ATENTOS.- Los marines, por primera vez en Kabul desde hace años, instalaron varios sacos con tierra en el edificio para proteger los puestos de vigilancia.

KABUL.- Marines del ejército estadounidense llegaron a Kabul y entraron en el edificio de la embajada de Estados Unidos en la capital afgana. Se desconoce el número de soldados que se encuentran en la sede de la misión diplomática, cuyas instalaciones fueron cerradas herméticamente y se prohibió el acceso a la prensa.

No obstante, los soldados resultaron visibles desde la calle, ya que algunos de ellos, vestidos con traje de campaña, se apostaron en la azotea de la legación diplomática.

Los militares estadounidenses, por primera vez en Kabul desde hace años, colocaron a ambos lados del edificio varios sacos con tierra que utilizan para marcar los puestos de vigilancia. Se ignora si los marines llegaron acompañados de diplomáticos o funcionarios del gobierno de Washington.

La entrada de los marines en Kabul tiene lugar dos meses después de que EE.UU. comenzara su ofensiva armada contra los talibanes.

Antes de los ataques y durante las manifestaciones protagonizadas por simpatizantes de los talibanes, la embajada estadounidense fue asaltada y saqueada.

Estados Unidos pretende abrir tan pronto como sea posible su representación diplomática en Kabul, informó el Departamento de Estado norteamericano.

Los diplomáticos estadounidenses deberían entrar en funciones aun antes del ascenso del nuevo gobierno de transición, el 22 de diciembre.

Mantenimiento

La embajada de Estados Unidos ha estado esperando la vuelta de sus diplomáticos por casi doce años, mientras los obreros que se encuentran en el complejo arriesgaron sus vidas para asegurarse que no quede desprotegida.

En diciembre de 1989 partió el último miembro del personal de la embajada y el edificio cerró sus puertas; diez meses después los soviéticos fueron derrotados en Afganistán y el país quedó sumido en una guerra civil.

La embajada y otras seis propiedades, incluyendo la residencia del embajador, quedaron a cargo de varias docenas de afganos que pensaban que los diplomáticos volverían tres meses después o, como máximo, en medio año más.

Ghulam Sakhi Ahmadzai, quien se desempeñaba como jefe de seguridad afgano de la embajada, al mismo tiempo cumplía condena en la prisión de Pul-i-Charki en donde pasó más o menos la mitad de su sentencia de 20 años impuesta por los antiguos gobernantes que contaban con el apoyo soviético. Fue acusado de espiar para la CIA.

Ahmadzai quedó en libertad en 1991, cuando el régimen del Presidente comunista Najibullá estaba derrumbándose, y de inmediato volvió a trabajar - desarmado- al edificio de la embajada, para defender un pedazo de suelo de EE.UU.

Los empleados afganos afirman que se arriesgaron no tanto por una ciega lealtad a una bandera extranjera, sino porque necesitaban el dinero, el que consistía en US$ 100 al mes para el guardia que se estaciona frente a la principal puerta de entrada. Éste es un buen monto aquí. Además, el año pasado Washington les dio beneficios médicos.

A los 61 trabajadores afganos de la embajada, quienes usaban un oculto teléfono satelital para mantener un contacto regular con los diplomáticos de Estados Unidos acreditados en el vecino Pakistán, se les había ordenado estrictamente que abandonaran el edificio cuando creyeran que sus vidas se encontraban amenazadas.