenderá en este período sagrado para la religión islámica.

En prevención de una agitación en todo el mundo musulmán, en caso de continuar los ataques norteamericanos, el presidente Musharraf pidió a Tony Blair y Bush que los bombardeos finalicen "lo más rápidamente posible", aunque se cuidó de no mencionar el Ramadán.

Los expertos en temas estratégicos atribuyen también el giro de Washington a los nulos resultados obtenidos en los dos planes previos.

El primero consistía en rodear y aislar políticamente al régimen talibán, con la esperanza de que se derrumbara solo. Como este plan fracasó, se pasó a la fase de bombardeos sostenidos para que el abrumador poderío aéreo estadounidense provocara el colapso del gobierno de Kabul.

Esta opción tampoco rindió sus frutos porque los talibanes no sólo mantienen intacta su estructura de combate, sino que además Osama bin Laden se dio el lujo de aparecer un par de veces en la televisión Al Gazira, desafiando abiertamente a la coalición occidental.

Para aumentar todavía más su impaciencia, Bush ha tenido que gobernar una nación sometida a permanentes amenazas y ataques con ántrax, lo que provocó cierto grado de desazón entre sus principales asesores militares.

En el plano externo, la Casa Blanca también observa el aumento de las expresiones de descontento de la sociedad civil europea por las crecientes víctimas civiles en Afganistán, las que - según fuentes talibanes- llegarían a las 1.500 en un mes de bombardeos.

Los últimos sondeos de opinión en Europa muestran que la población mayoritariamente está en favor de interrumpir los ataques en el mes del Ramadán.

Un funcionario del Pentágono citado esta semana por la revista "Newsweek" asegura que la Casa Blanca está ejerciendo una "presión implacable" sobre los agotados estrategas para que muestren resultados rápidos y visibles.

Una apuesta riesgosa

Pese a la toma por la Alianza del Norte de Mazar-e-Sharif, este fin de semana reinaba la incertidumbre sobre si sus efectivos serán capaces de doblegar a los talibanes.

El peor escenario, se asegura en Washington, es que los integristas logren recuperar terreno y reciban con ello un fuerte espaldarazo moral, al que sumarán el factor climático como aliado.

Además sobre la estrategia de Bush pesan los fantasmas del pasado. Muchos analistas en la capital estadounidense no pueden evitar la comparación con la guerra de Vietnam, cuando llegaron primero asesores militares y los éxitos contra el Vietcong dependían de lo que pudieran hacer las tropas de Vietnam del Sur.

Asimismo todavía está fresca en la memoria colectiva la imagen de un soldado norteamericano arrastrado por las calles de Mogadiscio, luego de ser asesinado, junto a otros compañeros, por feroces combatientes somalíes, en la década del 90.

Quizás por esta razón es que la prensa norteamericana ha guardado silencio sobre la supuesta muerte de 26 miembros de las fuerzas especiales en una operación realizada el lunes pasado contra uno de los centros de mando del grupo Al Qaeda, próximo a Kandahar.

Según oficiales paquistaníes citados por el diario "Frontier Post" de Peshawar, los cadáveres de los militares estadounidenses fueron trasladados a la base de Jacobabad, en la provincia de Baluchistán y cerca de la frontera afgana.

¿Y si ganan?

Paralelo al desarrollo de la guerra, y ante la posibilidad del derrumbe del régimen talibán - alternativa que los observadores ven por ahora difícil- el representante especial de Naciones Unidas para Afganistán, Ladjar Brahimi, concluyó una misión de dos semanas en la región, con miras a explorar las opciones para formar un nuevo gobierno afgano de amplia coalición.

Brahimi, ex canciller de Argelia, en realidad había comenzado a operar pocos días después del inicio de los bombardeos, cuando Bush y Blair le pidieron que se contactara con líderes de oposición, representantes de la sociedad civil, organizaciones de mujeres afganas y responsables de organizaciones no gubernamentales.

Su tarea fue reservada porque, tal como lo dijo un alto diplomático de la ONU, el organismo internacional no se puede involucrar mientras haya guerra.

Brahimi presentará probablemente mañana su informe al Consejo de Seguridad de la ONU sobre los tres aspectos centrales de la situación en Asia Central: humanitario, político y de reconstrucción.

Aparte del campo bélico, lo que más preocupa a las autoridades es la grave crisis humanitaria que se cierne sobre cientos de miles de refugiados afganos, diseminados principalmente en la frontera con Paquistán.

Informes de distintas organizaciones señalan que hay seis millones de afganos que están en una situación muy precaria. Si no ingresan alimentos ahora a la región, se estima que cien mil niños morirán en el próximo mes, a raíz de las bajas temperaturas del invierno.

De ahí la urgencia de apurar los operativos militares cuanto antes para centrar la atención en la ayuda humanitaria.

 

 

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