Ciudad liberada
La
nueva vida de los habitantes de Kabul
El
Mercurio
Jueves
15 de noviembre de 2001
Tras cinco años de estricto régimen, los residentes de la capital vuelven a la normalidad.
COMPRAS.- Un afgano consulta por un televisor en una de
las tiendas de Kabul que ayer amanecieron con sus vitrinas
llenas. Poseer artículos electrónicos era
una de las prohibiciones que tenía la población
afgana bajo el régimen talibán. |
KABUL.- La madre viuda de cuatro hijos quería quitarse la larga y holgada burka que la cubría de la cabeza a los pies; el vendedor quería ir a la peluquería a afeitarse la barba tupida, y el taxista estaba encantado con poder tocar un casete de música tradicional afgana.
Kabul despertó ayer con cautela y alivio a una nueva vida sin los talibanes. Por cinco años, la milicia radical había impuesto una interpretación estricta del Corán que prohibía la música y las imágenes, no permitía que las niñas asistieran al colegio, impedía que las mujeres trabajaran, cerró los teatros y obligaba a los hombres a dejarse barba.
Numerosos residentes de la capital manifestaron que ver a los talibanes partir era como haberse quitado un pesado velo después de un largo período de oscuridad.
"Simplemente moríamos en este país", dijo Sayed Alí, de 21 años. "No ha quedado nada. Sólo rezábamos a Dios para que eliminara a los talibanes lo antes posible. Todo el mundo estaba cansado de esta vida. Si observa mi rostro, parezco de 35 o 40 años. Desde que los talibanes se tomaron el poder, no hemos entendido el placer de la vida".
"Siento como si hubiera nacido recién. ¡Es mi segunda vida! gritó Ahmed Farid, de 27 años, comerciante. "El día en que los talibanes se tomaron el poder, estábamos felices porque pensábamos que significaría seguridad. Luego nos dimos cuenta que éstos no eran afganos. Eran árabes y paquistaníes y otros".
"No tenía derecho a hacer fotos de familia. Los retratos tenían que tomarse por encima del pecho, y las fotos de mujeres estaban prohibidas", recuerda Mir Wahis, propietario de un estudio fotográfico.
Una foto de familia podía costar hasta dos semanas de cárcel, si la milicia del Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Represión del Vicio, que pasaba de manera imprevista una vez por semana, encontraba una copia en el negocio.
Los almacenes electrónicos también disfrutaron la nueva vida.
Abdul Jalil señala una estantería, que horas antes estaba vacía y ahora está llena de juegos electrónicos, radios y lectores de discos compactos.
"Tenía cinco televisores, y los he vendido esta mañana, tan rápido como los había expuesto", dice.
Ajmad Vali expone fotos de modelos indias e iraníes, pero sin llegar a la desnudez.
"Soy el primero en este negocio, y funciona a todo ritmo", reconoce este joven, que dice haber vendido diez fotos en la última hora.
"Ellos (los talibanes) estaban controlando cada parte de nuestra vida", aseveró Hassibullá, de 19 años, estudiante. "Nos nos permitían jugar fútbol. Ni podíamos ir a los clubes deportivos. No nos permitían sentir como otros seres humanos", relató el joven recordando la época de dominio de los integristas.
Mujeres oprimidas
Para las mujeres los cinco años de régimen talibán fueron excepcionalmente duros. Fueron obligadas a usar las burkas tradicionales, les prohibieron trabajar o asistir a la escuela y no podían salir de su hogar sin un familiar hombre.
"Estoy feliz porque creo que ahora se abrirán las puertas de las escuelas para las niñas", aseguró Nabillá Hasimi, 32 años, profesora. Contó que ella continuó enseñando a niños en secreto, mientras corría el riesgo de ser encarcelada por ir de casa en casa para reunirse con cerca de 15 niñas. "Espero una vida normal, que la seguridad regrese".
Hasimi habló aún cubierta por su burka azul. Nunca usó una antes de que los talibanes asumieran y dijo que decidirá si se deshace de ella una vez que la milicia se haya ido para siempre. "La fe está en el corazón, no en la burka", agregó.
"No estábamos acostumbradas a la burka, así es que estábamos siempre tropezando", contó. Consultada si la eliminaría y usaría vestimenta occidental ahora que los talibanes se habían ido, respondió, "cuando estemos seguras de que los talibanes no van a regresar, y haya seguridad en el país, entonces decidiremos".
Después de despertar para encontrar que los talibanes se habían ido y que la capital estaba en manos de la opositora Alianza del Norte, manifestó, "ahora hay algunos rayos de esperanza que va a haber derechos para la mujer en este país".
Persiste el temor
"¿Abrió su negocio ayer?", le preguntó un cliente al barbero mientras era afeitado. "No señor, estaban matando a unos árabes en el parque por lo que pensamos que era mejor permanecer cerrados", contestó tranquilamente el barbero.
Un gran número de personas permanece cauteloso de la Alianza del Norte y sus intenciones. Muchos aquí recordaban la última vez que la misma coalición se tomó el poder, en 1992, y cómo eso llevó a un período agitado de luchas internas, inestabilidad y violencia en Kabul.
"Por lo pronto, estoy feliz, pero temo que suceda lo de 1992", aseguró Abdul Sabor, comerciante. "Todavía tengo esa imagen en mi mente. En 1992, estábamos felices. Los muyajedines eran buenas personas. Pero empezaron a saquear y violar y había facciones de ellos que luchaban entre sí".
"Envíe un mensaje a todo el mundo: Afganistán y especialmente Kabul necesita una fuerza de paz internacional", aseveró Temor Shah, de 35 años, quien trabaja en el departamento de aviación civil del gobierno. "Mire", dijo mientras indicaba a un grupo de soldados bulliciosos con sus rifles en alto en la parte posterior de un camión. "Tenemos a todas estas diversas personas armadas por toda la ciudad". |