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Presidente de Pakistán
Musharraf parece firme en el poder
El Mercurio
Miércoles 7 de noviembre de 2001

Observadores concuerdan en que las protestas contra el Mandatario por apoyar los bombardeos en Afganistán no afectaron su control del país.


MUL.- La indignación de grupos islámicos extremistas contra el gobierno de Musharraf sigue en un punto alto, pero no ha prendido en el resto de la población.
Pablo Soto González.

Pervez Musharraf, Presidente de Pakistán, tiene motivos para empezar a respirar tranquilo. Ello porque, después de un mes de bombardeos estadounidenses contra Afganistán, parece consolidar su poder y no se ha cumplido ninguno de los temidos efectos que se pensó provocarían los ataques.

En un principio se habló incluso del riesgo de una guerra civil en Pakistán frente al fuerte descontento que generó en este país asiático el apoyo oficial a los bombardeos. Al menos por ahora, dicen los observadores, el riesgo de una revuelta interna está descartado.

Antes de los ataques, Musharraf era un estrecho socio de los talibanes, pero los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington cambiaron radicalmente el panorama.

El Presidente paquistaní resolvió apoyar a Estados Unidos y su guerra contra el terrorismo y destruyó así el fuerte vínculo que lo unió con los talibanes desde que éstos llegaron al poder en 1996.

Los poderosos grupos religiosos locales iniciaron entonces una serie de fuertes protestas en las principales ciudades del país, Islamabad, Karachi y Rawalpindi, llamando a Musharraf "traidor" y quemando algunas efigies del Presidente por su decisión de alinearse con la ofensiva de Washington.

Incluso miles de paquistaníes marcharon a la frontera para pelear junto a los talibanes como voluntarios contra EE.UU. y a favor de Osama bin Laden, supuesto responsable de los atentados del pasado 11 de septiembre.

Pese a lo espectacular de las protestas - que fueron recogidas con gran despliegue por la prensa internacional- , el verdadero nivel de apoyo que han conseguido entre la población de más de 140 millones de habitantes no es suficiente para convertirse en una verdadera amenaza para este general, que llegó al poder tras un golpe de estado incruento que derrocó a Nawaz Sharif en octubre de 1999.

Iffat Malik, connotada analista política paquistaní, señala vía telefónica desde Islamabad que "la oposición a Musharraf se mantiene confinada a los grupos religiosos. La gente común y corriente no ha protestado contra el gobierno porque se dio cuenta de que no tenía otra opción que apoyar a los estadounidenses. El gobierno de Musharraf no enfrenta ningún peligro", asegura categórica.

Similar apreciación tiene Ihtasham-ul-Haque, analista del diario paquistaní en inglés "Dawn", quien explica que el gobierno logró neutralizar - hasta cierto punto- a los grupos religiosos endureciendo las medidas de control.

Musharraf puso bajo arresto domiciliario a varios de los máximos líderes religiosos para evitar que siguieran instigando movilizaciones.

Donde más se nota el poder de Musharraf es en el control que tiene sobre las poderosas Fuerzas Armadas paquistaníes, el principal soporte de su gobierno.

Musharraf removió a varios generales que se declararon pro talibanes y que podrían haber revuelto las aguas al interior de las filas castrenses. En su lugar, puso a gente muy cercana a él, por lo que los observadores estiman como muy improbable, en el escenario actual, que alguien se rebele en su contra.

Ul-Haque explica que "los militares son leales a Musharraf y el Ejército permanece unido. Ya no hay apoyo fuerte a los talibanes. Ellos (los militares) piensan que lo que Musharraf hizo es en el interés mayor de Pakistán".

El control sobre los militares otorga cierta tranquilidad a Estados Unidos que, según fuentes occidentales, ve con preocupación la posibilidad de que el arsenal nuclear de Pakistán caiga en manos peligrosas para sus intereses.

Respaldo internacional

Si en el plano interno el Presidente paquistaní ha consolidado su poder, en el plano internacional ha sumado respaldos notorios.

Su condición de aliado clave de la guerra contra Afganistán le permitió granjearse apoyos inesperados para su gestión, antes muy criticada por su carácter poco democrático.

Musharraf se reunirá el sábado con el Presidente George W. Bush en Estados Unidos y mañana pasará por Londres para un encuentro con el Primer Ministro, Tony Blair. En ambas citas se espera que insista en la asistencia económica que los líderes de la alianza contra el terrorismo le han prometido.

La visita a estos países será la culminación de un mes en que han desfilado por Islamabad personajes de altura internacional para respaldar a Musharraf y acentuar la alianza. Blair, el secretario de Estado norteamericano Colin Powell y de Defensa Ronald Rumsfeld son algunos de los que ahora posan felices junto a Musharraf.

Una lista prominente si se piensa que hasta antes de los bombardeos nadie quería a Musharraf y que, en una visita a Pakistán en marzo del año pasado, el ex Presidente Bill Clinton trató de eludir una foto en la que ambos aparecieran estrechándose las manos.

 

 

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